El mundo real y el mundo posible en 2003
El recordatorio diario de que a finales de enero podría iniciarse una guerra contra Irak absorbe de tal manera los titulares de prensa y nuestras mismas preocupaciones, que se nos olvida mirar las dinámicas positivas y negativas que discurren en el conjunto del planeta. Sin embargo, si realizamos una mirada global sobre cuanto sucede en el mundo puede que encontremos algunas de las claves para poner en su justo sitio esta amenaza de guerra.
En el próximo informe Alerta 2003 que anualmente publica la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona, se han utilizado 37 indicadores para ver el estado actual del planeta, agrupados en ocho grandes apartados, a saber: comportamiento ante la sociedad internacional, embargos de armas, militarización, derechos humanos, desarrollo, crisis humanitarias, conflictividad y derecho internacional humanitario. La descripción y el análisis de lo que ha ocurrido en el mundo a lo largo del año a través de estos indicadores, puede ayudarnos a conocer mejor los avances, los retrocesos y las dinámicas de diversa índole que afectan al conjunto de la humanidad.
En cuanto al comportamiento de los países ante la sociedad internacional, Alerta 2003 ha puesto el acento sobre la actitud de los gobiernos en relación a cuatro temas que indican con claridad si a escala mundial mejora la cooperación entre los Estados respecto a asumir y cumplir con normas de alcance universal. Estos cuatro temas son la Declaración del Milenio, la protección de los derechos humanos, la transparencia financiera y la seguridad militar. Es de lamentar, en este sentido, que a lo largo del 2002, Israel y EE UU hayan retirado su firma del Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional, y que Brunei y EE UU sólo hayan ratificado uno de los siete tratados contenidos en la mencionada Declaración del Milenio. Como aspecto positivo cabe señalar que el Protocolo de Kioto podría entrar ya en vigor en los primeros meses de 2003, al conseguir el mínimo necesario de ratificaciones por parte de países con importantes emisiones contaminantes. Respecto al comportamiento ante la protección de los derechos humanos, 13 Estados no han ratificado todavía ninguno de los seis instrumentos existentes, y en relación al comportamiento en términos de transparencia financiera, en 2002 se han logrado pequeños avances, aunque seguían existiendo 38 paraísos fiscales (41 en 2001), de los que siete no han adoptado todavía las directrices de la OCDE (29 en 2001). También es de mencionar que existen 11 Estados o territorios que blanquean capitales, frente a los 17 del año anterior. En cuanto al comportamiento en seguridad militar, el balance es igualmente irregular, pues hay 55 países que no han ratificado alguno de los tres tratados sobre armas nucleares o químicas (Israel no ha ratificado ninguno).
Otro bloque de indicadores se refieren a los niveles de militarización. El año 2002 ha confirmado una preocupante tendencia al alza en varios indicadores sobre este aspecto, iniciada hace ya un quinquenio, y que permite señalar el abandono definitivo del llamado "dividendo del desarme", esto es, la posibilidad de dedicar cada vez más recursos económicos y tecnológicos al desarrollo humano a partir de una progresiva disminución de la actividad militar. En el último año con datos disponibles a nivel internacional, los gastos militares se han incrementado un 7%, hasta situarse en unos 772.000 millones de dólares, y con perspectivas de continuar aumentando en los próximos años a causa de los proyectos armamentistas de varios países.
El bloque de indicadores sobre derechos humanos nos muestra la extrema lentitud con que avanza la universalización de tales derechos y el surgimiento de tendencias regresivas. En 2002 resulta extremadamente preocupante el aumento de la aplicación de la tortura y el maltrato en los centros de detención, así como la limitación de las libertades fundamentales, como resultado de la generalización de la legislación antiterrorista en muchas zonas del planeta a partir del 11-S. Esta involución general se produce en un contexto internacional de por sí frágil en este terreno, pues las organizaciones de derechos humanos señalan que en al menos 71 países se producen abusos relativos al derecho a la vida y a la seguridad de las personas de manera sistemática, y en más de la mitad de los países (117) hay constancia de que se aplica la tortura y los malos tratos a los detenidos. La pena de muerte continúa vigente en la mitad de los países, y 84 de ellos la han aplicado en mayor o menor medida (87 países en 2001), destacando las 2.468 ejecuciones realizadas en China.
En el apartado sobre desarrollo es destacable el aumento de países que continúan gastando más recursos económicos para actividades militares que en educación y salud (28 casos en 2002 frente a 24 en el año anterior), hipotecando con ello sus posibilidades de desarrollo. Otros 35 países han sido señalados por el Banco Mundial por su mala gobernabilidad y otros ocho han retrocedido significativamente en sus compromisos para el desarrollo social. Los indicadores nos muestran igualmente que hay 28 países con una deuda externa superior a su PIB (30 casos en 2001). Esta pésima situación de un amplio conjunto de países del Sur, más el estancamiento en la reducción del hambre en el mundo, coincide con una política de los países industrializados tendente a disminuir su ayuda al desarrollo. Baste señalar en este sentido que sólo hay cinco países industrializados que han cumplido con el objetivo de destinar el 0,7% de su PIB para ayuda al desarrollo.
