Canal Sur TV
El jueves pasado el director general de la RTVA, Rafael Camacho, pronunció una conferencia en Sevilla, donde dijo: "Las televisiones públicas tienen más sentido que nunca, porque representan el derecho de los ciudadanos a la información, a los bienes culturales, a la libertad real de expresión". Excelente. Pero añadió: "El sistema menos malo que tenemos son las radios y las televisiones públicas". Y también: "No somos supletorios de la responsabilidad de la escuela, la familia y el ateneo". Es decir, que a la declaración de principio inicial, irreprochable, fue añadiendo matices y disculpas, seguramente pensando que su auditorio estaría representándose la calidad media del producto que él dirige.
Para bien situarse frente a ese socorrido discurso del mal menor, y de la mediocridad inevitable, recomiendo a los lectores un libro extraordinario, coordinado y prologado por José Vidal Beneyto: La ventana global (Taurus, 2002), donde se recogen muy otras opiniones. Por ejemplo: "Para Popper la televisión contribuye de manera notable al clima de violencia en la sociedad actual, sobre todo a su banalización en el proceso de socialización de los niños y representa un grave peligro para la democracia". De manera similar se pronuncian Pierre Bourdieu, Paul Virilo o Giovanni Sartori. Todos vienen a señalar la sospechosa coincidencia de las crisis de las democracias tradicionales con el poder embrutecedor de la televisión basura, el vil espectáculo de la miseria humana, la violencia o la psicopatología de las masas.
El problema es cómo Canal Sur TV, una televisión sufragada en su mayor parte por dinero público (129,7 millones de euros) y dependiente de un gobierno en su mayor parte socialista, no consigue escapar de ese terrible modelo, aunque se esfuerce por atenuarlo y bastantes de sus trabajadores se empeñen en evitarlo. Un modelo tiranizado por el sagrado principio de la redundancia (hay que ocuparse de las mismas bobadas a las mismas horas), para que la audiencia no se vaya con otros, y al menor costo posible. Pues no nos engañemos: lo que define a una parrilla son sus programas en horarios de máxima audiencia. Y ahí Canal Sur en poco difiere de las demás. Ahí figuran su pasatiempo de sobremesa con la llamada prensa del corazón, pletórica de chismorreos; sus reality shows como Bravo por la tarde o Bravo por la amistad, sus telenovelas del quiero y no puedo, su culebrón que no falte... Como paradigma reciente, Flash back, el programa estrella de los viernes por la noche, con espíritus que se manifiestan, poseídos por el Demonio, médiums en trance... De poco sirven las salpicaduras de calidad, o al menos de programas aceptables, en el resto, como Espacio protegido, El club de las ideas (programa educativo que continúa absurdamente a las 9.35), Al Sur, Los reporteros, El público lee, o 1.001 noches.
Y a todo esto, Rodríguez Zapatero propugnando un "Consejo superior audiovisual independiente", que "podrá sancionar por la emisión de contenidos que atenten contra los derechos de la minorías, la infancia o la dignidad de las personas", que "renuncie a programas de contenido zafio, degradante o de mal gusto" y que apueste por "el fomento de la cultura". Sin comentarios.
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