La futura ciudad olímpica de la capital
Los vecinos de San Blas reclaman mejoras en su vida diaria, mientras 'La Peineta' se prepara para ser la joya de Madrid 2012
Quieren hacer de él un distrito olímpico que deslumbre al mundo cuando Madrid sea sede de los Juegos, pero hoy, a principios de 2003, San Blas aún tiene a 100 niños estudiando en barracones y a decenas de vecinos de la tercera edad que viven en los conocidos "sube y baja", pisos de 40 metros cuadrados y dos alturas que obligan a sus habitantes, en caso de sufrir problemas de movilidad, a subir las escaleras a gatas.
San Blas lleva una década sumido en una vorágine de cambios que lo están transformando, sin que el resto de la capital parezca fijarse mucho en ello. Quizá sea por su posición periférica al este de la ciudad o porque ni su tamaño -octavo distrito por tamaño, con 2.181 hectáreas- ni su número de habitantes -undécimo por población, con 137.445 habitantes- destacan especialmente.
Llegar al hospital de referencia, el Ramón y Cajal, requiere "una hora y tres autobuses"
Un centenar de alumnos del instituto Alberto Alcocer estudia en barracones
En el interior de San Blas se producen fenómenos sorprendentes: seis de sus ocho barrios -Hellín, Amposta, Simancas, Arcos, Canillejas y Rejas- han perdido población a un ritmo notable (hasta un 10% en algunos casos) en sólo cinco años. Los otros dos, Salvador y Las Rosas, han hecho lo contrario y a una velocidad endiablada: Salvador ha crecido más de un 50% en el mismo perio-do, y Las Rosas, casi un 100%.Más contrastes: en las zonas de nueva y flamante construcción de Las Rosas, a la que llegan matrimonios jóvenes con niños, no hay guarderías ni escuelas públicas, pero el Gobierno regional sí ha cedido terrenos para la construcción de residencias de la tercera edad de gestión privada. En cambio, en el resto del distrito, habitado mayoritariamente por una población que está entrando en la tercera edad tras llegar al distrito en los años cincuenta y sesenta, no hay ni una sola residencia para mayores, según explica el concejal socialista Miguel Conejero. Había una, pero fue clausurada el año pasado por problemas de mantenimiento y seguridad.
El deporte también ofrece disparidades: en el distrito que tendrá en La Peineta el futuro estadio olímpico, el campo de fútbol del parque Antonio Palacios, abierto en 2000, "está en un estado lamentable, repleto de basuras e impracticable. Lo mismo sucede con otras zonas de equipamientos deportivos básicos. Mientras, el Ayuntamiento se gasta millones de euros en torneos de golf y de tenis. Es una política de deporte base lamentable", critica Conejero.
Para Ángel Lara, edil de IU, todo esto tiene fácil explicación: "Al PP los problemas de la gente que vive en distritos como San Blas le suenan a chino. A ellos les gustan otras cosas: el golf, las grandes inversiones, el distrito de Salamanca... ¿Cómo van a preocuparse por un bloque del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) deteriorado o por una escuela pública que necesita unas obras? Para ellos, esto son cositas sin importancia, algo que les quita el tiempo que podrían dedicar a sus proyectos de grandeza", concluye Lara.
José Fernández Bonet, concejal presidente de San Blas, saca datos del cajón para replicar a los partidos de la oposición: los presupuestos municipales de inversiones para 2003. En ellos, San Blas es uno de los únicos cuatro distritos de la capital en los que las inversiones del Ayuntamiento aumentarán en 2003, con un volumen total de casi 20 millones de euros. "El compromiso del PP con San Blas es firme: nuevas inversiones, remodelación de las zonas deterioradas, construcción de la Ciudad Olímpica... Lo que ocurre es que la oposición no tiene alternativa al modelo de capital que desarrollamos con éxito", afirma Fernández Bonet.
La educación pública es uno de los temas calientes en el distrito. Recientemente, los vecinos de San Blas han salido a la calle para protestar por el "abandono" de la educación pública en el distrito. Este curso, un centenar de alumnos del instituto Alberto Alcocer estudiarán en barracones porque no hay espacio para ellos dentro del edificio, que necesita unas obras de ampliación.
El distrito tiene 22 centros escolares públicos de infantil, primaria y secundaria, por lo que no faltan escuelas. Lo que ocurre es que "la falta de recursos está deteriorando gravemente las instalaciones y la calidad de la enseñanza que en ellos se ofrece", según José Luis Pazos, de la Federación de Asociaciones de Padres Giner de los Ríos.
Un reciente informe elaborado por la Junta Municipal de centros escolares del distrito, formada por padres de alumnos, vecinos y los propios centros, denuncia que el PP está permitiendo el deterioro de la escuela pública mientras promueve el aumento de la oferta de plazas de los centros concertados (privados, pero financiados con dinero público). Fernández Bonet considera que es bueno el aumento de plazas en colegios concertados, ya que "es un derecho de los padres la elección de la educación que desean para sus hijos".
