"Con Mariana Pineda he aprendido la belleza de la lentitud"
Acaba de actuar en Boston, Washington y Nueva York y ya ha pasado a la leyenda la noche en que Antonio Banderas entró en su camerino y se puso de rodillas para rendirle pleitesía. Esta noche se estrena en el teatro Calderón de Madrid Mariana Pineda, y Sara Baras (San Fernando, Cádiz, 1970) cree que la heroína lorquiana le ha enseñado a bailar de una manera distinta: "Ahora he aprendido a estarme quieta. Ya sé que no todo es velocidad y taconeo". La función, dirigida por Lluís Pasqual y con música de Manolo Sanlúcar, permanecerá en cartel hasta el 30 de abril.
Pregunta. Así que Estados Unidos se ha volcado con el festival flamenco.
Respuesta. Sí, lo de la gente ha sido flipante y las críticas han sido muy buenas. Ya se sabe que con el flamenco típico la gente se vuelve loca, pero con Mariana, que es otra cosa, estaban en silencio todo el tiempo y el teatro se caía. Una de las noches del City Center de Nueva York es una de ésas que se te quedan para toda la vida. Había muchos españoles y estaban muy entregados.
"En Nueva York, Antonio Banderas vino con una naturalidad y una sencillez... Se puso de rodillas y a mí las lágrimas se me saltaban. Daba hasta gritos..."
P. ¿Fue ése el día que estuvo Banderas?
R. No, él vino el último, y fue precioso porque llevaba dos gorilas enormes, pero vino con una naturalidad y una sencillez... ¿Sabes que va a hacer un musical en Broadway? Bueno, pues se puso de rodillas y a mí las lágrimas se me saltaban. Daba hasta gritos... Es que la obra tiene algo especial. Otras cosas gustan más o menos, pero con ésta no sé qué pasa que todo el mundo se entrega mucho...
P. ¿También en Sevilla?
R. También, aunque hubo críticas malas. Pero no se ha entendido igual que en París, Milán o Barcelona. A lo mejor es que cada vez se entiende mejor porque está más rodada.
P. Quizá es que la historia llega más ahora a la gente.
R. Puede ser. Una profesora de Nueva York dedicó un mes a trabajar la obra de Lorca con sus alumnos, y luego vinieron todos al teatro y tenían que hacer la redacción con lo que habían visto. Eran niños pequeños y es alucinante que eso se haga en Estados Unidos y aquí no. De todas formas, sigue dando mucha alegría llegar a España y poder fumar en el camerino antes de salir a actuar. La directora del teatro de Washington nos dijo que a ver si volvíamos, que hacía mucha falta esta obra que es un grito por la libertad. Y yo le dije: Mariana Pineda fumaba Marlboro. Y hasta que no deis a los artistas la libertad de fumar en el camerino no volvemos.
P. En agosto, antes del estreno, dijo que esta obra le había enseñado a bailar de otra manera.
R. Lo decía por Pasqual. Nada de lo que dice es gratuito. Te dirige y tú no te das cuenta. Es un tipo que no es normal. ¿O acaso es normal que tenga unas botas de bailar y se las ponga y se ponga a bailar contigo en el escenario? Con él he aprendido a estar parada, la belleza de interpretar sin correr, sin zapatear, con un gesto, con un brazo, haciendo cada cosa en su momento porque hay un momento para cada cosa. Ahora estoy más lejos del arrebato. No me importa enseñar lo rápida que puedo ser. Prefiero estarme quieta.
P. Como Manuela Carrasco o El Güito.
R. Eso son palabras mayores, pero sí, intento buscar esa belleza de la lentitud, ir calentándome poco a poco, sin buscar las ovaciones fáciles. La obra es una línea continua que rompe al final. Y ahora creo que eso es más el baile que lo que yo estaba acostumbrada.
P. ¿Y es más fácil o más difícil?
R. Mucho más difícil. Lo más difícil del mundo es pararse. Pararse porque te lo pide ese peso. Por una razón. Las cosas hay que llevarlas a tu terreno, y si no... Lo otro también es bonito, y si lo veo me gusta, pero... De niña yo bailaba por soleá, sí, con defectos, pero esto es un espectáculo redondo, es otra cosa que salir a hacer un baile y darlo todo desde el primer momento... Estoy orgullosa de que la coreografía haya tenido buenas críticas porque hay movimientos difíciles y varios personajes, pero mucho más importante que eso es hacer un baile de peso, que se vea a Mariana Pineda y no a mí.
P. ¿Y eso consiste en quitar adornos?
R. Sí, se trata de quitar las tapitas e irte del tirón al potaje. Hay que buscar la mejor expresión para contar la historia de una mujer. No es una actuación, ni es un concierto. En el decorado hay un espejo y todas las noches me impresiona verme en él: no arranco como yo, sino como ella. Pasqual dice que Sara Baras no interpreta a Mariana Pineda, sino que Sara Baras es Mariana Pineda. Y eso es muy difícil. No es lo mismo bailar pensando en lo que quieras que sentir la pena si Don Pedro no viene. Aunque esto es un teatro y no la vida, sufro mucho bailando con Pedrosa. Mariana intenta seguir sus ideales y le dicen: véndete. Yo casi me lo creo. Los conspiradores parecen de ahora mismo. Lorca sigue siendo de ahora mismo.
Babelia
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