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Reportaje:

La lucha por una vida normal

Una mujer británica se abre paso en el arte y la maternidad pese a una grave discapacidad

La británica Alison Lapper nació en 1965, sin brazos, con las piernas más cortas de lo normal y deformadas. A las seis semanas fue separada de su madre e ingresada en una residencia pública, mezcla de hospital, colegio y orfanato, con otros 200 niños con discapacidad, de la que no salió hasta los 17 años. "Restos de la concepción victoriana de la familia, supongo", dice. Recuerda que los pocos cuidadores ("había que luchar para que te atendieran") tenían obsesión en que los niños fueran todo lo normales que pudieran. "Teníamos que tener obligatoriamente brazos y piernas", apunta, "no entendían que ser normal es sentirte a gusto con tu cuerpo". A ella le pusieron unas prótesis en las piernas con las que nunca se sintió cómoda y de las que se deshizo a los 23 años. "No les culpo; no era crueldad, era su forma de pensar". "Es increíble que después de una infancia tan asquerosa ahora sea tan feliz".

Lapper se refiere a su carrera artística, de la que vive gracias a sus fotografías (que prepara en estudio con ayuda) y pinturas (que realiza con el pie). Por su trabajo, en el que desafía los estándares de belleza con retratos en los que posa desnuda, sola y junto a su hijo, ha obtenido la Orden Civil del Imperio Británico y el 8 de marzo recibirá uno de los premios Isabel Ferrer, un galardón que la Generalitat Valenciana entrega el día de la mujer trabajadora. Lapper ya está en Valencia, donde llegó ayer para asistir al Congreso sobre Mujer y Discapacidad.

Pero el principal motivo de su felicidad lo atribuye a su hijo Parys, de tres años, de quien dice que fue un accidente, aunque no tanto. "Si te esperas al momento adecuado para ser madre, nunca llega. Afortunadamente los accidentes existen", explica entre risas. El padre desapareció ("optó por desentenderse"), mientras Lapper se zambulló en la maternidad. Aprendió a manejarse con el crío, ayudada siempre por un asistente ("no me gusta que siempre haya una tercera persona, pero hay que acostumbrarse"), y le dio de mamar hasta los 10 meses. A falta de brazos y con la movilidad reducida, le cogía de la ropa con la boca y se ayudaba con los hombros. Tampoco son un problema las dificultades que tiene (no puede correr ni andar demasiado). Si cree que el niño está en peligro, levanta la voz para prevenirle: "Sabe que si su madre dice que no, es que no. Me basta con cambiar el tono para que me obedezca". Quizás los problemas lleguen cuando el pequeño sea consciente de las limitaciones de su madre ("desde hace poco me ha preguntado varias veces donde están mis brazos"). Lapper es consciente de "los comentarios crueles" a los que tendrá que hacer frente Parys. "Le trataré de enseñar que como a mí no me afecta, a él tampoco le tiene que afectar", comenta. "Los prejuicios son el problema de quien los tiene, no el mío". Más recelo siente ante los servicios sociales ingleses: "Están al acecho por si cometo algún error y pueden llevarse al niño, porque soy madre soltera y discapacitada". "Tengo el mismo derecho a ser madre que cualquier otra mujer", apunta. Considera que ya lo ha demostrado después de estos tres años.

Lapper no mantiene relación con su madre ni su hermana. "Cuando no hay lazos desde pequeña, luego es imposible que existan", explica. Lo contrario que pasa con su hijo. "Parys lo es todo".

Alison Lapper atiende al teléfono con los pies tras la entrevista en Valencia.
Alison Lapper atiende al teléfono con los pies tras la entrevista en Valencia.SANTIAGO CARREGUÍ

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