Carod, entre empresarios
"¿Por qué no nos explica usted su fórmula para llegar a la independencia?; a mí no me da miedo; en 20 años podríamos tenerla". En el turno de preguntas, Artur Carulla, primer ejecutivo de Agrolimen y heredero de una de las primeras multinacionales catalanas de propiedad familiar, dio la sorpresa. En la mesa, el conferenciante, Josep Lluís Carod Rovira, se pasó el dedo índice por el cuello de su camisa y cerró los puños antes de responder: "Todo el mundo sabe que mi partido es independentista".
La intervención del alevín de los hermanos Carulla rompió el discurso de Carod, secretario general de Esquerra Republicana (ERC), que se puso de largo ayer ante el mundo económico en una conferencia pronunciada en la sede del Círculo de Economía bajo el título Superar els reptes de Catalunya, un país amb més llibertat, més cohesió social, més riquesa.
No esperaban un discurso racional, sino la prueba de que un soberanista puede hacer soñar si no se esconde
Ante un auditorio en el que destacaron los históricos del foro económico -Carlos Güell, Artur Suqué, Carlos Cuatrecasas, Jordi Mercadé y Salvador Gabarró, entre otros- y acompañado por el presidente de la entidad, Antoni Brufau, el jefe de filas del partido republicano, que busca afanosamente un espacio entre los visionarismos de Jordi Pujol y Pasqual Maragll y el tecnocratismo de Artur Mas, expuso su modelo de sociedad y hubiese obviado su programa máximo si no llega a ser por la intervención de Carulla.
El secretario general de ERC articuló su discurso sobre cuatro ejes: la apuesta por la libertad, compatible con la seguridad; la defensa de la ciudadanía, basada en un nuevo contrato social para resolver los problemas que plantea la inmigración -"de cada cuatro magrebíes que llegan a España, dos se instalan en Cataluña"-;un modelo de desarrollo en el que destaca una apuesta decidida por la tecnología y la educación, y, finalmente, la exigencia de construir un país "equilibrado" al que bautizó con el socorrido enunciado de la "Holanda del Mediterráneo".
Ante los empresarios y académicos reunidos en el Círculo, Carod prometió "manos limpias" en el gobierno del que formen parte los republicanos y la supresión de un tercio de los cargos de confianza en la Generalitat, entre otras medidas para potenciar una Administración "transparente, descentralizada y eficiente". Alertó de la actual "democracia de baja intensidad" en la que la falta de diferencia entre lo público y lo privado es una fuente de corrupción: "Hay algunos organismos creados para mayor gloria de quien los preside", dijo. Su medicina consiste en reservar a las pymes un porcentaje del acceso a los concursos para obras públicas y de compra de bienes y servicios.
Carod, que pasó por la Administración nacionalista como delegado de Cultura en Tarragona cuando Max Cahner García era consejero, y también fue presidente de Òmnium Cultural en Tarragona (1979-1993) y vicerrector de la Universitat Catalana d'Estiu, presentó a su partido como "la única renovación real" tras el pujolismo. "Sólo ERC tiene las manos libres, lejos del sucursalismo económico y político".
El dirigente republicano repitió su conocida formulación de Cataluña como "Estado libre asociado" -es el modelo del lehendakari, Juan José Ibarretxe, pero sin hacerlo tan explícito, en palabras de uno de los asistentes- y apeló a la "conciencia cívica" de los sectores económicos para que se impliquen en la modernización y el progreso de Cataluña.
Filólogo e historiador de inquietudes literarias, Carod es hijo de un inmigrante que fue carabinero durante la II República. En los primeros años de su carrera política, su gentilicio lució un enigmático guión entre los apellidos del padre y de la madre (Carod-Rovira), en homenaje, según ha dicho él mismo en alguna ocasión, a Bartomeu Rosselló-Porcel, un poeta que le impactó.
Quizá por ello el mundo económico representado en el Círculo no esperaba ayer un discurso racional, sino la prueba de que un soberanista puede hacer soñar si no se esconde. En el turno de preguntas, Carlos Güell intentó llevarle al terreno del comarcalismo y las veguerías, pero Carod respondió que Cataluña no sería lo que es sin la fuerza industrial y cultural del área metropolitana de Barcelona.
El secretario general de ERC reservó la parte más esencial de su intervención a la inmigración. Propugnó que la Generalitat participe en las políticas de regulación de flujos con la concesión de permisos temporales de trabajo, y dio prioridad a las actuaciones para responder a la demanda de vivienda social y de alquiler. No se olvidó tampoco de que "el sistema de financiación actual es insoportable" y "un obstáculo para la modernización de las infraestructuras" catalanas. También aprovechó para denunciar la "discriminación del eje mediterráneo" y la potenciación de infraestructuras "radiales y centralistas", en un claro intento de buscar la complicidad del Círculo, que había criticado el modelo centralista de desarrollo español el pasado año. "España concibe el mundo desde la Puerta del Sol y se ha demostrado científicamente que aquel no es el centro del mundo", sentenció Carod.
Contrariamente a lo que suele pensarse, las preocupaciones sociales levantan el ánimo de los empresarios -¿quieren algo más comprometido que crear riqueza?-, que son más pródigos en imaginación que muchos intelectuales. Carod quiso tender un último puente a su auditorio cuando propuso medidas de apoyo a la pequeña y mediana empresa industrial, como herramienta para alcanzar el pleno empleo y luchar contra los "oligopolios" en los sectores regulados. A su lado, Antoni Brufau, presidente de Gas Natural, heredera natural del monopolio, ni pestañeó.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.