La cesta natural
La Ortiga, la primera cooperativa andaluza de consumidores y productores ecológicos, cumple 10 años en Sevilla
Suena aún utópica, pero la idea ya lleva 10 años en pie. La Ortiga, la primera asociación creada en Andalucía por una veintena de consumidores y productores ecológicos y reconvertida ahora en cooperativa, acaba de cumplir su primera década con 230 familias asociadas y un escaparate de productos que incluye desde las previsibles hortalizas hasta inesperadas papillas infantiles para bebés. "No teníamos un espejo que imitar, existían experiencias parecidas pero no las conocíamos", recuerda Alejandro Brome, su actual presidente.
Aquellos tiempos, en los que se citaban una vez a la semana los compradores con los suministradores, tenían casi algo de trueque, aunque el intercambio siempre fuese entre dinero y productos. Los horarios fueron ampliándose y las mudanzas también. La Ortiga ha tenido diversos compañeros de viaje hasta que, por fin, el negocio se independizó hace unos años.
Brome achaca el crecimiento, lento y constante, a la ampliación de horario comercial, que en la actualidad ya es similar al de cualquier negocio de alimentación (10.30 a 13.30 y 18.00 a 21.00 de lunes a viernes, de 10.30 a 14.00 sábados), que les permitió facturar 210.354 euros durante 2002 y generar cuatro puestos de trabajo.
Las previsiones que barajan son de crecimiento, sobre todo si se repiten crisis alimentarias que disparan la desconfianza de los consumidores y les animan a buscar a productos elaborados de forma natural aunque su precio sea mayor. El cliché de la carestía de precios es uno de los lastres que pesa sobre la etiqueta ecológica, pero uno de los principios que La Ortiga defiende es el trato directo con los productores para ahorrarse intermediarios y también garantizar precios de compra justos. "Hay grandes distribuidoras que fuerzan e imponen sus precios", indica Brome. La despensa de la cooperativa sevillana se nutre de tres productores de la provincia y uno de Cádiz. El nuevo modelo de relación que establecen implica un trato directo con el cultivador. "Nosotros controlamos la producción", indica Javier Madrid, responsable del control de calidad de la cooperativa.
En Andalucía, de momento, crecen más los cultivos ecológicos que las necesidades del consumo interior. La razón, según Alejandro Brome, estriba en el tirón de la exportación. El 59% de la producción ecológica andaluza se destina a mercados de la Unión Europea, según datos de la Consejería de Agricultura y Pesca.
En la tienda se venden frutas y hortalizas de temporada cultivadas por productores andaluces al margen de tratamientos y productos fitosanitarios que agilizan el crecimiento de las plantas como si fuera algo mágico a cambio de introducir en la cadena alimentaria elementos extraños. Pero la producción ecológica ya no se limita sólo al campo.
Desde Alemania, Francia y también de Cataluña llegan otros productos alimentarios transformados atendiendo igualmente a un proceso que respeta las reglas de calidad que exige la etiqueta ecológica. Detergentes, semillas aromáticas, aceites, mermeladas y mieles, pasta italiana, zumos, legumbres e incluso piruletas y regalices se apilan en el establecimiento procedentes, en la mayoría de los casos, de fuera de Andalucía. Aunque resulte sorprendente ni siquiera el jabón de limpieza de aceite de oliva y sosa posee etiqueta andaluza. Al menos hasta ahora han tenido que importarlo de Marsella (Francia). "Aquí no abundan los productos transformados", indica Madrid, que destaca el caso de Cataluña, donde las cooperativas de consumidores y productores están experimentando un gran auge.
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