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Columna
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Arroz obsceno

A más de uno se le hace la boca agua pensando en las mil paellas que les va a servir el PHN, en la manifestación del 2 de marzo. Y todo gracias al presidente Olivas, a quien algunos ya han concedido el tratamiento de Molt palanganero: ¡Olivas, agua al tres! A Olivas como no va de rancho ni guerra, le ha pegado la dentera, se ha liado el presupuesto público a la cabeza y anda por ahí repartiendo mandobles publicitarios y estopa televisiva. Si además paga los autocares y pone los bocadillos de mortadela y tortilla de patatas, completa el viejo álbum de familia. En México, un diario, ha visto a Aznar con gorro cuartelero y haciendo el saludo fascista; en Valencia, Olivas repartiendo raciones de paella, al calor del fuego de campamento, cierra la secuencia. Cuánta nostalgia y cómo las cosas vuelven a su origen, superada la farsa del centro. Y queda fuera de toda duda que el 2 de marzo está en rojo no sólo en el zaragozano, sino en el calendario de las estratagemas electorales del PP. El trasvase del Ebro, aprobado en las Cortes, ha dejado de ser una vaporosa intención de riego y de golf, para convertirse en un colmillo retorcido capaz de sacar votos, sin gastar escrúpulo alguno en los verdaderos intereses de los agricultores, a los que usa de escudos humanos, para protegerse las urnas. Y ahí sí que va a hacer piruetas para recuperar los residuos de esa gran potencia de la opinión pública, que mayoritariamente le ha vuelto las espaldas. El PP está tocado del ala y del perol, pero no tiene empacho ni vergüenza en dilapidar los dineros de todos los valencianos para costearse su exclusiva cartuchería: es consciente de una situación que empeora, día a día, y cuyo remedio se presenta poco propicio.

Y esa gestión, entre el despotrique y el saqueo, provoca la contundencia de una oposición que percibe resultados nada desdeñables. Las distancias se han acortado. La guerra recrudece los errores de un partido que apuesta por el ventajismo, y despilfarra las arcas públicas. Joaquim Puig se lo restregó por las narices: ni aún con las manipulaciones de un Canal 9, sumido en el chapapote del desprestigio y las martingalas, se ha podido escamotear la realidad de la calle y de la gente. Frente a argumentos de tal peso, Olivas que es retórico, pero poco fino en dialéctica, sólo puede echar mano del falaz recurso de la descalificación sistemática. Por su parte, el candidato a la Generalitat, por la Entesa, Joan Ribó, le dio un buen repaso al fugaz presidente y a los de su desvalida panda, al recomendarles que hagan su pic-nic con sus propios dineros. Difícil propuesta cuando la hacen descaradamente con dineros apropiados: y le pareció abusiva -lo es objetivamente- la cuantiosa inversión de fondos para las movilizaciones del día 2. El PP se juega su resto: si no consigue situar en valencia entre 300.000 y 350.000 personas, con tanto desembolso y tanta gaita, va a precipitarse en un espantoso ridículo, además de hundirse del todo en la obscenidad política. El 15 de febrero ha marcado máximos históricos. Los principios y las convicciones tiran más que el plato y la voracidad del poder. Y los agricultores son sensibles, cuando, hoy, en Madrid, está dando el callo Nunca Máis, donde cada quien se paga el viaje de su bolsillo. Para verbigracia.

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