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Crónica:'PLANETA SALVAJE'
Crónica
Texto informativo con interpretación

Miedo y asco

Planeta salvaje (Antena 3, domingos a las 21.45) se enmarca en el género de concursos de riesgo. En lugar de castigar al concursante con pistas americanas y otras perrerías, recurre al reino animal como coartada argumental. Pirañas, hipopótamos, serpientes y camellos protagonizan desafíos previamente certificados por Nacho Sierra (el Cocodrilo Dundee de Crónicas marcianas), y son repetidos por los invitados, que luchan por vencer el miedo o el asco que les producen los bichos amaestrados. Para el estreno, cuyo premio se destinó a la solidaridad con Galicia, el concurso contó con los actores Miguel Ángel Muñoz y Esther Arroyo, el futbolista Joaquín, el cantante Carlos Baute y la presentadora Alicia Senovilla. En el plató, momentos de "más difícil todavía" mientras el incauto de turno se arriesga a ser devorado por una piraña. O, como le ocurrió a la pareja presentadora Mar Saura y Nacho Sierra, a ser perseguido por un guanaco que les escupió, creo que en legítima defensa.

Cuando Joaquín se sumergió en una piscina con pirañas, los béticos rezaron para que el bicho no fuera sevillista. Todo transcurrió según lo previsto: vendiendo peligros relativos y tensiones con la naturalidad del mago que va deslumbrando a un público que, educado en el escepticismo, se pregunta dónde está el truco (pero que, en su enfermizo fuero interno, desea que el domador sea devorado por las fieras). Lentos y reiterativos fueron cayendo los minutos, con su punto de zoofilia light (concursantes besando a bichos varios con los ojos vendados), toques ternuristas y unas sosas intervenciones de un presidente del jurado representado por un perro que, como los animales del anuncio de tónica, filosofa con labia humana. ¿Lo menos aburrido? Algunas imágenes de proezas que evidencian las extrañas relaciones entre hombres y animales y algún descubrimiento divulgativo (ejemplo: aprendí que el hipopótamo es un animal primitivo y desconfiado; o sea, como todos).

En cuanto a los maestros de ceremonias, Mar Saura insiste en su estridencia exclamativa. A veces, más que presentadora, parece una animadora de fútbol americano. Nacho Sierra, en cambio, confirmó que hablar no es lo suyo, pero se ganó su salario relacionándose con una serie de elementos de diversas especies aparentemente temibles, pero, en el fondo, bastante menos peligrosos que la audiencia o los directores de cadenas. Ésos sí que muerden.

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