Mala suerte
La reposición del estupendo montaje de La dama de picas, que el Liceo estrenó en 1992, ha quedado funestamente marcada por la cancelación de Plácido Domingo. La expectación por ver en escena al único divo de la temporada era grande, pero una inoportuna bronquitis dejó fuera de combate al gran tenor y su ausencia sembró el desencanto antes de levantarse el telón. Mala suerte.
En la La dama de picas, ópera que narra el destino maldito de un ludópata más obsesionado por el juego que por la mujer que ama, un teatro debe asegurarse las mejores bazas para ganar la partida. Perdida de antemano la carta más segura -Domingo es mucho Domingo-, el Liceo levantó el telón con otra seria contrariedad. El tenor Gabriel Sadé, sustituto del divo (destino cruel para un debutante), salió a escena afectado por una traqueítis y con mucho miedo en el cuerpo. Hizo lo que pudo y hay que agradecerle sus esfuerzos, aunque la merma de sus facultades vocales y el pobre rendimiento como actor dejó sin carisma a un personaje complejo y exigente como pocos. Escénicamente, Hermann debe mostrar la "locura en la mirada", debe impresionar hasta cuando no canta. Sadé no pudo con Hermann. Mala suerte.
La dama de picas
De Piotr. I. Chaikovski. Libreto de Modest Chaikovski, basado en Pushkin. Intérpretes principales: Gabriel Sadé, Solveig Kringelborn, Elena Obraztsova, Nikolái Putilin, Markus Eiche, Francisco Vas, Marina Domachensko, Rosa Mateu y Annett Andriensen. Escolanía de Montserrat. Coro y Orquesta del Liceo. Director musical: Kirill Petrenko. Director de escena: Gilbert Deflo. Escenografía y vestuario: William Orlandi. Iluminación: Albert Faura. Coreografía: Nadejda Louijine. Producción del Teatro del Liceo. Teatro del Liceo, Barcelona, 1 de febrero.
Frente a tanta adversidad, la buena labor del joven director de orquesta Kirill Petrenko fue un respiro. Demostró conocer bien el paño y llevó bien la obra, con tiempos ajustados, tensión y pasión. Otra cuestión es el rendimiento de la orquesta: en el foso del Liceo, salvo transformaciones milagrosas, no hay más cera que la que arde. Faltó belleza sonora, riqueza de colores y precisión en una partitura -la mejor ópera de Chaikovski- de irresistible vena melódica y opulencia sinfónica.
No hubo grandes sorpresas en el reparto. Solveig Kringelborn y Elena Obraztsova cumplieron en sus papeles de Lisa y la condesa sin llegar a entusiasmar. Bien Markus Eiche en el príncipe Yeletski, servido con lirismo y presencia principesca, y menos brillante Nikolái Putilin en sus papeles de Tomski y Zaglotor. En los papeles menores cumplieron todas las voces, especialmente Marina Domanchensko, Rosa Mateu y Francisco Vas. El coro ambién cumplió, pero sin especial fulgor. La calidad del montaje, dirigido escénicamente por Deflo, fue la baza más solida de la apuesta liceística.
Babelia
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