El Laboratorio expone obras de artistas y vecinos de Lavapiés
El centro 'okupa' de Lavapiés expone las obras de decenas de creadores jóvenes y vecinos del barrio
Es tanta la actividad que hay todas las tardes en el Laboratorio de Lavapiés, que los primeros sorprendidos son sus responsables, es decir, los okupas que tomaron esta antigua imprenta de la calle del Amparo para convertirla en un centro social, que es como ellos lo denominan ahora.
Dicen que el éxito les supera, que es tanta la gente que acude a sus actos (conciertos, presentaciones de libros, fiestas, clases de yoga, de danza, de teatro, de idiomas, sesiones de cine), que van a tener que regular de alguna manera las actividades que allí se realizan. "Esto es la calle, y todo se llena de gente. Puede que algún día haya un problema con tanta gente y pase algo", comenta Carlos, uno de los que trabajan en este centro desde que se creó.
"Aquí no se juzga si lo que se trae es bueno o no; cada uno presenta lo que siente", comenta un organizador
Una de las actividades que más éxito tienen son los conciertos de hip-hop, muy unidos al movimiento grafitero.
La semana pasada les ha vuelto a pasar lo mismo con la última de sus iniciativas, una galería para exponer la obra de artistas plásticos, abierta en una nave de la tercera planta, en lo que antes fue el taller de linotipias.
Corrió la voz y, rápidamente, fueron llegando visitantes y también artistas con sus piezas debajo del brazo y el deseo de exhibirlas. Así que la sala se quedó pequeña, muchas obras se han quedado en un almacén, se ha creado una especie de lista de espera y ha habido que tomar una decisión: convertir todo el edificio en sala de exposiciones. Nada menos que cerca de 3.000 metros dedicados al trabajo de artistas de todo tipo y todas las edades con ganas de mostrar su trabajo en una galería tan peculiar.
La idea nace en el taller de artes plásticas del Laboratorio, en el que participan cerca de 20 personas, que cuentan en el edificio okupado con una nave convertida en estudio colectivo. Allí tienen sus caballetes, pinturas, lienzos o los instrumentos que necesitan para sus creaciones. "Poco a poco fuimos arreglando una sala y colocando obras para que fuera una galería. Empezamos muy humildemente, ni nos atrevimos a anunciarlo, teníamos miedo de que no hubiera una respuesta, que no nos hicieran caso. Pero ahora nos ha sobrepasado. Vienen profesionales, estudiantes de Bellas Artes, gente de otros barrios a los que les interesa poner aquí su obra aquí. Porque el ambiente y el espacio es muy especial", comenta Nor Voces, uno de los artistas más implicados en la galería, bautizada ya como Sala de Linotipias.
"Aquí no se juzga si la obra es buena o no. Cada uno presenta lo que siente. Lo que nos une a todos es la necesidad de contar con un espacio para expresarnos", explica Nor.
Otra de las características de lo que se exhibe es su carácter social o de denuncia. Hay trabajos que aluden a accidentes laborales, a la guerra o al chabolismo, expresado de las formas más variopintas: un corazón de cerdo lleno de gusanos, manchas de sangre o sillas colgadas de las columnas. Hay también gran cantidad de materiales reciclados (una bañera, cuhillos de carniceros o focos de la luz). El arte más alternativo ha okupado el Laboratorio y se extiende por él de formas muy peculiares. Puede estar en una pared, en las escaleras, el suelo o el techo. Y dentro de muy poco, el resto de las actividades del edificio okupado tendrán que convivir con él.
Junto a la galería de arte se ha montado también un pequeño museo dedicado a la linotipia que acogió en su otra vida. Mesas de madera con diminutos cajones, cajas de letras, mesas, estenterías y escritorios todo de madera, el cuaderno con el resumen de horas trabajadas o a calendarios con chicas muy provocativas, pero de los años sesenta y setenta. "Han venido a verlo varios hombres del barrio que trabajaron aquí en su juventud. El otro día uno se emocionó mucho", cuenta Nor.
Pero los implicados en la actividad de este centro saben que tienen los días contados. Que cualquier día habrá un desalojo. "Cuando nos echen, demolerán todo. Es de los pocos edificios industriales que quedan en el barrio. Nosotros intentamos cambiar su destino, creemos que lo propio es rehabilitar y reutilizar el espacio. Lo deseable sería que el Ayuntamiento comprara el edificio a su propietario y permaneciera como un centro cultural. Hemos solicitado en Ayuntamiento una reunión para tratar el asunto, pero es muy complicado", concluye Carlos.
El Laboratorio. Amparo, 103. Horario: de 19.00 a 24.00, de domingo a jueves, y viernes y sábado, de 19.00 a 1.00.
Una herencia llena de problemas
Ni en los peores sueños se imaginaban los dueños del edificio okupado de la calle del Amparo algo como lo que les está sucediendo. Lo dice Felipe Samarán, arquitecto de 32 años. Su abuelo compró ese edificio en 1958, que funcionó como imprenta hasta su muerte, en 1982. Entonces instaló en él su padre, también arquitecto, su estudio. Una vez resueltos los trámites y papeles de la herencia, la familia comenzó a pensar qué hacer con él. "No teníamos dinero para demolerlo. Pensamos en soluciones como garaje o almacén", relata Samarán, que pasó varios ratos trabajando en un posible proyecto de rehabilitación.
Finalmente se llegó a un trato con una inmobiliaria y, en 1998, se solicitó una licencia de demolición y otra para obra nueva. Esa licencia llegó en marzo del año pasado, justo un mes después de que el movimiento okupa entrara en la antigua imprenta. Entre medias, la familia Samarán había tenido que reunir infinidad de papeles y documentos solicitados por el Ayuntamiento, incluso realizar catas arqueológicas, no fuera a ser que hubiera restos valiosos en el subsuelo.
Como el edificio estaba en mal estado y una vez okupado había mucha actividad dentro, el Ayuntamiento reclamó a la propiedad unas obras de rehabilitación. La familia Samarán se niega a pagar, así que el Ayuntamiento actúa de oficio y ahora les reclama el importe. Felipe Samarán vive y trabaja en un estudio de 60 metros cuadrados. Dice también que tiene muchos amigos en el Laboratorio.La última broma negra llegó hace poco por correo: una carta del Ayuntamiento diciéndoles que les toca pasar la Inspección Técnica de Edificios (ITE).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.