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Entrevista:VICENTE TORTAJADA | Escritor | Signos

"A un libro le pido que diga cosas interesantes y que me divierta"

Vicente Tortajada (Sevilla, 1952) ha publicado libros de poesía como La respuesta inelegante, Sílaba moral, Pabellones y Esplendor. En 1999 probó suerte con la novela con Flor de cananas. Tortajada acaba de sacar a la calle Azahar y vitriolo (Renacimiento), una selección de textos publicados en periódicos y en revistas entre 1996 y 2001.

Pregunta. ¿La poesía es para usted el género más importante?

Respuesta. Sí. Es el género más importante. Y es, además, el género que me enseña a escribir. Sin la poesía no hubiera podido escribir prosa. La poesía me enseña el oficio.

P. ¿Por qué?

R. Un poema tiene que contener una historia en brevísimos renglones. La exactitud, la matemática, son la música y el oficio. Si no hay oficio, si no hay matemática, no hay música y no hay poesía. El surrealismo y la escritura automática a mí no me valen. Tienes que conocer la lengua perfectamente, dominar los límites de la palabra y encajarla en su sitio para poder meter la historia en unos pocos renglones. La ayuda previa de la poesía es magnífica. Hay gente que usa la poesía para hacer prosa pesada o lírica. Estas personas son pelmas tanto en poesía como en prosa. Cualquier libro va dirigido a unos lectores. ¿Qué lector se va a comprar un libro aburrido? Nadie. Tú no puedes estafar al lector. Un revoltillo de amenidades tiene que interesar al lector de alguna manera. Mis libros los leo como lector.

P. ¿Por qué se escribe poesía? ¿Por qué se hacen tantos esfuerzos para publicarla? Hay mucha gente que incluso se costea la publicación de sus poemas.

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R. En primer lugar, porque si la de escritor fuera una profesión, la poesía sería el más joven de los géneros. El más joven porque tiene tanto de aprendizaje, de recuerdos... En segundo lugar, porque la poesía te exige un espíritu por encima de la media. Y eso hace que te traiga a la cabeza el concepto romántico de la gloria, de permanecer en los manuales como Pemán... Tú coges a un capillita que sepa sonetear, le dices que haga un soneto al Cristo de su hermandad y él pensará que ha hecho una obra de arte.

P. ¿Por qué en España hay tantas guerras y peleas entre poetas?

R. Los que no salen en letra impresa -en revistas, en periódicos, en antologías...- se pelean con los que sí salen. Pero eso pasa también en las guerras entre fabricantes de chorizo.

P. ¿Por qué escribió la novela Flor de cananas?

R. Me metí en la novela porque Abelardo Linares me prestó las memorias de don Pedro Vallina y el personaje me hizo gracia. A un libro le pido que diga cosas interesantes y que me divierta. La novela me daba pie a utilizar el humor. Hay que tener en cuenta que don Pedro era anarquista. Estaba harto de estar casado con una monja, la poesía, y quería hacer algo más ligero: escaparme seis meses con una muchacha. Y esa muchacha era la novela.

P. ¿Por qué titula Azahar y vitriolo la recopilación de textos que acaba de publicar?

R. Porque es la esencia sevillana. Por un lado, el azahar es la apariencia; por el otro, el vitriolo es la mala leche sevillana, esa mala leche que corroe la vida de una persona. La mala follá granadina es el odio africano y castellano; la mala leche de Aragón es arrearle un puñetazo a alguien; la mala leche de Sevilla, como la mala leche de Jerez, es la que corroe una vida hasta destruirla: es un ácido. Tú te encuentras con un tío que te sonríe y tú piensas: 'hijo de la gran... que ganas tengo de destruirte'. Y el tío no sabe nada. Por otro lado, como en todas partes, en Sevilla hay gente buena, sobre todo en las cofradías. Es gente abnegada.

P. En su libro hay una sección dedicada a poner entre rejas a determinados escritores.

R. Es un homenaje a la sección La Cárcel de Papel de la revista La Codorniz. Ahí meto a José Ángel Valente y Juan Goytisolo, que son los dos tontos que se toman más en serio a sí mismos en la literatura española. Ambos incurrían en pecado de lesa contradicción. Mientras condenaba a los nazarenos, Goytisolo alababa a los derviches giróvagos.

P. Cuando era niño usted fue alumno de uno de los escritores malditos de la literatura española, Ángel Vázquez, el autor de La vida perra de Juanita Narboni. ¿Qué recuerdos tiene de él?

R. Era un hombre que sonreía siempre. Tenía los ojillos entornados con unas gafas gordas. Pegaba unos buenos cosquis con el nudillo. Los sábados por la mañana nos leía Las mil y una noches en la traducción de Cansinos. ¡Qué bien leía! Yo tenía 11 años. Don Ángel Vázquez no tenía nada que ver con el resto de los profesores. Nadie nos hacía disfrutar tanto como él cuando nos leía. Era la literatura más alta que yo había conocido hasta entonces. Él me metió el veneno de la escritura en el cuerpo. ¡Si a mí me gustaban las motos!

P. ¿En qué está trabajando? ¿Qué proyectos tiene?

R. Estoy traduciendo la poesía de un escritor norteamericano actual. No voy a decir quién no vaya a ser que alguien me lo quite. También estoy revisando y confrontando con los originales traducciones existentes para una serie de libros de piratería que va a publicar la editorial Renacimiento.

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