El Rayo se pega el tortazo
El Rayo cayó en Vallecas ante un Sevilla que jugó casi una hora con 10 jugadores
Un córner, el balón que vuela al segundo palo, Marcos Vales que cabecea de mala manera y Mario, bajo los palos, que se traga el balón de forma lastimosa. De este modo se resolvió un partido dañino para el espectador, que fue testigo de un espectáculo horroroso en el que el fútbol estuvo de luto. Ganó el Sevilla merced a aquella jugada aislada, tan absurda como todo lo que en Vallecas se vio, por culpa de un Rayo que dio grima y de un Sevilla que ejerció fielmente de sí mismo y sacó petróleo de un garrafal error de su rival.
Sabido es que hablar del Sevilla es hacerlo de un equipo que juega al límite. Que golpea con saña en cuanto algún rival amenaza con buscarle las cosquillas. Que no duda en derribar a quien corresponda, una y otra vez. Pero claro, llega un momento en que el adversario se harta y el árbitro también. No fue Fredi el que más se distinguió en la tarea, que en un equipo donde juega Pablo Alfaro el resto son aprendices en aquello del derribo, pero el hombre fue a cometer aquellas dos faltas en el peor momento, cuando el Rayo se quejaba al árbitro del continuo zarandeo que sufría. Así que, como sucedió la pasada temporada, Fredi pagó por todos los demás y a diez minutos del descanso tuvo que abandonar la batalla tras ponerle el árbitro la tarjeta roja delante de sus narices.
RAYO VALLECANO 0 - SEVILLA 1
Rayo: Etxeberria; Mario, De Quintana, Mainz (Camuñas, m. 83), Graff; Julio Álvarez, Onopko, Azkoitia (Tal, m. 70), Míchel; Bolo (Peragón, m. 63) y Bolic. Sevilla: Notario; Redondo, Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Marcos Vales, Casquero, Torrado, Fredi; Reyes (Njegus, m. 41) y Toedtli (Moisés, m. 78). Gol: 0-1. M. 68. Córner que bota desde la derecha Reyes, Marcos Vales remata de cabeza en el segundo palo y Mario, bajo los palos no consigue despejar el balón. Árbitro: Turienzo. Expulsó a Fredi (m. 35) por doble tarjeta amarillas. Amonestó a Mario, Graff, Torrado, Marcos Vales y Moisés. Unos 10.000 espectadores en Vallecas. Los jugadores del Rayo salieron al césped portando una bandera de Galicia.
Nada digno de mención había pasado hasta entonces. Si acaso, que el Sevilla conseguía escaparse de la feroz presión a la que le sometía el Rayo. Buena culpa de ello la tuvo Reyes, el jugador de más calidad, junto a Míchel, de los que sobre el césped había. Reyes retrasó su posición e hizo daño allá en la media punta, para mayor desgracia de Onopko, que vivió un suplicio porque a su espalda había un tipo que corría, fintaba, se desmarcaba, guardaba el balón, iba aquí y allá, siempre amenazando con algo bueno.
Se encontró el Rayo, de golpe y porrazo, en el mejor escenario posible, con sólo 10 jugadores enfrente, pero se lió lamentablemente. Es el vallecano un equipo cuya relación con el balón resulta tormentosa. O cae éste en pies de Míchel o lo mejor es mirar al cielo, que hacia allí viajará el esférico elemento con toda seguridad, mareado y atontado ante semejante maltrato. En el ataque, Bolo y Bolic se desriñonearon intentando cazar alguna de esas sandías que les llovían. Con nulo éxito, obviamente.
Llegó el gol de Marcos Vales y el Rayo, a buenas horas, encerró a su rival. Se sucedieron las ocasiones, todas con Míchel -autor de un partido extraordinario- como protagonista, pero Notario se agigantó para desesperación de un Rayo cuya falta de gol es escandalosa. El Sevilla, sin enseñar más que a Reyes, a Casquero y a su portero, se llevó el triunfo casi de casualidad, como corresponde a un partido lamentable, de esos que invitan al llanto.
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