El fútbol se diluye en Riazor
Otra pobre actuación del Deportivo ante su público, que abroncó a Irureta
Nadie reprochará al Deportivo su falta de interés. Se podrá admirar incluso el coraje que exhibió en el tramo final del choque, cuando Tristán fue expulsado con el marcador en contra y media hora de partido por delante. Pero todo eso tan encomiable no deja de ser una bagatela ante el hecho principal, el verdaderamente crudo y preocupante: el Depor ha dado la espalda al fútbol, o el fútbol le ha retirado el saludo al Depor, que viene a ser lo mismo. Cuando la puntería de sus delanteros no es suficiente para enmascarar la penuria futbolística, al equipo de Irureta le sucede como ayer, que se pasó media tarde viendo cómo el Osasuna cuidaba la pelota y acabó el partido entre una gran bronca del público, muy enojado con una extraña decisión del entrenador a punto de concluir el duelo.
DEPORTIVO 1 - OSASUNA 1
Deportivo: Juanmi; Héctor, César, Naybet, Romero; Sergio, Duscher (Scaloni, m. 46), Mauro Silva, Amavisca (Luque, m. 55); Tristán y Makaay (Capdevila, m. 88). Osasuna: Santol; Yanguas, Cruchaga, Josetxo, Antonio López; Rivero, Puñal, Alfredo (Gancedo, m. 72), Muñoz (Manfredini, m. 72); Iván Rosado (Palacios, m. 84) y Aloisi. Goles: 0-1. M. 46. Centro bombeado de Iván Rosado. A Juanmi se la escapa la pelota en el aire y le cae a Muñoz para que la empuje. 1-1. M. 63. Centro raso de Luque desde la izquierda y Makaay marca en el primer palo. Árbitro: Pérez Lasa. Expulsó a Tristán (m. 60) y Rivero (m. 88) por doble amonestación y también mostró la tarjeta amarilla a Puñal, Cruchaga, Yanguas y Mauro Silva. Unos 28.000 espectadores en Riazor.
No es que el Deportivo haya renunciado al fútbol para intentar otra cosa, alguno de esos montajes tácticos o atléticos que acaban arrinconando el juego. No, el plan del Depor apenas ha variado. El problema es que todos se han olvidado de cómo desarrollarlo. Ya había sucedido lo mismo contra el Mallorca y ayer se repitió ante Osasuna. El Depor empieza con idea de jugar hasta que pasa un rato y se ve que no tiene recursos para hacerlo. Una vez que pisa campo contrario, el equipo se adentra en un laberinto. Por el centro, no hay quien sepa dirigir las operaciones desde la media punta. Y tampoco aparece nadie con capacidad para desgarrar los costados del contrario. Como no hay otra cosa, el Depor finalmente sólo vive para meter el balón en el área, donde abundan los buenos delanteros, de esos que saben aprovechar la menor ocasión. Pero sería demasiado pretender que Makaay, Tristán o Luque aparezcan en todos los partidos para poner un poquito de color en el desierto.
La primera parte del choque fue sonrojante para el Deportivo, condenado a correr detrás del rondo que le organizó Osasuna. A los visitantes se les notó la mano de su entrenador, Javier Aguirre, que ha inculcado al equipo las virtudes que ya exhibía en la selección de México. Un conjunto atrevido, solidario, que se agrupa en el centro del campo y nunca inflinge daños a la pelota. A Osasuna sólo le faltaba un hervor más en el área, hasta que Juanmi acudió en su auxilio. El portero local no supo agarrar un balón bombeado, que no parecía presentar especiales dificultades, y le brindó una asistencia de gol a Muñoz. También en eso el Depor se atuvo a la tradición que ha impuesto últimamente. Cuando no es un defensa, se trata del portero, pero apenas hay partido en que los de Irureta no agasajen al contrario con un gol de regalo.
A partir de ahí, todo lo que hizo el Depor resultó meritorio: el empate de Makaay con el equipo en inferioridad por la expulsión de Tristán, las maniobras de Luque por la izquierda, la vehemencia argentina de Scaloni, el cabezazo de Héctor al larguero... Casi todos los méritos, menos el del juego. Y Riazor, acostumbrado al fútbol, ya no se conforma con coraje. Lo demostró después de que Irureta tuviese la ocurrencia, a falta de dos minutos y con el equipo buscando la victoria, de renunciar a Makaay y su puntería mágica para dar paso a ... ¡Capdevila!. La gente no se lo perdonó: por primera vez en muchísimo tiempo, los pañuelos censores asomaron en la grada.
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