Monsieur Hulot
El viernes de la semana pasada, María Jesús de Elda y un servidor fuimos a Nantes. El sábado había una reunión en el Club de los Pulpos (un grupo de amigos pintores, músicos, escritores y gentes del teatro que solemos coincidir dos o tres veces al año; lo de los pulpos es un homenaje a Julio Verne, hijo de Nantes). Sólo que esta vez, en lugar de cenar en Nantes fuimos a Saint-Marc-sur Mer, a unos 60 kilómetros de Nantes y a 6 de Saint-Nazaire.
Fuimos a Saint-Marc-sur-Mer porque la reunión del 8 de marzo estaba dedicada a Jacques Tati, y en Saint-Marc-sur-Mer es precisamente donde Tati rodó su filme Las vacaciones de monsieur Hulot, película que se estrenó (en Francia) en 1953.
Habíamos reservado habitaciones en el hotel de la Plage, el mismo en el que transcurre gran parte de la película de Tati. Nos dieron la habitación 105, menuda, pero con una espléndida terraza sobre la playa -hoy bautizada Plage de M. Hulot-, frente a las rocas y al pequeño embarcadero. Salimos a la terraza -hacía un día fresco y soleado- y a nuestra derecha, a escasos metros, vimos la estatua de bronce de Monsieur Hulot (2,03 metros), inclinado sobre las puntas de los zapatos como un canguro a punto de dar el salto, las manos en las caderas, el gorro en la nuca, oteando las aguas. Sólo le faltaba la pipa (un gamberro se la arrancó en 1997, cuando inauguraron la estatua, y nadie se ha preocupado, al parecer, de devolvérsela).
Los compañeros nos cuentan que Saint-Marc no ha cambiado mucho en 50 años. Con ello quieren decirnos que no se ha convertido en un disparate arquitectónico, urbanístico y turístico como ha ocurrido con otros pueblos de la costa atlántica. Saint-Marc es todavía un pueblo de pequeñas villas, con nombres deliciosos como Les Iris, Le Rêve, Keryvette, donde no se ha edificado ningún inmueble de 20 pisos, donde no hay problemas de circulación, donde todavía hay, delante o detrás de cada torreta, pequeños jardines potagers.
El hotel, por fuera, apenas ha cambiado. Salvo las terrazas, sigue siendo el mismo, a excepción de la buhardilla donde se alojaba Monsieur Hulot, que sólo existió en la película (era un decorado). En el interior la cosa ya es distinta. Salvo el cartel original de la película que encontramos en el hall y algunas imágenes de la misma que decoran las habitaciones, nadie diría que aquel era el hotel de Monsieur Hulot. Y es que las escenas del interior del hotel se rodaron en un estudio de París. Lo que sí es cierto es que durante el rodaje, Tati, los actores y su equipo se alojaron en el hotel, junto con los clientes habituales de la casa, con gran disgusto de la patrona, que tuvo que soportar las bromas del genial Tati / Hulot, el cual, tras pedir un plato de zanahorias a la crema, acabó colocándoselo por sombrero.
Tampoco hallamos la casa con el apartamento de Martine, la chica rubia de las trenzas, con su ventana que daba al mar, junto al hotel. Por lo visto, también fue un decorado. En cuanto a la tal Martine, me cuentan que no era una actriz profesional. En el genérico de la película figura como Natalie Pascaud, pero su verdadero nombre era Jacqueline Schillio. Jamás volvió a hacer cine. Era la mujer de un amigo de unos amigos de Tati. Éste se la encontró en una cena, le ofreció el papel y ella lo aceptó. Pero el marido se resistía a separarse de ella durante los meses de rodaje, así que Tati también lo contrató: el marido es ese hombre de negocios, el señor Smutte, al que cada dos por tres están llamando por teléfono.
Las vacaciones de monsieur Hulot es, hoy en día, un clásico del cine. Pero para los franceses es algo más. Es lo que ellos llaman "un lieu de memoire", un documento sobre un tiempo desaparecido (en este caso, los 15 días de vacaciones en el mar de 1951). Una película sin argumento, sin historias; una película-atmósfera, trufada de gags, algunos extraordinarios -en especial los sonoros-, y en la que se aparece por primera vez la figura de ese extraño Monsieur Hulot, tan extraño como su primo hermano, ese Monsieur Godot (son de la misma época) al que nadie le ha visto el pelo.
Cenamos ostras y vieiras rociadas con varias botellas de Muscadet (Domaine Bel Air) y luego nos tumbamos en la playa, junto a la sombra de la estatua de Tati, aplastada en la arena, y mientras le acariciábamos la espalda, Pierre cogió su viejo acordeón, un Castagnari, y se puso a tocar la melodía de la película de Tati, aquel Quel temps fait-il à París? que Alain Romains interpretaba en el filme (antes de que Tati rehiciera la banda sonora en 1961) al piano. Acompañado por el murmullo de las olas.
Ignoro si las autoridades de Saint-Marc tienen previsto algo para celebrar el cincuentenario del estreno de la película, pero una proyección en la playa, en una noche como la del sábado, no sería ninguna tontería. Pierre volvería a coger su acordeón y yo, si me lo permiten, prepararía un cremat, como los que preparaba en Blanes por aquellos años, cuando la Costa Brava todavía no era un disparate y algunos confiábamos en que un buen día apareciese por la playa un tal Monsieur Hulot.
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