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Columna
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Show

"Está usted siendo observado por las videocámaras. ¿Considera que se encuentra adecuadamente vestido para ello?". Esta alerta, que puede leerse en algún gran centro comercial norteamericano, corrobora el formidable proceso de transformación diaria de los seres humanos, desde la corporeidad a la imagen, desde la realidad a la ficción.

Día tras día, millones de objetivos en el mundo trabajan sin descanso para la conversión de los individuos corrientes en personajes de entretenimiento. Antes, sólo los famosos obtenían este privilegio, pero hoy no haber sido televisado, filmado o grabado resulta insólito en la sociedad de la comunicación. El vídeo vivifica, procura un alma adicional, otorga un supuesto plus de identidad. Todas las mañanas y tardes las emisoras de televisión del planeta se afanan en la emisión de infinitos talk shows y reality shows en cuyo seno tiene lugar el proceso de transmutación de las gentes comunes, seres caducos y a granel, en sujetos vivificados por la acción de las cámaras. El programa toma de la realidad a gentes sin relieve para convertirlas en productos de interés ante millones de espectadores. El programa subraya además el nombre y apellidos de la gente anónima y eleva sus historias, antes desconocidas, a la mayor difusión. En suma, trasmuta la realidad sin sabor de cientos de miles de ciudadanos en historias compartidas por el gusto de cientos de millones de espectadores.

Poco a poco, pues, en este proceso laborioso y continuo a cargo de incontables cámaras de todo el planeta, los seres humanos van cambiando de condición y de escena. Literalmente van adquiriendo su espacio en la programación de un medio televisivo donde se redime al ser humano no sólo de la posible desolación de pasar sin dejar ninguna huella entre sus semejantes, sino también de la insoportable confusión con los demás.

El programa televisivo, como el gran ojo de Dios, dirime, escoge y expone cada caso y confiere a cada participante, hombre o mujer, su dosis de personaje. Todos cuantos son abrazados por la pantalla se transforman en espectáculo único. Es decir: abandonan la fosca pesadez de existir para hacerse suave e iluminada materia de entrenimiento: show.

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