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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Mefistofele' en Móstoles

Aún no se han apagado del todo los ecos de Fausto en el Real y aparece Mefistofele en Móstoles: ironías. De Gounod a Boito: una elección que es una declaración de principios. La inauguración del teatro del Bosque convocó a multitud de curiosos en los alrededores. Muchos esperaban ver de cerca al presidente Ruiz-Gallardón, sabiendo que la ópera le posee. Se quedaron con las ganas.Varios alcaldes de la zona sur de la Comunidad de Madrid estaban orgullosos por esta popularización de la ópera: 15 euros la localidad más cara, con producción escénica propia incluida. Las condiciones eran propicias para un estallido de glamour sureño. Lo hubo, desde luego.

Debutaba como director teatral en esta aventura lírica el poeta asturiano Alejandro Céspedes (Hay un ciego bailando en el andén, Las palomas mensajeras sólo saben volver). Desde el primer momento se mostró sensible a los detalles urbanos, desde el viaje en moto de gran cilindrada de Fausto y Mefistofele hasta el retrato de ambientes nocturnos juveniles, quizá un tanto ingenuos para el lenguaje operístico. Los besos, las minifaldas, los sobeteos, distraían del canto. Lo más conseguido escenográficamente fue la escena del pacto, con varios libros de Fausto, de Goethe, en tamaño ampliado, un poco al estilo de los dibujos de Pepe Duarte.

Mefistofele

De Arrigo Boito. Orquesta del Palacio Estatal de la Música de Kiev. Director: Alexei Baklan. Director de escena: Alejandro Céspedes. Con Michele Bianchini, Vincenzo Sanzo, Svetla Krasteva, Paola di Gregorio, Miguel Borrallo, Luisa Maesso y Narciso López. Inauguración del teatro del Bosque. Móstoles, 8 de marzo.

Teatralmente, el momento de mayor fuerza fue el de la noche de Walpurgis trasladada a la Bolsa de Madrid, con un coro joven imponente en su doble faceta musical-teatral, pujando, móvil en mano, por el dinero. Empezó inseguro el coro (ataviado, por cierto, en varias escenas con unas espantosas chanclas), pero fue a más y al final se convirtió en uno de los pilares de la representación. El otro fue la compacta orquesta de Kiev (con el autobús ucranio esperándoles a la salida), dirigida con un brío muy eslavo por Alexei Baklan.

El elenco vocal estuvo más bien discreto. La función resultó entretenida y el público lo celebró puesto en pie en tono de apoteosis. Tuvo encanto, mucho encanto, la noche. Hasta parecía que los ojos de las esculturas de Mariscal que decoran el jardín de entrada sonreían. No era para menos. Si la ópera coge fuerza en la periferia, es señal de que, culturalmente, algo se está moviendo. Mucha suerte, compañeros, y que no decaiga la fiesta.

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