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Julián Gil reitera su pasión por la geometría en su última obra

El pintor riojano expone en Pamplona un homenaje al cuadrado

Hablar de Julián Gil (Logroño, 1939) es hacer un elogio del gran geómetra del arte concreto español. "Aún quedan 20 años para que mi reconocimiento en el mundo del arte sea pleno", bromea Gil, uno de los puntales más estables del constructivismo. El artista riojano ha inaugurado en Pamplona una amplia muestra pictórica con algunos de sus cuadrados y tondos más espléndidos de los últimos diez años.

Rigor, talante introspectivo, pasión geométrica y coherencia creativa hacen de Gil una referencia contemporánea de una tradición cuyos precursores fueron Picasso y Gris, que tuvo a Torres García como profeta en el desierto, a Oteiza como pre-minimalista, a Palazuelo como primer artista y al Equipo 57 y tantos otros como cultivadores de una tendencia artística básico en el siglo XX. La galería García Castañón, de Pamplona, reúne ahora lo más reciente de la obra de Gil, en una muestra que viajará después a Madrid y Berlín.

"En las cuevas francesas de Lascaux ya aparecían geometrías abstractas pero, excepción hecha del IVAM valenciano, ninguno de nuestros museos de arte moderno ha incorporado todavía de modo definitivo a sus colecciones las obras constructivistas", se lamenta Gil. Se queja también de que los museos españoles viven ajenos a expresiones básicas del arte contemporáneo como Mondrian o Malevich, aunque él, "tozudamente", nunca ha variado su destino.

"Es un recorrido hacia la estructura esencial", explica el pintor, al que acaban de conceder la medalla de las Bellas Artes de La Rioja. Gil, dedicado a la enseñanza artística desde hace décadas, es un habitual en las muestra grupales de Amersfoort, en la Mondriaanhuis, un lugar cargado de simbolismo para los adeptos a la geometría.

Gil comprobó la dureza de su elección cuando no vendía ningún cuadro y tuvo que apartarse de la pintura durante años y dedicarse al muralismo cerámico y a la enseñanza. Las cosas cambiaron más tarde y sus obras han recorrido el mundo. Una paleta básica de 64 colores (hay muchos negros, pardos, ocres, grises, verdes, amarillos, naranjas, esmeraldas, rojos o rosas) que nada tiene de fría le sirvió de punto de apoyo. "El constructivismo tiene mucha fogosidad, mucho calor", destaca Julián Gil.

Los cuadros que han ido saliendo estos últimos años del estudio de Gil en el barrio de Tetuán de Madrid, ciudad donde vive, pertenecen a la serie ORT, y se titulan Cuadrado. La serie, construida sobre la base de la permutación, constituye un canto a la figura geométrica aludida en su título, a la que en 1992 dedicó una hermosa carpeta de seis serigrafías acompañadas de poemas de Ignacio Gómez de Liaño.

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Las posibilidades del cuadrado no las agotó Albers ni la Bauhaus. Los cuadrados en calma de Gil tienen un empaque clásico, meditativo y silencioso, con tamaños de hasta 200 por 200 centímetros, donde logra el máximo clasicismo. También destacan en la exposición sus tondos, variaciones sobre el triángulo con angulaciones muy precisas.

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