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Columna
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Peces

Ya sé que también hay aves, mamíferos, crustáceos y anfibios de ecosistemas muy diversos, pero los peces constituyen el grueso de los 45.000 inquilinos de L'Oceanogràfic. Son el núcleo hipnótico, el polo de atracción de la que está destinada a ser la instalación estrella de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Entre peces, por tanto, discurrió la comitiva que asistió el jueves en Valencia a la inauguración, lo que dio pie a fotos fascinantes, de las que se descolgó en cuanto pudo el ministro Eduardo Zaplana, irritado tras haber esperado impaciente la llegada de José Luis Olivas, el coyuntural presidente de la Generalitat. Se abstuvo del acto el candidato del PP al Consell, Francisco Camps (más prudente que en un primer momento con las fotos oficiales), y estuvo también ausente, ¡cómo no!, la aborrecible oposición. La mezcla de la fauna marina y la fauna política incita sin duda a alguna maliciosa comparación (siempre hay algún cargo público o empresarial asimilable a la medusa, la ballena o el tiburón), pero el acuario, al que el protagonista de un relato de Adolfo Bioy Casares recurre cuando quiere olvidar ("Pensé en acuarios, en peces en acuarios"), induce a mucho más. Al fin y al cabo, dicen que los peces sólo disponen de la capacidad de recordar durante unos segundos. Son, por decirlo así, prácticamente amnésicos, lo que ha inspirado metáforas a los poetas y parábolas a los cantantes, como Ismael Serrano, que hace cuatro años tituló un disco suyo La memoria de los peces ("Se van llevando la memoria, queda en la historia una mancha, un borrón"). Nada habría, por tanto, más inhumano que el pez si, como ha escrito Jorge Luis Borges, "somos nuestra memoria, somos ese genérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos". En realidad, el recuerdo nos hace humanos hasta la desesperación y el olvido nos permite sobrevivir. Al observar la escena del otro día en L'Oceanogràfic, és difícil disipar la sospecha de que a los políticos que lo inauguraron, en el fondo, les gustaría fascinar a sus electores para que tuviesen la memoria de un jurel.

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