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Entrevista:MIGUEL D'ORS | Poeta | Signos

"Hoy la poesía llega muy bien a la gente: hay libros que son verdaderos 'best-sellers''

Miguel D'Ors (Santiago de Compostela, 1946), nieto del escritor Eugenio D'Ors, es un caso atípico de la poesía contemporánea. Fue, desde comienzos de los años setenta, uno de los precursores de la llamada poesía de la experiencia, es decir, aquélla en la que lo cotidiano, lo autobiográfico y lo íntimo son parte esencial del material y el espíritu poético. Sus convicciones religiosas y su talante conservador lo dejaron, sin embargo, fuera, o al margen, de una corriente que él contribuyó a formar pero que, ideológicamente, se situó siempre en la orilla contraria. Premio Nacional de la Crítica en 1987 por su libro Curso superior de la ignorancia, D'Ors prepara ahora un nuevo poemario, del que prefiere no revelar el título, mientras sostiene que la poesía, hoy, en algunas ciudades, se debate en inútiles batallas locales.

Pregunta. Un poeta inglés sostenía que hay tiempos idóneos para la poesía y otros que requieren de eslóganes. ¿La poesía puede ser también un eslogan?

Respuesta. La poesía se puede emplear para muchísimas cosas, desde conquistar a una mujer a criticar a un gobierno pasando por adular a un poderoso. Se puede utilizar para cualquier caso, pero si eso es poesía o no, es algo que se decide en otro plano. Un texto no es poesía o no deja de serlo por hablar desde una perspectiva ideológica o de otra. Un poema a la Purísima Concepción no es mejor ni peor que otro escrito en apoyo de la huelga del metal. Ambos pueden ser poesía buena o mala, sean de un signo o de otro. Es como un avión: se puede usar para apagar un incendio o para bombardear Irak.

P. Ahí está el caso, por ejemplo, de Alberti, que hizo esos tipos de poesía...

R. Alberti ha hecho poesía intimista y ha hecho poesía comprometida, y ha hecho cosas muy buenas y cosas malas en los dos campos. Tiene poemas de guerra maravillosos y poemas de guerra lamentables.

P. ¿Ha perdido el poeta de hoy la preponderancia que tenía, por ejemplo, en los años treinta?

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R. No. La poesía del siglo XIX, con Zorrilla, por ejemplo, tenía un público. Y Juan Ramón Jiménez y los hermanos Machado y Villaespesa tenían un público. El distanciamiento comenzó a principios del siglo pasado, cuando empezó a hacerse poesía sólo para poetas, no para el público. Y el público se alejó. Eso produjo un gran vacío en los años veinte, en que el público no entendía la poesía porque tampoco había mucho que entender. Pero después ha habido un momento de acercamiento hacia el lector. Ahora mismo se hace un tipo de poesía que llega bien a la gente. No hay más que ver cómo se llenan los recitales poéticos. Hay libros de poemas que son verdaderos best-sellers.

P. Usted ha hablado en sus artículos de que ha existido por parte de los poetas de hoy un regreso al clasicismo.

R. Clasicismo, sí, pero no en el sentido académico, sino en el sentido clásico de que hay que buscar un equilibrio entre la forma y el contenido, entre lo objetivo y lo subjetivo.

P. Usted ha escrito poemas religiosos contra el aborto, por ejemplo. ¿Ese talante, digamos, conservador, le ha hecho sentirse marginado?

R. Yo soy católico practicante. La coherencia con ello me supone ciertas cosas en el plano práctico. Me han colgado bastantes sambenitos por eso. Sin embargo, me considero universalista. Para un poeta, su patria es su lengua. Pero sí he padecido algunas cosas. Yo soy uno de los padres de la poesía de la experiencia, que es una corriente hegemónica en la que hay gente muy brillante, pero en la que también, durante 20 años, ha habido una oligarquía que ha ninguneado a muchos y los ha hecho sentirse ninguneados. No quiero decir que en esa oligarquía no haya gente con mucho talento, gente que, además, se ha llevado muchas bofetadas por estar en primera línea. Pero esa oligarquía hizo que mucha otra gente se sintiera marginada, y con razón, sobre todo en las instituciones. Sólo puedo decir que, en 24 años que llevo en Granada, sólo se me ha invitado una vez a un recital poético. Y fue suspendido.

P. ¿Es Granada una ciudad provinciana literariamente hablando, con luchas internas?

R. Sí. Siempre se dice que Granada tiene mucha vida cultural, y es cierto, pero luego están esos enfrentamientos entre la poesía de la experiencia y la poesía de la diferencia en la que todo es blanco o negro, y es muy difícil colocarse en los matices del gris. Hay muchos que dicen sentirse vetados en las instituciones o por tal partido en el poder. Aunque luego cambia el partido, y siguen sintiéndose vetados. Y luego hay poetas muy buenos que permanecen absolutamente ignorados.

P. Su último libro es de 1999. ¿Es usted lento escribiendo?

R. No. Cuando escribo, lo hago rápido, aunque corrijo mucho. Llevo una temporada escribiendo poco. Creo que mi próximo libro será de vejez y retirada.

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