Una cifra está en el centro de las diferencias entre las reclamaciones de vecinos y padres y los Gobiernos del PP en la Comunidad y el Ayuntamiento: 12 millones de euros. Ése es el valor de una parcela de 20.000 metros cuadrados, situada en Las Rosas, que el Consistorio ha cedido gratuitamente durante 75 años a una fundación religiosa para la construcción de un colegio concertado. Los autores del informe afirman que esos 12 millones de euros son lo mínimo necesario para detener el deterioro de los colegios públicos.
La vivienda es otro de los focos de movilización vecinal. San Blas tiene básicamente dos tipos de viviendas: las de toda la vida, barrios populares edificados durante el franquismo, y la nueva, flamantes barrios nuevos en Las Rosas y Salvador.
El problema es que algunas zonas de los barrios de Amposta, Arcos y Hellín están como los colegios: deteriorados. Los barrios populares pierden población porque "aquí la gente llegó hace cuarenta años cuando tenía treinta y pico; el barrio se ha envejecido y la gente joven se ha tenido que ir", explica Miguel Ángel García Sanz, de la asociación de vecinos del Polígono H. Los hijos de esta gente mayor no se han quedado en el barrio porque "no había pisos para comprar y los que podía haber, estaban en zonas poco cuidadas", añade García Sanz.
Estos tres barrios tienen amplias zonas con los espacios entre los bloques de viviendas en un estado lamentable de abandono: cascotes, hoyos, barro... En los últimos ocho años no se ha hecho nada en ellos, ya que el Ayuntamiento se ha negado a asumir su rehabilitación porque formalmente esos terrenos son propiedad del Ivima y era necesario transferir la propiedad al municipio. "Es un tema administrativo que podría haberse solucionado hace dos legislaturas con un poco de voluntad. Pero no ha sido hasta hace tres meses cuando el Ivima y Urbanismo llegaron al fin a un acuerdo y se ha empezado a remediar la situación", lamenta Conejero, del PSOE.
El concejal presidente, Fernández Bonet, destaca que las obras ya han empezado o están a punto en cuatro zonas: las parcelas F, D y K y en una parte de Simancas. "Cuando llegamos al Gobierno, eso estaba fatal y los socialistas no habían hecho nada", replica.
La sanidad en el distrito está en transformación, con el cierre por parte de la Consejería de Sanidad de los antiguos consultorios que habían quedado obsoletos y la apertura de los nuevos centros de salud, como el abierto hace un mes en Las Rosas. En general, y pese a algunas quejas sobre la ubicación de los ambulatorios, el distrito está bien equipado. Sin embargo, hay un tema que molesta, y mucho, a los vecinos de todo el distrito: lo difícil que resulta llegar hasta su hospital de referencia, el Ramón y Cajal. "Tardamos más de una hora. Desde cada zona del distrito hay que coger un autobús para llegar hasta Ciudad Lineal. Allí, se cambia al 70, para llegar a plaza de Castilla. Y allí hay que volver a cambiar para llegar hasta el hospital. Es un engorro, al menos podría haber un autobús directo", se lamenta José Redondo, secretario de la asociación de vecinos de Las Rosas.
Subir las escaleras a gatas con 80 años
Vivir en un dúplex suele ser un lujo al alcance de unos pocos. Sin embargo, 56 familias llevan más de 40 años "sufriéndolo". Viven en el número 31 de la calle de Amposta, conocido popularmente como el edificio de los sube y baja. Son pisos de 40 metros cuadrados divididos en dos alturas. La escalera está entre el salón y la cocina, todo lo que hay en el primer piso. En el segundo, las habitaciones y el baño. "Nos pasamos el día subiendo y bajando escaleras", se queja Victorio Rubio, de 74 años. Él lo lleva bien, pero otros vecinos ya han superado los 80 años, tienen problemas de movilidad y "las suben y bajan a gatas o con el trasero", añade Rubio.Por si fuera poco, el edificio tiene grietas por todas partes, las baldosas se caen y, hace un año y medio, los bomberos del Ayuntamiento alertaron al Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), propietario del inmueble, de que la estructura estaba deteriorada. El edificio es una mole rectangular, gris y envejecida y constituye un monumento a la desidia de las autoridades. Desde 1997, el Ivima tiene previsto trasladarlos al edificio contiguo, que previamente debería ser reformado integralmente. Sin embargo, las obras no pueden empezar porque los bajos son ocupados una y otra vez por familias gitanas a las que el Ivima intenta echar con órdenes judiciales. Pero cuando llega la orden judicial ocurre que es otra la familia que ocupa el piso y para echar a los nuevos intrusos se necesita una nueva orden. "El Ivima nos ha contado el problema mil veces y lo entendemos, pero... ¿En cinco años a ninguno de estos Gobiernos se le ha ocurrido una solución?", se pregunta Rubio, desesperado.
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