¡Ring, ring! "¡Firma, firma!"
¡Ring, Ring! 4.30 horas. Chuchi Cos no lo oye. ¡Ring, ring! Cos se despierta en su casa de Palamós (Girona). Es Dimitri Piterman quien atruena al teléfono: "¡Han plegado. Se van. Coge un avión. Te espero aquí, en Santander, a las 10.30. Ponte en la lista de espera!".
Manolo Preciado y Quique Setién habían decidido abandonar el Racing y Piterman reclamaba los servicios de su entrenador del Palamós, al que inicialmente pensaba mantener en Cataluña para que subiera al equipo a la Segunda División.
Cos, semidormido, llegó a Santander y se enfrentó a una pléyade de periodistas y aficionados en el entrenamiento. Luego, al formalizar el contrato, estaban casi fuera de plazo. "¡Firma, firma!", le urgía Piterman. "Pero si no lo he leído. ¿Lo has leído tú, Dimitri?". "No, no; yo, tampoco. ¡Pero firma!".
Y Cos firmó. A sabiendas de que lo hacía sólo hasta el 30 de junio y sin saber el montante económico de su contrato, cinco o diez veces menor que el de algunos de sus jugadores. Pero a sabiendas, también, de que estaba ante la oportunidad de su vida.
Licenciado en Económicas, con dos masters y conocimientos de informática e inglés, sólo lamenta las críticas de una parte del sector: "Se han dicho cosas de mí que no son ciertas y se ha hecho daño a mi familia y a mi entorno. Tampoco es tan raro que un joven entrene a un equipo de fútbol. La única diferencia entre entrenar en la Segunda B o en la Primera es que aquí los futbolistas hacen las mismas cosas mejor".
Cuando jugó contra el Villarreal, Benito Floro le dio la mano. Los restantes técnicos no se le han acercado. "Pero soy inexperto. Quizá estas cosas sean así", dice Cos, que el curso pasado era jugador-entrenador del Palamós.
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