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Crítica:CLÁSICA | CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

No sólo un señuelo

El concierto del miércoles tuvo dos preludios. El primero, una manifestación de estudiantes del Conservatorio Superior que denunciaban las condiciones de su centro (sin salón de actos, con aulas no insonorizadas e insuficiente dotación de la biblioteca). El segundo, la entrega de la medalla del Palau a Zubin Mehta, acto en el que intervinieron Rita Barberá y María Irene Beneyto, con una notable presencia de los medios de comunicación y políticos en la sala. Las elecciones están cerca, y el director de Bombay se ha convertido en una especie de señuelo exhibido en función de que su primer profesor de música fue un flautista valenciano, y de un ambiguo compromiso para dirigir el futuro Palau de les Arts.

Bayerischer Staatsorchester

Director: Zubin Mehta. Obras de Wagner, Schönberg y Mahler. Palau de la Música. Valencia, 18 de diciembre de 2002.

Al margen de todas esas componendas, nadie puede negar que Zubin Mehta es un director de calibre. Porque, junto a crematísticas y dudosas operaciones como la de los tres tenores, tiene un historial firme, lleno de registros y actuaciones que lo revalidan, desde muy joven, como un músico importante. El miércoles exhibió la mejor de sus facetas. Al lado de un Wagner de amplio aliento y sonoridad festiva -como corresponde a los Maestros Cantores-, se disfrutó también de un Schönberg ajustado, con atención al juego tímbrico, conciso y bien fraseado: no impidió, todo ello, que buena parte del público se quejara, sotto voce, de las "audacias" de una obra estrenada en 1906.

Fue tras el descanso, sin embargo, cuando Mehta dejó ver su mejor talante creativo. La Primera Sinfonía de Mahler, escuchada hasta la saciedad en todas partes, suele ejecutarse, básicamente, desde dos ángulos. O bien con una perspectiva "floral", en la que se resaltan los acentos primaverales, las graciosas melodías, las campanillas pastoriles y demás ingredientes bucólicos, o bien con un enfoque "duro" que subraya las rupturas del discurso, los aspectos macabros y la voluntaria distorsión que el compositor ejerce sobre su propia música. Zubin Mehta, sin embargo, interpretó ese complejo universo recreándolo de manera fantasmal, como un magma sonoro -casi como una nota pedal- del cual iban surgiendo temas diferentes y formas difuminadas. Esos temas y esas formas, después, volvían a sumergirse en él. No era una visión ácida ni lírica, sino una especie de sueño -por la fluidez- que a veces, sin embargo, se convertía en pesadilla. El clima irreal se consiguió a base de dinámicas restringidas, de un fraseo hermosísimo aunque sin énfasis, y de una sabia disposición de las líneas estructurales. La Orquesta del Estado de Baviera (que es también la de la Ópera de Munich) le secundó con maestría en el intento. Sin forzar para nada la partitura, Mahler quedó iluminado con luces diferentes a las habituales. Y eso es algo que sólo los grandes consiguen.

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