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Columna
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Campaña

Aunque las pre-campañas y campañas electorales dé la sensación de que repiten anteriores ediciones, nada más engañoso y banal que no ver en las más recientes un mayor refinamiento en las técnicas de la seducción de los electores. Que los trazos gruesos se ajusten al guión pre-establecido o que liturgia e iconografía respondan a esquemas contrastados con la efectividad de su cuenta de resultados no puede ni debe impedir que se perciban las novedades que aparecen directamente ligadas a la llamada de atención que analistas y estrategas dejan sobre la mesa de los estados mayores en litigio. Fijar a los electores conseguidos en anteriores comicios, ampliar sufragios en yacimientos vecinos a los propios, abandonar a unos para encontrarse con otros, halagar a los indecisos destacando la amenaza del otro, confundir a los tibios mediante miedos bien calibrados, romper la hucha y anunciar repartos imprevistos, esgrimir datos comparándolos con la cosecha del enemigo, moderar el lenguaje hacia la zona light de los significantes, llamar, por fin, a las cosas por su nombre, fingir compasiones ante amarguras sectoriales, incluso pedir perdón acompañados de un impresionante coro de bacantes, celebrar actos litúrgicos en lugares hasta entonces vedados por el pudor, fichar nuevos valores para acallar a los satisfechos con el inmovilismo del competidor, sacar palomas de la faltriquera, arrimar el ascua a la sardina más a mano, llevar el agua al molino doméstico, prometer lo posible con promesas sin contrato, he aquí lo que parece siempre igual a sí mismo, y sin embargo es un conjunto de elementos de combinaciones finitas pero no por ello reducidas. En esta campaña que oficialmente empieza con sendas convenciones de los dos grandes, una para aplaudir programas ya redactados con antelación (PP), y la otra, como contra-programación obligada e improvisada para aprobar un manifiesto de buenas intenciones (PSOE) para que nada de lo que movilice el adversario quede sin ritual paralelo (hasta EU programó para el domingo su romería a Torrejón de Ardoz, ahora contra la guerra) se van a dirimir muchas cuentas que no pertenecen estrictamente a lo que contiene la doble cita en la mayor parte del territorio del Estado. Los dos grandes partidos convierten la campaña en un conjunto de mensajes cruzados casi al margen del litigio municipal o autonómico donde déficit, tasa de empleo, sucesión, falta o abundancia de proyecto, precio de la vivienda, política norteamericana, fuel navegante a la deriva por los mares del norte o palabras del otro cazadas al vuelo sustituyen a los siempre pendientes debates sobre la eficacia del gobierno local o la capacidad transformadora de los gobiernos autonómicos. Alguien dirá que eso sólo va a ocurrir en la fase de pre-calentamiento, y que después, a medida que se acerque la cita, los partidos van a buscar el argumento en corto, la respuesta a los asuntos que han de decidir el municipio o el ente autónomo como verdadero caballo de batalla para captar el voto. Pues bien, habiendo dedicado muchos años al análisis de los fenómenos electorales me atrevo a predecir que esta campaña que ahora empieza va a ser, fundamentalmente, de regates dialécticos en corto, de gestos que irán in crescendo (para empezar, el PP ya lleva varias cabezas de ventaja) y de virguerías mediáticas. On se verra!

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