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El albergue 'sinpapeles'

Un centro de Vallecas, que carece de ayuda institucional, recoge a indigentes derivados por la propia Administración

Las instituciones no les reconocen aunque recurren a ellos. Ésa es la paradoja en la que viven los promotores del centro cultural Pablo Neruda, en el número 65 de la avenida vallecana del mismo nombre. No reciben ayudas oficiales porque sus actividades las desarrollan en un edificio del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) que okuparon hace doce años, cuando llevaba dos vacío. Pero los propios servicios sociales municipales, parroquias y ONG les derivan a personas sin hogar. Ahora tienen 18 albergados y dan de comer a otros 28.

"Para las instituciones somos ilegales, pero ellas mismas nos envían a gente necesitada y después se desentienden del problema", explica Ángel Ibáñez, uno de los encargados del programa social del centro. En 1992, el propio Ivima, del Gobierno regional, les reconoció como "inquilinos culturales". Pero siguen sin tener titularidad alguna sobre él.

En cuatro años han ofrecido techo y apoyo a unas 80 personas como a Rafaela Jiménez, su pareja y sus cinco hijos, que llevan año y medio refugiados en el Pablo Neruda. Esta familia gitana comparte la segunda planta del centro con una inmigrante peruana y sus dos hijos. Unos y otros disponen de una pequeña habitación y de una zona de vestíbulo. Pero carecen de intimidad, cada noche tienen que desplegar jergones para dormir y pasan frío, ya que el centro carece de calefacción. Jiménez, de 39 años, ha vivido siempre en chabolas y, en los peores momentos, en la misma calle. Viuda de un drogodependiente, estuvo enganchada a la heroína durante nueve años hasta que, hace dos, ella y su compañero (también ex drogopendiente) iniciaron un tratamiento con metadona en el ya desaparecido centro de ayuda a toxicómanos de La Rosilla.

Como en la calle es muy difícil seguir un programa de rehabilitación, la ONG Madrid Positivo, que trabaja para la Agencia Antidroga, les derivó al Pablo Neruda."Hemos solicitado un piso de alquiler al Ivima, pero no sabemos nada", explica Jiménez, que está en paro. Viven de una pensión de uno de los hijos minusválidos y han pedido la renta de inserción, una ayuda de 294 euros mensuales, ampliable por cada hijo, a la que tienen derecho las personas sin recursos.

Francisco Calderón, de 63 años, lleva más de dos refugiado en este centro de Vallecas. "Los únicos ingresos que tengo son los 259 euros de una pensión no contributiva y otros 150 que saco de vender lotería a algunos clientes fijos del barrio, pero con eso no se puede pagar una habitación y comer", explica este hombre, que necesita muletas para caminar porque tiene una pierna postiza.

"Fue mi asistenta del centro municipal de servicios sociales la que me buscó este sitio, en el que pago 60 euros al mes. Sé que no puedo vivir aquí eternamente, pero no me conceden una plaza en una residencia porque no alcanzo la edad, y la única posibilidad es que los servicios sociales me ayuden a pagar alguna habitación", explica este sevillano, separado de su mujer, ya fallecida, y sin familia en Madrid.

"Predomina la gente mala"

Nunca ha acudido a un albergue para personas sin hogar. Ni ganas. "Allí habrá gente buena y gente mala, pero para mí que predomina la mala", comenta este hombre. Sólo él y otro albergado pagan 60 euros por el alojamiento, son los únicos que cuentan con algún ingreso estable.

Belén, de 39 años, tiene casa, un piso del Ivima, pero carece de recursos. Por eso cada día acude al comedor del Pablo Neruda. "Vivimos de la pensión no contributiva de mi marido, ex toxicómano y enfermo de sida en fase avanzada, y como no da para todo, hace un año empecé a venir a este comedor. Yo a veces limpio algún portal, pero ahora no tengo nada y, además, como mi marido está en silla de ruedas, tampoco puedo pasar muchas horas fuera de casa", asegura esta mujer, minusválida psíquica. Sus dos hijos, de 18 y 12 años, viven en pisos de acogida bajo la tutela de la Comunidad.

La okupación de este inmueble, construido para albergar una escuela infantil, se inició hace doce años. Fue la asociación de vecinos de Los Pinos de San Agustín quien decidió tomarlo, cuando llevaba más de dos años vacío, para impulsar su apertura como centro cultural. La directiva de la asociación abandonó el edificio tras alcanzar un acuerdo con el Ivima, pero otro sector, formado por jóvenes, se quedó en él. Siguieron con su proyecto de centro cultural autogestionario y desde hace un lustro atienden también a personas necesitadas. La asociación de Los Pinos se desvinculó del centro y ahora cree que habría que dedicarlo a la finalidad para la que fue creado, esto es, a escuela infantil.

En el centro, que se financia a través de donaciones, además de una labor social, se desarrollan actividades culturales, todas ellas gratuitas.

Comedor del centro social Pablo Neruda, en el distrito de Vallecas.
Comedor del centro social Pablo Neruda, en el distrito de Vallecas.RICARDO GUTIÉRREZ

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