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¡Qué vergüenza!, y también ¡qué lástima!

Después de 150 años, estamos construyendo de nuevo líneas de ferrocarril. Ese AVE que nos tenía que adentrar, en cuanto a transportes, en el siglo XXI: más rápido, más cómodo, más competitivo y eficaz frente al automóvil y el avión. Ese ferrocarril que nos tenía que unir directamente con Europa, con la tecnología más avanzada y con un presupuesto suficiente para hacer de esta nueva línea una de las mejores de Europa. Tenía que ser una de las joyas de la corona porque además corregía el error estratégico que cometieron nuestros antepasados al no construir un ancho de vía igual al europeo, lo cual nos ha aislado de nuestro vecino francés y, por tanto, del resto de Europa no sólo en transporte de pasajeros, sino, y puede que sea más grave, en transporte de mercancías. Y ahí está esa cifra de sólo el 4% de mercancías transportadas por ferrocarril frente al 40% que tiene un país tan poco ferroviario como Estados Unidos y esas vías de alta capacidad atiborradas de camiones a cualquier hora de día.

Negando toda evidencia, el PP sigue empeñado en que el AVE entre en Barcelona el 2004

Esa nueva línea de ferrocarril ha dado la oportunidad histórica a los buenos profesionales de este país de que pudieran tener su espacio de creación y de profesionalidad en la construcción de una infraestructura de más de 600 kilómetros de nueva obra, con una de las velocidades más rápidas, con un sistema de seguridad óptimo. Estos mismos profesionales, aunque muchos de ellos no puedan decirlo por el cargo que ocupan, deben de tener un extraña sensación de frustración y de vergüenza, ya que todas las obras, y especialmente las que presentan ese nivel de complejidad, tienen sus tiempos, sus calendarios y su ritmo. Además, muchas veces se nutren de experiencias que han tenido obras precedentes. Éxitos o fracasos anteriores de las empresas y de los profesionales son buenos compañeros para adentrarse en nuevos retos y nuevas construcciones.

Sin embargo, ante todos estos retos y complejidades, parece que una de las variables importantes de la construcción y puesta en marcha del AVE Madrid-Lleida haya sido la no intervención de empresas o de profesionales que colaboraron en la construcción del Madrid-Sevilla, porque eso sería dar un reconocimiento a la buena labor de un partido cuando éste tenía responsabilidad de gobierno. Ya se sabe que como todo lo reprochable, según el PP, deriva de los 14 años del Gobierno socialista, no podemos ni siquiera beneficiarnos del know-how adquirido por profesionales y por empresas que tuvieran algún protagonismo en aquella obra. Si esa línea funciona bien, si no tiene retrasos, si tiene un sistema de seguridad adecuado o si los trenes son lo que tienen que ser, todo eso se ha tenido que despreciar, incluso de forma insultante, en aras a una práctica de Gobierno, por lo que ya se percibe, errónea.

Otro elemento que parece haber guiado el quehacer del PP en la puesta en marcha de la nueva línea son los plazos. Pero no unos plazos derivados de las exigencias técnicas, sino de su calendario político. En 2004 (año de elecciones generales) el AVE debería entrar en Barcelona, cual ejército triunfante. Parece como si tuviéramos unos responsables políticos empeñados en enmendar la plana a la realidad y a las evidencias técnicas. Y éstas suelen ser muy tozudas. Tozudez que va emergiendo día a día, viaje promocional tras viaje promocional. Un sistema de seguridad de la década de 1950. ¿Se imaginan que hubieran comprado un coche último modelo y que les dijeran que el sistema de frenado es el de los automóviles de los años cincuenta porque tienen una "solvencia ya contrastada"? Pues esta es la explicación que dio un responsable del GIF (Gestor de Infraestructuras Ferroviarias) para justificar que el sistema de seguridad será de una categoría menor de la que un tren de alta velocidad requiere, porque esta instalación está retrasada.

O la respuesta de un responsable de Renfe en el Congreso de Diputados, cuando se le pregunta por qué no están terminados los trenes que requiere esta nueva línea y dice que estos trenes "no se pueden comprar en el supermercado".

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¿No ha tenido tiempo, en estos siete años que está gobernando el PP, de prever que al terminar la línea se necesitaban los trenes? ¿Le parece poco tiempo? ¿Y para los miles de kilómetros de alta velocidad que según el Plan Director de Infraestructuras del ministro Álvarez-Cascos (no ha sido aprobado por el Congreso) tendrá España en el año 2007, ya estamos pensando en los trenes? Porque sin trenes no hay servicio, y en los supermercados ya sabemos que no se venden.

Se podría hablar de falta de puntualidad, de apagones de luz, de sistemas informáticos inmanejables y de otras muchas cosas. Pero la tozudez de la realidad nos dará oportunidad de hablar de ello, ya que después de Lleida viene Barcelona, y si el tiempo y la salud nos acompañan Girona y Figueres.

De todos modos, no quiero acabar este artículo sin mencionar a los buenos profesionales que este país tiene en cuestiones ferroviarios. Ni ellos ni todos nosotros nos merecemos este chapapote ferroviario.

Carme Miralles-Guasch es profesora de Geografía de la UAB y diputada por el PSC.

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