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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La dimensión desconocida

Resultado de siete años de trabajo, Huesos en el desierto recoge y ordena el minucioso material de una pesadilla que aún no ha terminado. A través de noticias, entrevistas, declaraciones juradas, pesquisas policiales, acusaciones infundadas, querellas, pugnas de políticos, informes de organizaciones civiles, análisis forenses, el libro conforma una geografía del mal, cuyo núcleo es Ciudad Juárez (Chihuahua), en el norte de México, pero cuyas implicaciones se extienden hasta alcanzar a la gobernación estatal. En el curso de sus indagaciones, el autor ha sufrido amenazas, secuestros, golpes que exigieron una intervención quirúrgica en la cabeza. El pretexto para este asedio: escribir sobre la serialización de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, que desde 1993 arroja cifras escalofriantes, más de un centenar, aunque su número no se puede determinar: algunos cuerpos no aparecen, desintegrados por la "lechada", una mezcla de cal y sustancias químicas. Mujeres, en su mayoría niñas, violadas, torturadas, estranguladas, que después son abandonadas en baldíos y vertederos. El 80% de estos crímenes está sin resolver, aunque las autoridades juarenses rebajan ese porcentaje al "consignar a presuntos culpables", a los que se expide una orden de aprehensión. Para sus archivos, el caso así queda "resuelto", aunque nunca se detenga al homicida.

HUESOS EN EL DESIERTO

Sergio González Rodríguez Anagrama. Barcelona, 2002 344 páginas. 16,34 euros

Si bien este libro se adscribe,

por su naturaleza, en el género de la investigación periodística, rebasa la crónica documentada para erigirse en un ensayo de antropología cultural, en un análisis de la retórica e inmunidad política y en el desvelamiento de la imposición de una "normalización de la barbarie". Nos enfrenta pasmosamente al México que, según un experto de la ONU, tolera un nivel de impunidad que alcanza entre el 95% y el 98%. Un informe oficial, emitido por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, ha señalado que "si se terminara con el narcotráfico, la economía de Estados Unidos caería entre el 19% y el 22%, en tanto que la mexicana se desplomaría hasta un 63%". En México, más de la mitad de su gente vive en niveles de pobreza, mientras "la estructura que sostiene la corrupción puede establecer relaciones de complicidad con grupos poderosos o con enemigos del Estado, llegando a constituirse en un poder paralelo al Gobierno". Datos para una pesadilla, pero las víctimas que engrosan las estadísticas criminales tienen rostro, nombre y apellidos, son el producto de "una orgía sacrificial de cariz misógino, a cuyas víctimas se busca y elige en forma sistemática (en calles, fábricas, comercios o escuelas) en un contexto de protecciones y omisiones de las autoridades mexicanas durante la última década. En especial, sus policías y funcionarios judiciales, que cuentan con el respaldo de un grupo de empresarios del mayor poder económico y criminal en todo el país".

Ésta es la conclusión a la que llega Sergio González Rodríguez, después de confrontar múltiples documentos, "asociar lo disperso" y no desdeñar ninguna hipótesis. Su libro está escrito sin intromisión personal, desnutrido de adjetivos, con una prosa eficaz que presenta los hechos sujetos a su evidencia, para que, sin su intervención, el lector pueda por sí mismo sacar sus conclusiones. Un procedimiento riguroso, que nos aturde con su honradez y precisión, y nos evita de este modo la tentación consoladora de considerar que esa sistemática del horror no puede ser real.

Se dice de México, con una bon-

dadosa ironía, que el surrealismo es allí lo cotidiano. Huesos en el desierto desmiente esta ingeniosa descripción. No es un libro que se pueda leer sin temblar; marca un territorio en el mapa, Ciudad Juárez, como un "ecosistema del mal". Allí aparece el cadáver de una chica de 14 años, otra más, en una rutina siniestra, trabajadora de una fábrica, y la policía aduce que llevaba una doble vida, que se prostituía y le gustaban las fiestas. Factores de riesgo, razones para ser asesinada. O, en un alarde de sensibilidad y patriotismo, babosea: "Aquí hay tanta violencia porque no creemos en la virgen de Guadalupe". Las palabras retratan a quien las usa, y este libro es un compendio de declaraciones donde sus protagonistas revelan la radiografía de su deformación moral. El célebre superdetective Robert K. Ressler, experto en asesinatos en serie, definió Ciudad Juárez como una "dimensión desconocida".

Sergio González Rodríguez ha accedido a esa dimensión, y ha puesto su inteligencia a favor de las víctimas -en el capítulo La vida inconclusa consigna sus nombres y características, para que no sean cifras abstractas-, guiado por el compromiso intelectual de contradecir la "verdad" oficial que rige la complicidad entre la clase política y el crimen organizado.

Una investigación imposible

LAS LLAMADAS "muertas de Ciudad Juárez" han sido una noticia constante en los periódicos mexicanos desde 1993. Dada la ineptitud de las indagaciones policiales, se han creado asociaciones civiles, en especial de mujeres, alertadas por una industria que, según González Rodríguez, "son parte de una estrategia de género que convierte el crimen en una forma de erotismo". La impunidad, por otro lado, actúa como un afrodisiaco para los asesinos. Se han buscado chivos expiatorios -un químico de origen egipcio, con pruebas deficientes, fue condenado a treinta años de prisión-. Las investigaciones han requerido la cooperación de expertos del FBI, pero su trabajo ha sido sistemáticamente obstaculizado. A comienzos de 1999, el Colegio Nacional de Criminología anunció que auxiliaría a las autoridades de Chihuahua; poco después este organismo renunciaría, ante la falta de apoyo de la fiscalía juarense. La Procuraduría (Ministerio Público) propaga subterfugios, excusas, todo tipo de imaginarias hipótesis, para hacer pasar por eficacia su negligencia y complicidad. Y si las pruebas de ADN desmienten sus hipótesis, ocultan los resultados. La Cámara de Diputados de la República aprobó integrar una Comisión Especial para vigilar las investigaciones de los asesinatos contra mujeres en Ciudad Juárez. Se comprometía a ofrecer sus conclusiones en marzo de 2002. El año está por terminar y aún no lo ha hecho. Y los asesinatos de mujeres continúan.

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