Relación afectiva y musical
Dentro de su XI ciclo, el Liceo de Cámara, promovido por la Fundación Caja Madrid, ha actuado una vez más el Cuarteto Alban Berg, de Viena. Para el público filarmónico de hoy, la asiduidad, el mérito, el virtuosismo y la nobleza de estilo del Alban Berg vienen a significar lo que fueron, en los años de la Sociedad Filarmónica, los cuartetos Rosé o Checo, de modo que a la relación musical se añade la afectiva entre los intérpretes y su audiencia.
Nacido en 1970, permanecen desde entonces en la formación el primer violinista, Günter Pichler, y el violonchelista Valentin Erben, mientras mudaron el segundo violín (Gerhard Schulz sucedió a Klaus Mätzl en 1978) y el viola Thomas Kakuska tomó el relevo de Hatto Beyerle, en 1981). Persiste entonces la unidad de pensamiento y la orientación de los días fundacionales, tanto en la interpretación del repertorio como en la atención a las creaciones de nuestro tiempo, desde Urbaner, Leitermeyer o Haubenstock-Ramati hasta Berio, Rhim o Schnittke. De éste ha sonado en el primer programa el Cuarteto número 4 estrenado a escala mundial por el Alban Berg en 1989, nueve años antes de la muerte del autor, uno de los protagonistas de la "nueva línea" de la música soviética.
Liceo de Cámara
Cuarteto Alban Berg. Obras de Haydn, Beethoven, Janacek y Schnittke. Auditorio Nacional. Madrid, 12 y 13 de febrero.
En el segundo programa tuvimos una espléndida versión de otro conciliador-renovador de estilos e ideas en la segunda mitad del XIX y primer cuarto del XX: Janacek (Hukvaldy, Moravia, 1854-Ostrava, 1928). Su primer cuarteto, inspirado en la Sonata a Kreutzer, de Tolstói, es obra hermosa, densa y extensiva. Quiero decir que los cuatro instrumentos de arco se convierten en medio de expresión que excede el género para internarse en el dramatismo y la confesión íntima que llevó al compositor a la esplendidez de sus óperas, desde Jenufa, 1904, hasta De la casa de los muertos, 1928.
Mensaje
Como casi toda la inventiva de Janacek, el primer cuarteto entraña problemas singulares por la notoria individualidad del mensaje psicológico que, al mismo tiempo, no renuncia a una carga lírica evidente. Pero los profesores del Berg superan toda dificultad y nos comunican con extrema naturalidad cuanto la partitura contiene para alcanzar la claridad, esa luz que hace verídica y fluyente la más recóndita propuesta poética.
Abundar en la perfección, el impulso, la fidelidad y la grandeza con la que la agrupación de Viena cultiva a Haydn, del que nos dieron una lección magistral a través del Cuarteto en do, opus 76 número 3, el del himno austriaco, o la cima de Beethoven, me parece ocioso. Para el Alban Berg estos grandes son el aire que respiran y la palpitación que acusa vida. Tras el Cuarteto 11, en fa menor, el público ovacionó y aclamó en medida desusada a sus "amigos de Viena". Günter Pichler dedicó la propina de adiós "a nuestros amigos de Madrid".
Babelia
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