La pelota cambia de manos
Olaizola II y Barriola, clasificados para la final del Cuatro y Medio, han dado un vuelco generacional
Hablar de pelota es hablar de Julián Retegui, de la dictadura que implantó en los años ochenta y principios de los noventa. Fue una época histórica, irrepetible. Ganó 11 txapelas ante la desesperación de sus compañeros de frontón. Repetir aquellos récords sería impensable, porque Retegui sólo hay uno. Pero la pelota es ahora otra cosa. Es un deporte moderno, con costumbres modernas. Y con jóvenes que empujan, que ya han expulsado de su reinado a Rubén Beloki y Patxi Eugi, los herederos de Retegui. No es que hayan caducado. El primero (cuatro txapelas) tiene todavía 28 años. Eugi es mayor, 31 años. Hace apenas un año parecían indestructubles. Hoy son historia, o casi.
Ha llegado una nueva generación, la generación del pelotari total. Sus representantes más aventajados son Abel Barriola, navarro de Leitza, de 24 años, y Aimar Olaizola, conocido en la cancha como Olaizola II, navarro, de Goizueta, y con 23 años recién cumplidos. Son los mejores del año 2002 sin duda. Este domingo se enfrentarán en la final del Cuatro y Medio.
Por su culpa, la edad media de los cracks de la pelota se ha rebajado en cinco años. Y no es casualidad. Una de las personas que mejor lo sabe es Íñigo Simón, médico de Asegarce, la empresa que tutela a los dos pelotaris: "Cada vez vienen más fuertes, mueven la pelota más rápido. Antes, la preparación consistía en jugar, nada más. Ahora no. Hay una planificación". Puede que antaño los pelotaris compitieran más, incluso 100 partidos al año. En la actualidad, aunque sólo participen en unos 60, son mucho más intensos y con más competitividad.
La frontera entre la preparación antigua y la moderna se instaló hace unos seis años. Aparte de pisar el gimnasio a diario, los pelotaris de hoy en día se rodean de ex deportistas o expertos que mejoran sus defectos técnicos, se someten a tres o cuatro analíticas exhaustivas cada año... Y quien finalmente reúne las dos cualidades, un físico potente y una técnica exquisita, llega a lo más alto.
Barriola entró antes en la historia. Ganó los dos grandes torneos de la pasada campaña: el Cuatro y Medio y el Manomanista. Olaizola II ha llegado este año a la cumbre al ganar cuatro de los seis torneos de verano y llegar invicto a la final del domingo.
Físicamente son casi dos gotas de agua. "Tienen buena resistencia, una alta agilidad y buenas piernas. Son muy atléticos, con un porcentaje de grasa no superior al 11%. Tienen unas proporciones corporales muy compensadas y están tan fuertes por dentro como por fuera", recalca Simón, en referencia a su fuerza mental. "Son fríos, no pierden los nervios por tonterías". Una cualidad muy útil para una final, y que permite pensar en que no se repetirán los fiascos de los últimos años, en que el ganador del Manomanista o el Cuatro y Medio ha machado a su rival. Este año podría haber más emoción.
Barriola tiene mejores piernas, es más explosivo, con una fuerza descomunal. La ventaja de Olaizola reside en la inteligencia, la zurda y el instinto. Pero ninguno puede descuidarse. La fábrica de hacer pelotaris ha echado a andar. Los próximos productos pueden ser Peñagarikano o Begino. Tomen nota.
La inflación del frontón
Cambian los pelotaris, llegan las nuevas generaciones, pero el interés va en aumento. Si las expectativas despertadas por un partido se miden por el precio de las entradas, el choque de este próximo domingo entre Barriola y Olaizola está por las nubes. 100 euros cuesta la entrada de butaca en el frontón Ogueta, la más cara de la historia en una final del Cuatro y Medio.
Lo tremendo no es ese dato, sino que se ha elegido Vitoria como sede porque es el lugar donde existe un mayor aforo (2.000 localidades) y los organizadores saben que lo llenarán pese a la televisión (lo retransmitirá ETB-1, en una sesión que empezará a las cinco de la tarde) y de los precios: además de la butaca, las sillas de la parte alta cuestan 30 euros y el rebote, 25.
Las tarifas se han multiplicado por cuatro en ocho años. En la anterior final, la entrada más cara se situó en 60 euros.
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