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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Marina Ladínina, gran estrella del cine ruso en la época de Stalin

Marina Ladínina, la última gran estrella del cine ruso de la época estaliniana, falleció en Moscú a los 94 años de edad. Esposa del cineasta Iván Píriev, Ladínina protagonizó nueve películas rodadas por su marido, todas ellas se convirtieron en clásicas del cine soviético. Las más famosas son los comedias musicales sobre temas laborales, como el entusiasmo de los campesinos koljosianos y sobre la amistad de los pueblos de la URSS, como corresponde a las obras del realismo socialista. Entre ellas destacan Tractoristas, La pocera y el pastor -la preferida de Ladínina-, La secretaria del partido, A las seis de la tarde después de la guerra y Los cosacos de Kubán, que en Rusia la convirtieron en la reina indiscutida del cine durante 20 largos años. Y no sólo por su talento de actriz, sino también por su voz: muchísimas canciones rusas se hicieron populares gracias a que Ladínina las cantó en sus películas.

Era una actriz verdaderamente idolatrada, tanto es así que durante la Segunda Guerra Mundial los soldados rusos bautizaron con su nombre incluso tanques. Ladínina comenzó su carrera en el legendario Teatro de Arte de Stanilavski, pero lo abandonó por Píriev, y su película La novia rica, que casi terminó en fracaso: el Comité Estatal de Cine (CEC) la prohibió, pero un buen día se la mostraron a Stalin, y a éste le gustó mucho. Gracias a eso, Píriev obtuvo luz verde para sus otros filmes y Ladínina fue la única actriz que recibió cinco premios Stalin, el máximo galardón soviético en aquella época.

Su vida como actriz terminó en 1951, cuando Ígor Sávchenko la invitó a protagonizar a la condesa Potótskaya en la película Taras Shávchenko: el CEC ordenó cortar todo el papel de Potótskaya. Nunca más le volvieron a proponer un papel cinematográfico. El último medio siglo lo vivió apartada del cine, haciendo giras por provincias con un programa de poesías preparado por ella misma. Así fue envejeciendo, a la espera de una llamada telefónica que nunca llegó, ni siquiera para proponerle un papel secundario en la televisión.-

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