El Sevilla pone en evidencia a Lotina
Aplicar a un equipo ambicioso y librepensador como era el Celta la mentalidad de un modesto comienza a resultar un juego demasiado peligroso para Miguel Ángel Lotina, al que Balaídos despidió ayer con la primera sublevación de la grada de la temporada. El entrenador celeste ha puesto todo su empeño en alumbrar un grupo "equilibrado", según su propia terminología, lo que se materializa en una despiadada preocupación defensiva y en la carencia del más mínimo plan de ataque. Desde su caverna, el Sevilla no se estiró más de cuatro veces, lo que resultó suficiente para llevarse el partido e incendiar Balaídos, que despidió con pañuelos a su técnico.
El gol del Sevilla fue una metáfora del ininteligible fútbol celeste. Mostovoi no llevaba más de 20 minutos en el campo, pero para evitar que su ingreso desequilibrase al equipo, que aún no había disparado a puerta, Lotina le incrustó por delante de la defensa, con rango de medio centro defensivo, a millas de su espacio natural en los aledaños del área rival. Por eso resultó un delirio verle llegar a su área pequeña, metido ya en el papel de central, acompañando la carrera de Casquero. El resto quedó para un mal rechace de Berizzo y el disparo del centrocampista del Sevilla, cuyo tanto enervó definitivamente los ánimos de la hinchada.
CELTA 0 - SEVILLA 1
Celta: Cavallero; Velasco, Cáceres, Berizzo, Juanfran; Luccin, Vagner (Mostovoi, m. 53); Jesuli (McCarthy, m. 81), Edu, Gustavo López; y Catanha. Sevilla: Notario; Redondo, Javi Navarro, Pablo Alfaro, Juanmi; Gallardo (Óscar, m. 88), Casquero, Torrado, Fredi; Reyes (Víctor Salas, m. 84) y Toedtli (Machlas, m. 73). Gol: 0-1. M.74. Casquero entra en el área, su centro pega en Berizzo, le vuelve a caer en los pies y anota de fuerte disparo. Árbitro: Daudén Ibáñez. Mostró tarjetas amarillas a Luccin, Redondo, Juanmi, Gallardo, Casquero, Berizzo y Reyes. Unos 18.000 espectadores en Balaídos.
Con un fútbol tan artificial como el del Celta, pero con la coartada del que juega fuera, el Sevilla nada hizo por elevar el tono de un partido que derivó en tostón. Javi Navarro y Alfaro nunca se separaron más de 15 metros, los laterales no subieron y sólo Reyes, Torrado y Gallardo se aventuraron a ver qué tiempo hacía en el campo del Celta. Pero el Celta es un muermo con el balón o sin él. En casa, algunos ni se lo discuten, lo que se convierte en un engorro para el equipo, en la obligación de demostrar que dispone de un plan. Pero la verdad es que no lo tiene.
Si acaso, el plan del Celta consiste en buscar los centros de Gustavo, siempre que su entrenador no le obligue a recortarse a sí mismo en la banda derecha. Sin salir de la izquierda, ayer torturó a Redondo, pero fue lo único que tuvo el Celta. Antes el Celta entraba a sacudidas por cualquier rincón del área; ahora, el tiro lejano y los balones colgados son su única religión.
Los problemas de Lotina con la grada se multiplicaron cuando tuvo que mover el banquillo y pretendió echar mano de José Ignacio, su proyección en el campo. La grada la tomó abiertamente con su entrenador, que se arrugó y se escondió con el futbolista en la caseta. Desde ella asistió sin reaccionar al gol del Sevilla y a la verbena de los minutos finales, la viva imagen de un grupo en proceso de descomposición.
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