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Paxariño vuelve tras seis años con un nuevo disco

En 'Ouroboros' mezcla folclore y electrónica

Casi seis temporadas ha tardado Javier Paxariño (Granada, 1953), uno de los flautistas y saxofonistas más codiciados del panorama musical español, en encontrar sucesor para Perihelión, su periplo mediterráneo de principios de 1997. El quinto trabajo del autor de Temurá o Espacio interior ha visto por fin la luz bajo el nombre de Ouroboros, el símbolo de la serpiente que se muerde la cola. Simultáneamente, El Pájaro ha instaurado un dúo con el teclista y compositor de bandas sonoras Santi Vega, y ha empezado a colaborar con el gran folclorista zamorano Joaquín Díaz. Esta semana actuará en Madrid, desde hoy hasta el día 19, en el café Central.

La culebra de la portada alude al mito oriental de los ciclos, del eterno retorno. "Mi renovación es ahora más anímica que mística", aclara Paxariño, que en su nuevo disco traza puentes entre la tradición ibérica y la música electrónica, y experimenta con la voz por primera vez en toda su trayectoria.

El intérprete y compositor granadino es consciente de que las denominaciones de sus álbumes resultan más bien crípticas, y durante meses barajó para éste un título "en cristiano", Sueños de cantor. "Se refería al gusto que he desarrollado en él por las melodías sencillas, cantábiles, y también a la introducción de algunas voces".

Ouroboros aporta algunas piezas de escucha muy accesible, como la seguidilla Días de júbilo, y pinceladas vocales en cortes como Ciudades en la arena ("unos tanguillos con aires de world music") o Anninnia, donde una cantante sarda susurra una nana en catalán. En cambio, Paxariño aún no se ha atrevido, "acaso por pudor", a escribir una canción convencional. "Para Ciudades... tenía preparada una letra completa, en torno al fenómeno de las pateras, y al final la deseché. Mi posicionamiento social está claro, pero las letras restringen la capacidad de cada cual para establecer su interpretación".

Atraído en entregas anteriores por el folclore balcánico o por el Extremo Oriente (incluso grabó un álbum completo, Otoño, con el maestro de la flauta shakuhachi Hozan Yamamoto), Javier Paxariño ha preferido esta vez contraer un "compromiso moral" con las tradiciones musicales de su país. "He aprendido mucho de mis trabajos con La Musgaña o para el disco Tribus hispanas, de Eliseo Parra", reconoce. Y advierte: "Mi acercamiento al folclore español es, digamos, un poco irreverente. No tiene nada de purista".

Paxariño, músico profesional desde 1971, se confiesa fascinado por "los guiños psicodélicos, casi de trance" que encierran algunos repertorios mesetarios y mediterráneos. A ellos les ha añadido texturas electrónicas, "como si se tratara de un holograma musical".

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