La segunda ola de las 'stock options'
Los expertos aconsejan vincular las opciones al logro de objetivos y a planes de compra de acciones a largo plazo
Los escándalos por la ejecución de las opciones sobre acciones (stock options) en momentos críticos para las compañías, como ocurrió en el caso Enron, han hecho ver que esta herramienta retributiva no es la panacea para incentivar a ejecutivos. En España el BBVA ha anunciado que su plan de stock options que vencía el 31 de diciembre no será renovado. Los expertos hablan ya de la "segunda ola", basada en vincularlas a objetivos y acompañarlas de planes de compra de acciones a largo plazo.
"Las grandes empresas europeas se han centrado en exceso en las opciones", asegura una experta de la consultora Mercer
Un total de 223 directivos del BBVA no verán cómo se renueva su plan de opciones sobre acciones que prescribía el último día del pasado año. La pérdida de valor de la acción del banco en los dos últimos años ni siquiera ha hecho posible que se ejecutasen los beneficios que se auguraban cuando el plan fue diseñado. Según fuentes de la entidad, al no renovar el plan, reestructurando sus precios en beneficio de los afectados, se cumple con el código de buen gobierno de la empresa aprobado en 2002: ninguna práctica que pueda perjudicarle debe tener cabida.
Las stock options, nacidas y crecidas en la segunda mitad de los noventa, un periodo de euforia empresarial, afrontan una reforma radical. Un estudio llevado a cabo por la consultora Mercer entre 92 multinacionales de siete países europeos, entre los que no está España, revela los principales rasgos de esta transformación.
Piia Pilv, directora internacional de Consultoría en Retribución de Directivos, estuvo recientemente en España y explicó que "las grandes empresas europeas se han centrado en exceso en las stock options, en detrimento de otro tipo de compensaciones basadas en acciones, algo que sí venía ocurriendo en Estados Unidos, donde las stock options iban acompañadas de otros incentivos". Es éste el primer error que, a su juicio, han cometido las compañías europeas, a excepción de las del Reino Unido. En opinión de esta experta, el primer rasgo de la "segunda ola" de los planes de incentivación es que las stock options ya no estarán solas, sino vinculadas a otros sistemas de remuneración y fidelización basados en acciones, principalmente la compra de títulos ejecutables a largo plazo.
Una de las recomendaciones de Pilv es que para acceder a las opciones sea requisito que, al mismo tiempo, los beneficiarios se conviertan en propietarios de acciones de la compañía para la que trabajan y que no puedan desprenderse de ellas hasta pasado un tiempo.
La conversión de directivos y ejecutivos en accionistas de su empresa es una herramienta que, a juicio de esta experta, debe además extenderse a todos los empleados. Esta posibilidad tiene que ir, a su vez, acompañada de rebajas fiscales para los que den el paso adelante, algo que los Gobiernos deben promover y acometer.
Para Piia Pilv esta combinación de planes no es el único pilar para el éxito. Para que éste sea posible, el plan debe ir ligado a los logros empresariales. Según la responsable de Mercer, así se evitan nuevos casos como el de Enron, cuyos ejecutivos se enriquecieron ejecutando sus opciones en un momento crítico para la compañía. Por el contrario, sólo se permitirá obtener rendimientos a través de planes sobre acciones si la empresa exhibe beneficios o mejora su posición en el mercado, algo que exigen los accionistas.
En esa dirección se encamina el BBVA, donde los planes de incentivos variables no sólo dependen de la evolución del valor de la acción, sino del crecimiento de otros parámetros, como la rentabilidad o la eficiencia, explica un portavoz. Fuentes de la entidad apuntan a que el peligro de las stock options es que éstas pueden tentar a los responsables de una empresa a aplicar políticas a corto plazo para empujar el precio de la acción en su propio interés. Para evitarlo, señalan en consonancia con las tesis de Pilv, los planes pueden volver a diseñarse cuando mejore la situación y deben ir emparejados con la compra de acciones ejecutables a largo plazo y con la consecución de objetivos estratégicos.
Un tercer rasgo de esta segunda ola es "el diseño de directrices detalladas globales para cada uno de los países en los que opera una multinacional", en palabras de Pilv. Es decir, ya no deberá aplicarse un único plan de acciones que valga para toda la compañía. La razón está en los diferentes tratamientos fiscales nacionales. A estas características hay que añadir la introducción de normas de contabilidad más rigurosas, como que las stock options se contemplen en los balances en el capítulo de gastos. Se trata de una norma de transparencia hacia los accionistas y hacia el mercado que bastantes empresas de EE UU, escaldadas por el alud de escándalos, han empezado a poner en práctica ya de forma voluntaria, y que en Europa se aplicará, bajo las nuevas directrices de contabilidad internacional, a partir de 2005.
La aplicación estricta de los códigos de buenas prácticas empresariales y un mayor acento en la comunicación hacia los empleados y hacia los accionistas son otros rasgos que, según Piia Pilv, devolverán la confianza en los castigados planes sobre acciones, que deben ganar en variedad, transparencia, vinculación a objetivos y contrapartidas fiscales.
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