Nada es lo que parece
Estamos en el XXI. Esta convención nos permite en estos momentos mirar como un ciclo pasado todo lo que ha acontecido artísticamente en el siglo anterior y plantearnos preguntas tan obvias, tan desgastadas, de tan incierta respuesta, pero tan estimulantes como "¿qué será de la pintura?". Para responderla tenemos a nuestro favor que no se puede juzgar a un asesino dos veces por el mismo crimen. Ya se intentó enterrar la pintura. Pero cuanto más profundo se ha hecho el hoyo, con más intensidad se ha aferrado a la vida. Y es que a la hora de hacer hipótesis sobre la pervivencia de la pintura, existe siempre un problema de base. No es tanto el soporte como lo que dice ese soporte. Incluso cuando la pintura es en sí misma su expresión, está hablando de algo que trasciende al propio gesto artístico: su tiempo.
JORDI FULLA
Galería Trama Petritxol, 8. Barcelona Hasta el 1 de marzo
Y es en este sentido de
enlace con la contemporaneidad, que la pintura vuelve a ocupar un espacio de interesante perspectiva gracias a los nuevos autores que están comprimiendo en sus lienzos la realidad de nuestra época, más definida por pulsaciones que por descripciones.
Jordi Fulla (Igualada, Barcelona, 1967) es uno de ellos. Su concepto de pintura está plenamente en interacción con los nuevos medios como la fotografía y las modernas tecnologías, aunque su pintura no vaya más allá del uso del acrílico y el collage. Jordi Fulla juega con el aclimatamiento fotográfico del espectador actual y le hace creer que realmente se encuentra ante una fotografía, pero no se trata de un ejercicio de hiperrealismo, porque entonces utilizaría otro tipo de referentes.
Lo que intenta Fulla es tratar en forma pictórica los conceptos del arte moderno como simulación, engaño voluntario y relatividad de la percepción, y lo hace mediante un elemento que ha sido desprestigiado por la contemporaneidad: la técnica. Y de aquí se deduce una de las claves para definir su obra como de sintonía con el tiempo: su falta de prejuicios al disponer de todos los recursos de forma y concepto que tiene a su alcance.
Jordi Fulla hace su recorrido pictórico en esta exposición mediante la simulación de un paisaje cartográfico, en el que el punto de visión que ha de adoptar el espectador es el de un satélite en órbita sobre la Tierra. El pretexto es el agua que como metáfora de las variadas formas que puede adoptar un mismo elemento nos da la clave del trasfondo conceptual de la exposición: nada es lo que parece.
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