Cinco rutas con refinado gusto inglés

1 OXFORD Y CAMBRIDGE

Las dos ciudades rivales en la vida académica británica están a poco más de una hora de Londres. La visita a los colegios deja constancia del modo en que los británicos se aferran a sus tradiciones. El sistema educativo es tan inmutable como las piedras llenas de verdín de los claustros y jardines. Disciplina mental y corporal es el imperativo desde la fundación de los primeros colleges, en 1200. Ochocientos años después, levantarse a las seis de la mañana para entrenar la próxima regata no parece menos importante que leer a Ovidio en latín o cantar en el coro de la capilla cada tarde a las seis, en la Evensong. El complejo sistema que hace posible aprender diferentes disciplinas dentro de cada college tiene la ventaja de poner en contacto a estudiantes con diversos intereses.

Cambridge, Oxford, Woodstock, Garsington, Brighton o Charleston ofrecen alternativas a la capital. Visita al retiro de lady Ottoline Morrell y el grupo de Bloomsbury.

2 WOODSTOCK

A 11 kilómetros al noroeste de Oxford, Woodstock es un confortable retiro para londinenses acomodados. El pueblo, pulcro y diminuto, tiene una pujante industria cibernética y unas colinas redondas llenas de corderos de donde salen los mejores guantes de cabritilla de Inglaterra. Pero, sobre todo, es una localidad creada en torno al gigantesco Blenheim Palace, residencia de Winston Churchill y de sus antepasados desde 1704. Vaubrugh, el arquitecto, se adelantó a su tiempo al fijarse en la relación de lo construido con el paisaje. Consiguió que la casa aparezca como un pretexto para disfrutar del espléndido coto de caza circundante. La mole, que sigue el modelo de Versalles, está entendida como una escultura: las torres satélites forman un bosque de extrañas formas, un calidoscopio cambiante desde cada ángulo. El palacio es deudor de Bernini, pero también romántico, con esa referencia tan inglesa a los edificios medievales que le da un aspecto de castillo en el aire. Es una fortaleza caprichosa y fantástica perfectamente integrada en las praderas de Oxfordshire. Desde el interior, ni los retratos de familia firmados por Reynolds o Sargent, ni las fotos de lady Diana sobre el piano de la biblioteca consiguen desviar la mirada del verde que entra por las ventanas.

3 GARSINGTON

Siempre en el área de Oxford (mirar la carretera), Garsington celebra, en los meses de junio y julio, un festival de ópera en una mansión construida en el siglo XVII. En los años veinte, la dueña, lady Ottoline Morrell, acogía en ella a muchos miembros del grupo de Bloomsbury. Algunos vivieron a su costa, representaron comedias en su casa y la retrataron sin piedad en sus libros. "Siempre hay en alguna parte alguna mujer dispuesta a darme comida y cama. Gracias a Dios que hay mujeres", escribió D. H. Lawrence en una carta. Pero ella siguió recibiendo a Yeats, Diaghilev, Russell, Huxley, Epstein y otros jóvenes airados. En la actualidad, en el Garsington Manor la función transcurre al aire libre. El escenario es una terraza sobre un jardín de rosas protegidas de los elementos por un toldo liviano. En los entreactos de Rossini o de Mozart, los espectadores abren sus cestas de pic-nic y cenan sobre el césped en traje de gala. A veces la escena real junto al estanque parece más teatral que la ficticia. La ilusión comienza al cruzar el umbral del recinto y no se desvanece hasta abandonarlo.

4 BRIGHTON

Desde Londres, hacia el sur, la escapada obligada es Brighton. El lugar más juergista de Inglaterra no descansa ni de día ni de noche. Es una isla de frivolidad y recreo en el condado de Sussex, que posee algunas de las casas de campo más hermosas del país. Una de ellas, dos millas al norte de Brighton por la A-23, es Preston Manor, una mansión amueblada con el mejor gusto del final del siglo XIX. Constituye un escenario ejemplar para entender el confortable mundo de la alta burguesía eduardiana; el contraste entre los aposentos de arriba, para los señores, y los de abajo, para los criados, se mantiene intacto. Las pinturas de primitivos flamencos en el gabinete y la colección de leones chinos del comedor conviven a distinta altura con los ingenios para planchar y las austeras cocinas.

5 LEWES

Sin abandonar Sussex, por la A-27 en dirección a Eastbourne, se atraviesa Lewes, antigua capital del condado. A siete kilómetros, Firle Place es el paradigma de la gran casa de campo inglesa; propiedad de la misma familia desde hace quinientos años, es una mezcla de arquitectura tudor y georgiana instalada en un espléndido parque a los pies de las South Downs. En torno a la casa se recortan sobre fondo verde la iglesia, el diminuto pueblo, los jugadores de críquet vestidos de blanco, las vacas y un inmenso estanque donde los nenúfares cubren el agua. De nuevo en la A-27, dos millas más lejos, está Charleston, un secreto edén lleno de colores que sirvió de refugio a Duncan Grant y Vanessa Bell, hermana de Virginia Woolf. Todo está hecho con sus propias manos: los estampados de las telas, las pinturas al fresco en las paredes, la odalisca al óleo tendida en la bañera; entre sus obras originales cuelgan diseminados dibujos y óleos de Pisarro, Sickert o Delacroix. En el estudio, Nijinski posa fotografiado como un pájaro de fuego en un rincón, rodeado de un fenomenal desorden. Al salir afuera, el jardín, rebosante de amapolas, lilos y hierbabuenas, es el vivo ejemplo de ese inefable desaliño inglés encarnado en las plantas. Por algo se convirtió en santuario campestre para los Bloomsberrys.