Como reflejo de la fragilidad de muchos contextos, en el informe se ha querido dedicar un apartado a las 33 crisis humanitarias que se han producido en el año y que de una manera muy especial han afectado a más de 30 millones de personas de África Austral y del Cuerno de África. Aunque se han dado nuevos desplazamientos en África, por los que cerca de un millón de personas han tenido que marchar de sus poblaciones, especialmente en Burundi, Costa de Marfil, Liberia o Sudán, el año 2002 ha de celebrar que una cantidad muy superior ha podido regresar a sus hogares. Así lo han hecho unos cuatro millones de personas desplazadas o refugiadas originarias de Afganistán, Angola y Sierra Leona, como resultado de la finalización de sus respectivos conflictos armados.
Muchas crisis humanitarias, de violación sistemática de derechos humanos o de ingobernabilidad tienen que ver con situaciones de conflicto armado o contextos en los que hay una enorme tensión política y/o económica. El año 2002 ha sido especialmente esperanzador en este sentido, pues por un lado cabe celebrar el fin de las guerras en Afganistán, Angola, Guinea, Ruanda y Sierra Leona, a pesar de que en ninguno de estos contextos el fin de la guerra suponga el logro inmediato de la paz. Por contra, el año ha provocado nuevos conflictos armados o el agravamiento de situaciones conflictivas ya existentes, como en el Congo, Costa de Marfil, la RCA y Senegal. El año 2002 termina con 24 conflictos armados abiertos, pero con la posibilidad de que varios de ellos finalicen en los próximos meses. El informe apunta igualmente la existencia de 23 escenarios de alta tensión y riesgo, es decir, de contextos donde una multiplicidad de motivos generan disputas, reclamos, enfrentamientos, muertes y situaciones de excepción que pueden derivar hacia un conflicto armado.
La lectura positiva del año, sin embargo, es la gran cantidad de procesos de negociación abiertos en su transcurso, y el logro de importantes acuerdos que permitirán iniciar procesos de paz a corto plazo. Al terminar el año, 11 países con conflictos armados estaban negociando el cese de hostilidades de una manera formal y oficial, siendo los casos más optimistas y esperanzadores los de Sri Lanka, muy avanzado ya, y el de la región de Aceh, en Indonesia. Estos logros y esfuerzos constituyen la lectura alternativa al desasosiego generado por la anunciada guerra contra Irak. Los procesos de paz comentados han sido el resultado de un paciente esfuerzo diplomático de parte de muchos países y organismos internacionales y de la implicación de sus sociedades civiles, mostrando con nitidez que cuando el propósito es claro y se logran las complicidades necesarias es posible invertir los procesos destructivos y sentar las bases para lograr acuerdos.
Como se indicaba al inicio, un mejor conocimiento de los contextos aquí señalados habría de permitir una mejora de las políticas de prevención de conflictos violentos, así como de las estrategias de cooperación al desarrollo. En este sentido, tanto la Unión Europea como sus países miembros, a título individual, tienen un extenso campo de actuación para hacer posible que los compromisos adoptados en un terreno (el humanitario, por ejemplo) estén siempre vinculados con estrategias para mejorar la situación de los derechos humanos, la gobernabilidad, el desarme o la rehabilitación posbélica. En definitiva, y como conclusión final, los datos aquí recopilados apuntan a la necesidad de que tanto los Estados como los organismos regionales o internacionales, las organizaciones no gubernamentales y otros organismos con capacidad de actuación exterior, incrementen la coherencia de sus políticas a través de una lectura transversal de los contextos en los que operan, intentando hacer compatibles diversos objetivos a la vez (especialmente para mejorar la gobernabilidad y la situación de derechos humanos) aumentando la actividad preventiva sobre situaciones de crisis y reforzando su presencia en los contextos de rehabilitación posbélica.
Estos compromisos en avanzar hacia el real cumplimiento de las normas de alcance universal, en volver a los principios de la desmilitarización y la creación de medidas de confianza, en fortalecer el régimen de derechos humanos, luchar contra la corrupción, el nepotismo y la injusticia social, lograr un desarrollo sostenible y apoyar decididamente las diplomacias de paz, son los que verdaderamente pueden tener la capacidad real para desactivar las inercias destructivas y las dinámicas de confrontación que existen en el planeta. La alternativa a la guerra existe. Sólo hay que ver el listado de tareas pendientes y realizarlas, porque lo opuesto a las dinámicas de guerra es el logro de la seguridad humana en todas sus dimensiones.
Vicenç Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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