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GOLF | La guerra de los sexos

Las chicas quieren pelea

Varias jugadoras reclaman su derecho a competir con los hombres

Carlos Arribas

Augusta, el club que organiza el Masters de la chaqueta verde, no admite a las mujeres como socios.

Las organizaciones de los circuitos femeninos de golf no permiten a los hombres participar en sus torneos, pero en ninguno de los reglamentos de las diferentes organizaciones que rigen los tours continentales en los que habitualmente sólo juegan hombres hay ninguna norma que prohíba a las mujeres medirse de igual a igual con ellos.

Y si hasta ahora sólo una mujer, la pionera norteamericana Babe Zaharias, en 1938 y 1945, se había atrevido a desafiar al género masculino en el campo, de repente no menos de cuatro jugadoras han mostrado su voluntad de demostrar que quizás sea el golf el deporte en que menos diferencias de género puedan establecerse en la elite.

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Annika Sorenstam, la jugadora sueca a la que parece habérsele quedado pequeño su circuito -consiguió 11 victorias la temporada pasada-, ha recibido una invitación para disputar el torneo de Tucson (Arizona), del circuito norteamericano, el próximo 27 de febrero. "No es algo que quiera hacer todas las semanas", dice; "simplemente, quiero saber cómo soy de buena en realidad".

La norteamericana Michelle Wie, que mide 1,80 metros y sólo tiene 13 años, intentó clasificarse para el Open de Hawai, su isla, en enero. No lo consiguió, pero hizo 73 golpes en un recorrido saliendo desde los tees masculinos. Habla sin cortarse de que algún día jugará el Masters. "Y algún día, en el futuro, sólo habrá un circuito en el que jueguen juntos hombres y mujeres", pronostica.

Suzy Whaley, profesional de un club de Connecticut, ha ganado su derecho a participar en el Open de Hartford el próximo julio. Se clasificó saliendo en la previa desde los tees femeninos, lo que acorta los hoyos en un 10%, pero el torneo lo tendrá que disputar desde las salidas de los hombres. Igualdad absoluta. Y en Virginia, también en Estados Unidos, Jenny Suh, de 17 años, ganó a los chicos el campeonato escolar del Estado.

El golf es un deporte de fuerza y de talento. Objetivamente, las mujeres tienen menos fuerza; subjetivamente, según muchos expertos, también menos talento. El surafricano Ernie Els, el jugador que más lejos manda la bola con su driver esta temporada, lleva una media de 288 metros en sus salidas mientras que la mujer más fuerte, la japonesa Akiro Fukushima, se queda en 243. Son 45 menos, pero gracias al nuevo equipamiento, a los nuevos drivers, que permiten llegar más lejos, las distancias alcanzadas por algunas mujeres son similares a las de algunos hombres de buen nivel: José María Olazábal lleva una media de 250. Los 240 metros que marca Sorenstam, cuarta entre las mujeres, la colocarían la 196ª en la lista de los hombres. Pero hay campos y... campos. Hay campos cortos en los que las mujeres no deberían sufrir excesivamente por la distancia. Campos en los que normalmente ganan los menos pegadores del circuito.

La desventaja en las salidas obligará a las mujeres a usar hierros más largos e incluso maderas para llegar al green, con lo que aumentará la dificultad para parar la bola cerca de las banderas. Y en los pares 5, en los que los hombres alcanzan ya rutinariamente el green con su segundo golpe, las mujeres sólo llegarán con el tercero.

Algunos observadores creen que el juego alrededor del green de las mujeres, los golpes cortos, las aproximaciones, los chips, las salidas de bunker..., es equivalente al de los hombres. Es el terreno del talento, del feeling y del toque. Pero, según algunos expertos, como David Leadbetter o Butch Harmon, dos de los mejores técnicos, también en este campo los hombres llevan ventaja. Y no por su superioridad fisiológica, sino por necesidad, por experiencia. Los campos en los que juegan sus torneos las mujeres no sólo son más cortos, sino que también son más fáciles: las calles son más anchas; el rough, más corto, menos espeso. Tienen menos variedad de golpes. Simplemente, se limitan a tirarla alta y dejarla caer en el green. Ni siquiera necesitan pellizcar la bola para frenarla donde desean.

El riesgo es grande. Si las mujeres fracasaran en su intento y no lograsen pasar el corte de los torneos, el circuito femenino quedaría quizás irreparablamente dañado. El pronóstico general es que Sorenstam, si juega en Tucson, no pasará el corte y que los defensores de la inferioridad femenina se saldrán con la suya. Pero, si lo logra, puede que el deporte y la guerra de los sexos entren en una nueva fase gracias a su valentía.

La sueca Annika Sorenstam, después de dar un golpe con el <i>driver.</i>
La sueca Annika Sorenstam, después de dar un golpe con el driver.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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