Buenas noticias para Miquel de Palol
Qué días tan malos estoy pasando. ¿Y si, como dice Miquel de Palol, "el idioma literario catalán es un instrumento que desafina"? ¡A ver si tendrán razón esos agoreros que se quejan de su falta de hipotaxis! Claro que también puede ser que tengan razón los otros, los que dicen que la lengua sólo desafina cuando el músico toca mal. Yo, francamente, ya no sé qué pensar. Pero es un asunto muy serio y quiero saber la verdad.
Uno de los adivinos que ejercen delante de la FNAC -con un cartelito en el que se lee: "Tarot a 12 euros"- se interesa enseguida por mí. "¿Por quién me quieres preguntar?", me susurra, "¿por tu novio?". Ya me gustaría que mis problemas con el futuro fuesen tan banales. Le aclaro que la pregunta que voy a hacerle no es sobre un ser humano, sino más bien sobre un ente. "Un ente sale más caro", me advierte. Y, después de rogarme que le hable en castellano, que en catalán no me entiende, me invita a tomar asiento en la silla de cámping. "Pues", empiezo, "quiero que me diga si el catalán literario desafina". No pestañea. Se concentra y mezcla las cartas. "Veamos...". Pero se interrumpe para pedirme un dato: "¿Sabes su fecha de nacimiento?". Medito unos instantes: "Creo que nació allá por los siglos IX o X". Afirma con la cabeza: "¿Siglos IX o X? ¿No habrás traído ningún objeto que le pertenezca?". Por suerte, sí. Con todo el cuidado del mundo, deposito un ejemplar de las Homilies d'Organyà sobre el tapete verde. En la portada del libro, sufragado por la compañía Enher, leo: "Edició facsímil del manuscrit 289 de la Biblioteca de Catalunya. Introducció, versió adaptada al català modern i glossari a cura de Jordi Bruguera".
¿Desafina el catalán literario? La polémica montada por Miquel de Palol merece la opinión de un adivino
El adivino extiende la baraja del tarot y me hace escoger cinco cartas. Entonces caigo en la cuenta. Me he equivocado con la fecha de nacimiento. Las Homilies d'Organyà, según los expertos, ¡no son catalán literario, sino preliterario! Por suerte lo he notado a tiempo. "Disculpe. He cometido un error. El catalán literario nació entre los años 1180 y 1190, con el Libre jutge". Luego, distribuyo sobre el tapete las cinco cartas escogidas y el hombre le da la vuelta a la primera. Es la de la muerte. Supongo que esto es el fin. "No te precipites", me recomienda. "Aquí el adivino soy yo. La carta de la muerte está invertida y, cuando está invertida, no significa muerte, sino cambio". Levanto los ojos al cielo, esperanzada. "Entonces, ¿no todo está perdido para el catalán literario?". El hombre se rasca la cabeza. "Es que a mí, muerte, muerte, lo que se dice muerte, pues no me sale". Un poco aliviada, le formulo la siguiente cuestión: "Y dígame: ¿cómo está de la hipotaxis?". Vuelve a concentrarse. "Hum", murmura, "de la hipotaxis está mal. La hipotaxis la tiene muy alta y bastante alterada, no te quiero engañar". Trato de tomármelo con frialdad: "¿Y es grave?". El hombre chasquea la lengua y vuelve a rascarse la cabeza. "Me sale que la dolencia se mantiene tal cual, con distintas subidas de hipotaxis, que van llevando a una crisis cada vez mayor. Pero hacia el quinto o sexto mes veo que hay un cambio, y para bien. Se le estabiliza. Se nota un resurgimiento, un salir del pozo, una curación". Son buenas noticias, pero de hecho aún no me ha contestado a la pregunta inicial: "Entonces, el catalán literario ¿desafina o no?". El hombre suspira con gravedad. "A ver, aquí me sale la carta del loco, que también está invertida. Es una carta de alguien que tiende a eliminar las estructuras, a ser libre, a estar suelto". Temerosa, le pido que me lo aclare: "Y este 'estar suelto' ¿a quién se refiere? ¿A los que creen que no se utiliza suficiente hipotaxis, o a los que opinan que cada uno utiliza la hipotaxis que le conviene?". El adivino se encoge de hombros. "Es que, claro, yo sólo veo lo que dicen las cartas y a mí las cartas no me dicen quiénes son los partidarios de la hipotaxis". Se cruza de brazos, enfadado, y añade: "Si no tengo una foto de alguno, no puedo adivinar más". Menos mal que soy una de esas mujeres que nunca salen de casa sin su ejemplar de El quincornio, editado por Anagrama. Le enseño la fotografía de la cubierta, en la que se ven unos centímetros de miembro viril de su autor, Miquel de Palol. "¿Éste es uno de ellos?", pregunta. "Sí, sí. Éste es uno de ellos". Le echa otro vistazo y murmura: "¡Ay, el seny i la rauxa, el seny i la rauxa!...". Y añade: "Sin verle la cara es más difícil, pero lo intentaremos". Me señala una carta: "Pues le sale el ocho de oros. Va a tener una entrada extra de dinerito".
Y mientras recoge -porque ya hemos terminado- me advierte de que, como le he formulado preguntas muy delicadas, tendré que pagarle un suplemento. Algo así, digamos, como 18 o 25 euros. Le pago 18 a regañadientes y le pido un recibo. "¡Huy! No va a poder ser", se excusa, "es que no tengo NIF". Bueno. Tampoco es tan grave quedarse sin factura. Lo que ahora importa no son esas minucias. Lo que importa es que la hipotaxis va a normalizarse y el catalán literario dejará de desafinar hacia los meses quinto y sexto. Es decir, julio y agosto. Será en pleno verano, cuando la mayoría de los suplementos culturales de los diarios se vayan de vacaciones.
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