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Spike Lee llena de rabia su visión de Nueva York después del 11-S

El director acaba de estrenar 'The 25th hour', su última película

La última película de Spike Lee, The 25th hour, se puede definir como un trabajo de amor sobre Nueva York. También hay mucho de cuento moral en este filme, basado en la novela homónima de David Benioff, donde un traficante de drogas ve llegada su hora de la verdad. Pero hay, sobre todo, mucha rabia en una película que se ha atrevido, desde su ficción, a mostrar el corazón desgarrado de la Gran Manzana tras el pasado 11-S.

Como él mismo reconoce, Spike Lee reza todas las noches para dar las gracias por ganarse bien la vida haciendo lo que quiere, que es filmar películas, en lugar de seguir a la mayoría de esos que "irán a la tumba esclavos de un trabajo que han odiado toda su vida". El traficante de drogas de The 25th hour está interpretado por Edward Norton, pero se trata de una película, sobre todo, centrada en su adorada Nueva York después de los atentados del 11 de septiembre. "No es cuestión de valor ni de querer ser el primero en mostrar lo que aquello ha dejado", afirma el director de 45 años nacido en Atlanta (Georgia). "Simplemente sentí que tenía que hacerlo, ¿cómo puedes filmar algo estando tan cerca de esta herida y actuar como si nada hubiera pasado?".

El caso es que Hollywood ha tardado mucho en hacerse eco del estado de la ciudad tras los atentados. "En la industria del cine ha existido una moratoria autoimpuesta de al menos un año por tratarse de una situación muy delicada", comenta Spike Lee, que añade que la ciudad de Nueva York que retrata David Benioff era distinta de la que él refleja en la película. "Yo sentí que tenía que incorporar lo que ha pasado y, sí, estoy seguro de que la audiencia está preparada para asumirlo".

¿Cuánto ha cambiado la ciudad durante el pasado año? "Nueva York sigue atravesando un momento muy difícil, con todos los recortes que está haciendo nuestro alcalde", explica el cineasta. "Tenemos el peor sistema educativo de todo el país, se han marchado muchos negocios, muchas personas. Pero yo soy como los protagonistas de mi película, de los que piensan seguir ahí, y sé que hablo por muchos neoyorquinos. ¿Para qué marcharse? Bin Laden siempre puede armar otro atolladero en la puerta de al lado. El caso es que la ciudad está devastada".

La película de Spike Lee no es, sin embargo, simplemente un lamento, sino que propone una reflexión moral en la que se asumen responsabilidades. "Estados Unidos ha hecho muchas cosas de las que dudosamente me siento orgulloso y creo que deberíamos ser más cuidadosos cuando vamos por el mundo proclamándonos los defensores de la moral", comenta. "Queremos ser la policía del mundo cuando tenemos un legado de esclavitud de cuatro siglos, cuando se rompieron todos los tratados con la reubicación y genocidio de los indios, cuando se mataban los búfalos para exterminar a los nativos o se les desplazaba si se encontraban minerales en sus tierras. Olvidemos la Primera Guerra Mundial y la Segunda y miremos las guerras de Corea, Vietnam o la del Golfo. Sólo hay que fijarse un poco para ver que acabamos luchando contra gente a la que hemos ayudado a subir al poder. La correlación entre Bin Laden y el régimen de Bush viene de hace unos 10 o 15 años, y hubo un tiempo en el que Sadam era nuestro aliado. Y ahora parece que estamos abocados a una nueva guerra".

Spike Lee recuerda en la película que sigue existiendo un tipo llamado Bin Laden ("por lo que parece, a Bush y a su Administración se les ha olvidado", dice), pese a que ahora la nueva obsesión parece ser Sadam Husein. "Lo que es peor", comenta Lee, "es que una gran parte del público va y se lo traga".

Trabajar en estas condiciones debe ser difícil. "La industria está nerviosa", explica el director, "y debo reconocer que los estudios Disney [productores de la cinta] hubieran preferido que no hubiera un 11 de septiembre, pero en última instancia soy yo el que tiene la última palabra sobre la película. Además, sólo ha costado unos 15 millones de dólares cuando la media ronda ahora los 50".

Spike Lee confiesa que la productora también estaba preocupada porque el público no encontrara atractivo al personaje principal. "Por eso era importante contar con una estrella, porque al público le gustan las estrellas incluso cuando se portan mal. Ahí tienes a Al Pacino en El Padrino. Michael Corleone es un asesino. Un matón. Y aun así el público le adora".

¿Su idea inicial era contar con Tobey Maguire para ese papel? "Sí, pero cuando llegó el éxito de Spiderman supongo que pasó a ser un proyecto muy pequeño para él aunque seguía interesado en que se hiciera. Por eso se mantuvo como productor ejecutivo y se le envió el guión a Edward Norton, con quien, por cierto, siempre había deseado trabajar".

Spike Lee.
Spike Lee.ASSOCIATED PRESS

"Punto uno: soy negro"

La crítica ha advertido un cambio de dirección en la carrera de Spike Lee al haberse alejado con esta película de la cultura negra. "He hecho otras películas, como Summer of Sam, donde no había más de uno o dos personajes negros", dice el director. "La película está tan integrada como cualquier otra en mi carrera porque, punto número uno, sigo siendo negro, y dos, adoro Nueva York, ciudad en la que transcurren casi todos mis filmes". ¿Y no le molesta que el público lo califique como un director negro en lugar de como un director a secas? "No me molesta, ni me quita el sueño ni me da úlceras. Creo que aún no hemos llegado a ese momento en Estados Unidos en el que la gente sea capaz de mirar a un negro sin ver primero el color de su piel".

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