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Columna
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Rabos de pasa

El decimocuarto principio de Peter dice que cualquier persona que ocupa un cargo político tiene una propensión negativa a la información que no controla. Hace un mes escaso que, en la presentación en el Puerto de Sagunto del magnífico CD que la empresa Facsímil ha hecho de los Cuadernos de Ruedo Ibérico, Marianne Brull recordaba las suspicacias de comunistas, socialistas y anarquistas en el exilio hacia aquella aventura editorial a la que acusaban de "no tener línea política". Marianne, dando un puñetazo en la mesa, con la energía de quien cree en sus principios, contraargumentó: "¡Claro que teníamos línea política! La política de la información".

Alguien pensará que aquellos eran otros tiempos y que no en balde estamos en la sociedad de la información. Mucho ruido y pocas nueces. La información sigue siendo molesta para el poder y, a la vez, indispensable para nutrir el pensamiento y la acción. Incluso nuestros altaneros gobernantes actuales le tienen aversión -y a Canal 9 me remito- a los impertinentes que llaman a las cosas por su nombre o que reclaman menor opacidad o manipulación. Y digo "incluso" porque, como es bien sabido, nuestros ¿representantes? aplican defectuosamente la lógica aristotélica y componen una canción que reza: si tenemos mayoría absoluta, estamos legitimados y, si lo estamos, todo lo que hagamos es legítimo, bueno e irrefutable y al que no le guste, que gane las elecciones. Confunden legitimidad y bondad y ello debería impermeabilizarles hasta el punto de no coger pataletas cuando los media los ponen ocasionalmente a caldo. Pues no. Incluso para ellos la información (veraz, se entiende) es una especie de mosca cojonera y tardan segundos en usar el insecticida más adecuado.

Hartos como están de seguir echando la culpa de todos los males que acaecen en la piel de toro a la funesta herencia socialista, hay algo que les saca especialmente de quicio: recordarles que no ha mucho sus predecesores, mentores y maestros hicieron alguna que otra tropelía sobre la que -¿en qué pensaba la izquierda?- se ha corrido un tupido velo y se ha dictado una implícita ley del silencio. Práctica habitual del memoricidio que hace que, entre otras cosas, mis alumnos no tengan ni la más remota idea de que el estilo y los frutos del gobierno actual tienen precedentes cercanos. No habían nacido y nadie se ha tomado la molestia de contarles nada.

Incluso es posible que, a pesar del ruido que se armó, muchos no conozcan la historia del Turia (¡magnífica la maqueta del Plan Sur!) ni la animalada de El Saler. Aquellos gritos de guerra de "el Túria es nostre i el volem verd" y "El Saler per al poble" puede que les sean desconocidos, así como la figura del honrado y prematuramente desaparecido Xust Ramírez. Pero la nube del silencio oficial cubre predios más extensos y ahí sí que me atrevo a augurar una supina ignorancia de la inmensa mayoría del personal y, en especial, de los más jóvenes.

Visto el patio, tomaremos prestada la indumentaria del cuentacuentos para hacer un breve recordatorio, a guisa de ejemplo, de algunas preguntas que se podrían hacer a la señora alcaldesa para que los servicios de urbanismo desempolven algún que otro legajo (o pregunten a algún funcionario todavía en activo) y nos expliquen cómo, cuándo y por qué sucedió que... el traslado a Benimàmet de la Feria Muestrario se saldó con el derribo del Palacio de Ripalda y con una operación urbanística (la Pagoda, Torres y Jardines del Real) de la cual desconocemos cuál fue el beneficio para el común y cuál el de los actores implicados. Qué justificó el traslado del campo del Vallejo (o del Levante UD) a una zona verde del Plan General de 1966 y, de nuevo, cómo se aplicó la reversión parcial de las plusvalías a la colectividad como manda la ley. Qué poderes y qué legalidad hicieron posible que donde un día se alzaban los restos de la Ciudadela, al día siguiente -por así decirlo- nos despertamos sorprendidos del bodrio que habían levantado en Cronista Carreres. Operación suculenta sí señor. Por qué la estación de Aragón y las playas ferroviarias anexas no revirtieron en propiedad pública como parece establecer el artículo 11 de la Ley 23 de Diciembre de 1961, 81/61 o Ley del Plan Sur ("y los destinados a red viaria urbana y a parques públicos serán cedidos gratuitamente al Ayuntamiento de Valencia") y, en su lugar, nos obsequiaron con una Avenida-aparcamiento (la de Aragón) y un buen número de viviendas sociales. Vayan ustedes sumando beneficios (privados, obviamente).

Rematemos este pequeño ejercicio de memoria histórica. El acuerdo nº 24 de la Comisión Permanente del 18 de septiembre de 1968 establece que "por la sección facultativa de Arquitectura se formule el estudio necesario para la apertura del Paseo al Mar, desde la calle de Cardenal Benlloch donde hoy finaliza hasta el límite que comprende el plano parcial número doce". Asistimos al inicio de la mayor operación especulativa del franquismo: la conversión de miles de hectáreas de huerta en futuros solares, aunque todos los planes generales insistan en el preámbulo que la ciudad debe crecer hacia el noroeste. Y, por último, dedicado a los amigos de Salvem el Botànic, informarles que en esa misma comisión permanente, en el punto nº 23 ya se habla de la licencia solicitada por D. Francisco Gil Colomer "para levantar edificaciones en la manzana comprendida entre las calles Beato Gaspar Bono, Cuarte, Fernando el Católico y Paseo de la Pechina". De aquellos vientos...

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¿Sería tan amable la Sra. alcaldesa de nombrar una comisión de investigación sobre éstos y algunos otros asuntillos y que dicha comisión llamara a declarar a los implicados (empezando por D. Adolfo Rincón de Arellano)? No queremos juicios. Queremos información. Los ciudadanos somos clientes y copropietarios de la ciudad y tenemos derechos ¿Está claro?

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