¡Qué difícil es liberalizar!
Dos conceptos de la abigarrada jerga de los economistas son especialmente difíciles de aprehender, por más que se hayan convertido en términos de uso común en la calle. Son los de liberalización y competencia. En tales definiciones caben desde las triviales logomaquias del Gobierno español sobre la supuesta libertad de los mercados energéticos hasta las drásticas divisiones de empresas ejecutadas en Gran Bretaña para evitar el dominio del mercado. Aparentemente, la paradoja surge de un hecho cierto: si se deja un mercado que funcione libremente, alguien acabará por controlarlo, bien porque tiene más éxito que sus competidores o bien porque apuesta más dinero en una política de compras y fusiones. En algunos mercados, como el estadounidense, algunas empresas consiguieron el control histórica aplicando métodos ciertamente contrarios a los buenos usos y costumbres societarias, como el chantaje, la amenaza o la violencia, como consta en los libros de historia.
Telecomunicaciones y política en Estados Unidos y España (1875-2002). Construyendo mercados
Olga Gil Centro de Investigaciones Sociológicas / Siglo XXI ISBN 84-7476-336-3
Telecomunicaciones y política... resulta un intento minucioso de explicar el papel de las telecomunicaciones en la vertebración de las sociedades española y estadounidense y los espesos trámites históricos y administrativos cubiertos por la industria desde el último cuarto del siglo XIX hasta hoy. Las etapas de consolidación de las telecomunicaciones en EE UU están nítidamente explicadas como un proceso de feroz confrontación de las empresas con las las instituciones primero y de las empresas entre sí después. Olga Gil examina las relaciones institucionales y políticas que influyeron en el desarrollo de las telecomunicaciones; y este examen no excluye el papel jugado por el telégrafo y el teléfono en la cohesión nacional.
Véase un ejemplo significativo, recogido en el texto. Gil entiende que en EE UU el telégrafo y el teléfono se utilizan para cohesionar el país y unificar las instituciones dispersas en una primera fase de la formación nacional; mientras que en España el telégrafo y el teléfono se utilizan principalmente con fines militares, como ventajas tecnológicas en las guerras coloniales con Marruecos. Fácilmente puede extenderse esta posibilidad de cohesión a otras grandes empresas de servicios de vasta ocupación territorial. Esta diferencia primordial explicaría, a poco que se fuerce la interpretación, muchas circunstancias empresariales posteriores, entre las cuales cabe señalar el bajo grado de compromiso de algunas grandes compañías españolas, derivado de un cierto desarraigo, con las necesidades de los ciudadanos.
Pero el texto admite otra posibilidad de lectura, que resulta tan atrayente como más explícita de primera instancia y que se resume en la frase ¡Qué difícil es liberalizar! Efectivamente, los procesos de liberalización son con frecuencia confusos, a veces han de imponerse desde el poder político, siempre son imperfectos y su implantación requiere, para pasmo de muchos, un desarrollo normativo muy complejo. Porque, precisamente cuando se pretende una circulación absolutamente libre de mercancías y servicios es cuando más regulaciones deben aplicarse para evitar las fricciones o los abusos.
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