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Crítica:CRÍTICA | TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tarea del héroe

En el origen de este texto de Ibsen, escrito y estrenado en l882, hay también una polémica, muy a la Zola, respecto de si el pensador responsable tendría alguna ventaja de entendimiento en relación con la plebe, con esa mayoría de ciudadanos que acostumbra a imponer su voluntad en las urnas con razón o sin ella. Y hay también, digamos, una preocupación ética y muy médica acerca de la salud pública (el primer sistema de alcantarillado europeo se construye en Viena, en el último tercio del siglo XIX), a partir de la cual se construye una trama donde la voluntad de la verdad solitaria se alza contra la conveniencia de las multitudes. Es, pues, un texto de denuncia, pero también un canto a las virtudes de la élite frente a la desorientación o el oportunismo de la conducta gregaria.

Un enemic del poble

De Henrik Ibsen, en versión de J. V. Martínez Luciano y Toni Lluch. Intérpretes, Joan Gadea, Miguel A. Romo, Pilar Martínez, Enric Benavent, Carles Sanjaime, Albert Corner, Álvaro Báguena, Anna M. Cediel, Diego Braguinsky. Iluminación, María Doménech. Vestuario, Rosa Ros. Escenografía, Paco Azorín. Dirección, Carme Portaceli. Una producción de Teatres de la Generalitat. Teatro Rialto. Valencia.

En realidad, el argumento de este montaje, en sus dispositivos básicos, lo hemos visto después muchas veces en el cine, donde el héroe individual descubre alguna cosa de interés común que alguien quiere invalidar. De manera que no es la novedad su mayor interés, sino más bien la capacidad para llevar a cabo un ejercicio de estilo sobre algo ya muy transitado. La habilidad de este montaje, a cargo de la ahora algo menos agresiva Carme Portaceli, consiste en darle al texto otra vuelta de tuerca a fin de hacerlo no ya más contemporáneo, sino de proveerlo de una actualidad inmediata de la que, tal vez, carece. Un reparto de muchas campanillas, aunque obediente a patrones distintos de actuación, se desenvuelve bastante bien (aunque a veces los actores se tapan por errores de dirección) en un espacio escénico de mucha arquitectura, a las órdenes de una dirección apresurada que va a lo esencial y desdeña los matices de las oscilaciones que prevalecen en un texto de mucha vida interior.

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