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DON DE GENTES
Columna
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La señorita me tiene manía

Elvira Lindo

LA SEÑORITA me tiene manía. Creía que nunca volvería a decir semejante frase, y así me veo, en semejante situación. A la señorita le importa un pimiento que yo escriba en EL PAÍS, le da igual que sea un icono/a gay, le da igual que los señores organizadores de la Manifestación me pusieran en el corralito de los VIP, le da igual que me citaran en Siete vidas y que eso haya provocado que por fin mis hijos e hijastros me tengan consideración. La seño me tiene manía porque resulta que estábamos todos los de mi clase pronunciando el alfabeto francés, porque me he apuntado a primer curso porque soy una intelectual con tantas carencias que casi ni parezco una intelectual; vamos, sólo parezco intelectual porque me paso el día firmando manifiestos, y en total, que estábamos recitando el alfabeto y me dio la risa porque es que a mis compañeros se les ponía una cara de idiotas que te cagas. Y lo digo sin acritud. Pero a mi seño no le pareció bien dicho cachondeíto y me puso de pie y me mandó decir el alfabeto a mí sola, y fue un cortazo, la verdad, porque yo la memoria la he trabajado poco (soy ya de la EGB, y, como dice mi santo, se aprecia la decadencia educativa) y sólo me sé de corrido los pueblos de Madrid. Y porque los decía cantando. Por cierto, ahora que veo que Ana Belén hace un anuncio de Madrid, ¿no sería bonito que saliera yo cantando dichos pueblos en un anuncio de la tele? No soy bella como Ana Belén, pero tengo mi público, qué caramba. El caso es que de verme ahí de pie delante de mis compañeros se me hizo la picha un lío (ya saben que me está saliendo miembro, es el primer caso que se da en España) y enmudecí y mi seño y mis compañeros se rieron a mandíbula batiente. Momento bajo en mi vida de intelectual de izquierdas. Lo cuento a fin de que ustedes no me idealicen. La culpa la tiene el editor Herralde porque en su día me llamó para que presentara una novela de Amelie Nothom y fui y sólo supe decir eso de: Lulu, c'est moi. Y me acomplejé hondamente.

No sé qué pasa conmigo, le digo a mi santo, lo que yo busco es hacerme una posición en la vida y, por hache o por be, no lo consigo. El otro día estaba comiendo en el Tsunami (ese templo del California Roll) y se me queda mirando un señorito del PP, de cuyo nombre no quiero acordarme y que lleva cosas de comunicación de nuestro presidente, y me hace un gesto (no invento, certifico) como de reñirme. Como buena paranoica, pensé: ¿por qué me riñe este tío, qué pecado cometí? Y llegué a la conclusión de que si yo fuera del PP no me caería nunca bien una persona como yo, pero los buenos políticos se distinguen de los malos en que los buenos ponen buena cara a las críticas de las zascandilas como yo y nunca se les nota la quemazón que tienen por dentro. Se ve que nadie les explica que eso de los chistes sobre ellos va en el sueldo. Conste que a mí también me gusta hacerlos sobre la oposición. No me caso con nadie. Por ejemplo, no me digan que no fue gracioso el día en que salió Caldera, con su peinado de romano, en el programa de Fuentes y dijo que Crónicas marcianas era un espacio transgresor. Cágate lorito.

Yo debo tener algún fallo porque noto como que no se me respeta. Debe ser mi físico. Me faltan centímetros. Así se lo dije al venezolano Aquiles Machado, que de centímetros sabe mucho porque los tiene a lo ancho y no a lo largo, y en el Teatro Real no le dejaron cantar por dichos centímetros el año pasado. Ahora se está desquitando con Fausto. Estuve con él en una cena que organizó Mantilla (Top Mantilla) sólo apta para taponcetes. Al final vinieron mi santo y Javier Rioyo, pero estuvieron arrinconados, hablando de cosas de gente alta. Los bajos, cuando nos juntamos, formamos un lobby superpoderoso. El Lobby Feroz. Como decía Monterroso, un enano reconoce a otro enano a primera vista. Le dije a Aquiles que eso de cantar Fausto está muy bien, pero que él tendría que hacer algo cómico porque cuando un venezolano sale gracioso es que te meas. En un momento dado, Aquiles imitó el requiebro pélvico del Puma y contó que en su casa tiene un estante para las creaciones musicales humorísticas. Entre ellas ocupa lugar de honor el Toda, toda, toda de Jesulín. Yo tenía que haber ido ese día a ver Fausto, pero no pude porque justo tenía hora con mi profesora de musculación de la cara. Si ustedes me ven en una foto con los pómulos rellenos, no es silicona, aviso, es que las clases de fitness facial están funcionando. Yo encuentro que me voy dando un aire poco a poco a la duquesa de Alba, pero, vamos, igual son cosas mías. Que soy superpositiva.

De vuelta a casa en un taxi le pregunté a mi santo: ¿qué podría hacer para que se me tuviera más respeto?, y mi santo me dijo: "callarte". Típico humor jiennense. Calladita me quedé. El taxista hablaba con un colega por radio, decía: "Sí, tío, un gay es como un maricón pero con dinero". Yo pensé: "se lo tengo que contar a Zerolo por si le sirve para la campaña". Ya estaba marcando el teléfono, pero mi santo gritó: "¿Tú te crees que son horas de llamar a Zerolo? Deja vivir a Zerolo. Deja vivir a España". Si no la tienen a una respeto en casa, cómo la van a tener a una respeto fuera. Es lo que yo digo.

Jesús Caldera, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, con el pelo al estilo romano.
Jesús Caldera, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, con el pelo al estilo romano.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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