El euro conquista a 300 millones de europeos
El año arrancó y va a concluir con dos eventos que marcarán la evolución histórica del Viejo Continente; el nacimiento de la moneda única y la ampliación de la UE a 10 nuevos países del Este. Dos símbolos, uno económico y otro político, en el proceso de reunificación de Europa, que dejan atrás años de confrontación y de derramamiento de sangre entre europeos. Y más aún. Será un año que servirá para demostrar que Europa es capaz de creer, de crear y de sacar adelante, cuando se lo propone, proyectos en común de gran envergadura.
Hasta los mayores detractores de la unión monetaria, fuera y dentro de la UE, no han tenido más remedio que digerir este año el mal trago que les provocó comprobar que el euro era un éxito. El club de la moneda única, limitado ahora a 12 países, podría además incrementarse a 13 miembros este año, si el referéndum convocado para septiembre en Suecia resulta favorable a la integración. Y podrían ser 14 los socios si el Ejecutivo danés considera oportuno convocar a los ciudadanos tras valorar el estado de opinión una vez concluido el semestre de presidencia en la UE. En el Reino Unido, el único del club que quedaría fuera de la moneda, no se plantea de momento la cuestión.
En el uso del euro, los que muestran más habilidad o se han adaptado mejor son los irlandeses (85,5%), luxemburgueses (63%) y españoles (58%)
El ciudadano afirma que no le cunden las compras. Y es que las monedas se gastan con más facilidad que los billetes porque psicológicamente tienen menos valor
El 1 de enero se pusieron en circulación 7.800 millones de billetes y 40.400 millones de monedas para atender la fuerte demanda del arranque
Hay que retroceder en el tiempo hasta la época romana para encontrar un episodio similar, con los denarios circulando a lo largo y ancho de todo el Imperio. La diferencia es que hoy son más de 300 millones de ciudadanos los que comparten la misma moneda. La logística puesta en marcha para introducir las monedas y billetes de euro, e ir retirando al mismo tiempo las antiguas divisas, fue ejemplar e impresionante. Todo se desarrolló con una precisión milimétrica y sin que se produjeran incidentes mayores.
La vieja moneda
El 1 de enero se pusieron en circulación 7.800 millones de billetes para atender la fuerte demanda del arranque y 40.400 millones de monedas. La mitad de las compras de Reyes se hicieron ya con euros. Y para las rebajas de enero, apenas un 20% de los clientes seguía comprando con la vieja moneda. En 20 días, todas las operaciones en efectivo y las transacciones electrónicas ya se realizaron en euros. Y las antiguas divisas pasaron a ser otro capítulo de la historia.
La percepción que del euro tiene el ciudadano es, en general, positiva, pero después de un año todavía hay problemas de adaptación. La última encuesta Eurobarómetro de noviembre refleja que el 63% de la población de la UE apoya la moneda única sin paliativos. En la zona euro ese porcentaje se eleva al 71%. Los más entusiastas con el euro son los luxemburgueses (89%), belgas (81%) e irlandeses (80%), seguidos por los españoles (77%), italianos (76%) y austriacos (75%). La aceptación del euro en los tres países que están fuera de la unión monetaria ha evolucionado de manera diferente durante el último año. Entre los daneses (55%) y suecos (51%) se ha observado una progresión entre los que apoyan el euro. Entre los británicos, sin embargo, hay un mayor rechazo, dejando en un escaso 28% a los entusiastas.
Sin embargo, se ha observado una caída de cuatro puntos en la aceptación general del euro respecto a la encuesta de primavera. La causa de este retroceso se debe, según los analistas, a la relación que hacen los consumidores entre euro y carestía de precios. Es, de hecho, la principal preocupación entre los ciudadanos.
El ciudadano de a pie afirma que no le cunden las compras. Y es que las monedas se gastan con más facilidad que los billetes porque psicológicamente tienen menos valor. La posibilidad de introducir billetes de 1 y 2 euros ya se está estudiando.
Las encuestas son demoledoras en este sentido. El 77% de la población cree que la llegada de la moneda única ha supuesto un aumento generalizado de los precios, ocho puntos más que hace seis meses. A esta conclusión han llegado el 91% de los holandeses, el 89% de los españoles y el 88% de los griegos. Esta percepción es especialmente manifiesta entre los italianos y los austriacos, donde el incremento ha sido superior al 20% durante los últimos seis meses.
El Ministerio de Economía, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo reconocen que el euro ha podido tener un impacto al alza en los precios, como máximo, del 0,2%, pero muy limitado a ciertos productos. El cambio a la moneda única se ha hecho de forma natural en los hipermercados y grandes superficies gracias al doble etiquetado.
En los bares y pequeños comercios ha sido más difícil controlar el proceso de adaptación al euro. Y lo que no se ha podido evitar es que, pasado el periodo de transición, en el sector servicios se hayan empezado a aumentar los precios de forma generalizada. Pero el mercado es libre y ahí el único que puede contrarrestar la tendencia es el consumidor, buscando el precio que más le convenga. Una de las ventajas que aporta el euro, de hecho, es que los ciudadanos se pueden empezar a interesar por comprar productos en otros países. Las comisiones y los gastos bancarios por el cambio de moneda han desaparecido y ahora es más fácil comparar los precios. De hecho, el 12% de los europeos ya realizan compras en otros países gracias al euro. El porcentaje se eleva al 32% cuando se habla de negocios.
La 'conversión mental'
Pero el hecho de que se pague ya sólo en euros no implica que el ciudadano haya pasado con éxito el examen de la conversión mental hacia la moneda única. Pensar en euros sigue siendo una operación complicada para la gran mayoría de los ciudadanos (58%). O dicho de otra manera. Es una minoría la que dice que ya tiene cambiado el chip.
Hay quien ironiza y afirma que los que verdaderamente piensan sin dificultad en euros son los consumidores estadounidenses, sobre todo desde que se alcanzó la paridad con el dólar.
Bromas aparte, donde los ciudadanos ya han adquirido una evidente habilidad en el uso del euro es en los pequeños pagos en efectivo propios de la vida cotidiana: la leche, los huevos, el pan, la cerveza en un bar, llenar el depósito de gasolina o encargar una pizza. Es como si el cerebro estuviera listo para asociar automáticamente el coste de la cesta de la compra semanal. Los mejor "adaptados" en este terreno son los irlandeses (85,5%), luxemburgueses (63%) y españoles (58%). Pero las operaciones en euros se hacen más difíciles conforme la cifra aumenta, lo que convierte la transacción en algo extraordinario. Tan sólo uno de cada diez ciudadanos afirma haber sido capaz de realizar la "conversión mental". El 87,5% restante todavía debe recurrir a traducir las cantidades a pesetas, liras o marcos para hacerse una idea más precisa de la dimensión del precio.
La Comisión Europea considera que la doble indización de precios en euros y en la antigua moneda nacional ya ha cumplido su utilidad, la de facilitar la comparación de precios durante el periodo de transición. Pero los expertos han llegado a la conclusión de que es necesario acabar ya con esta práctica para obligar a los consumidores a abandonar definitivamente las monedas nacionales de su mente, para hacer la conversión mental. Seguirá siendo, en todo caso, una cuestión de tiempo.
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