Caída libre
Dos teorías que circulan sobre la supresión de Caiga quien caiga describen parte del paisaje televisivo. Hay quien sostiene que se lo cargan para complacer a quienes veían con malos ojos una fórmula que no dudaba en practicar una simpatía de doble filo, ya que, con la coartada del buen rollo, ridiculizaba a poderosos y figurones aplicando esquemas más propios del espectáculo que del periodismo.
Boicoteo
Los partidarios de esta teoría se organizan y, a través de Internet, preparan un boicoteo a la cadena, a la que, con una retórica que entronca con la larga tradición de causas perdidas, acusan de censura. Otra teoría, más antipática, mantiene que Caiga quien caiga se repetía, que la fórmula se había agotado y que era mejor cerrar antes de que los audímetros dictaran sentencia. Esta hipótesis, sin embargo, contradice el sagrado principio de no cambiar lo que funciona. Suponiendo que Caiga quien caiga se repitiera, ¿y qué? ¿Acaso no se repiten Operación Triunfo o Paco Montes de Oca? ¿Por qué no respetar el deseo de sus espectadores y mantener unos índices de audiencia más que aceptables?
Repetimos
La entrevista que Alfredo Urdazi le hizo a José María Aznar culminó un capítulo más de una chapuza nacional que se perpetúa de Gobierno en Gobierno (UCD, PSOE, PP). Al día siguiente, la paternalista gala Todos somos Galicia tuvo, además de un tono histriónicamente compungido, aspectos casi decentes. Por ejemplo: publicitar la cuenta corriente de las cofradías (BBVA 0182-5920-54-0201234567) y traer al plató, además de a artistas casualmente en promoción, a marisqueros y pescaderos.
Pluralidad 'light'
Se notaba el esfuerzo por maquillar los aspectos más polémicos sin negarlos del todo y por, a base de play back, obviar los errores con un sutil sentido de la propaganda. Pero, pese a todo, hay que aplaudir que llamaran a Serrat, que cantó su canción más ecologista, y a Imanol Arias, que no se mordió la lengua. Fue un ejercicio de pluralismo insuficiente, sí, pero de pluralismo al fin y al cabo, inusual en lustros de otras mayorías absolutas. Pedro Ruiz ejerció de anfitrión y explotó su tendencia al sermón sin caer en la chabacanería, aunque sí toleró alguna puñalada trapera contra los que ven Prestige en ojo ajeno y no Mar Egeo en el propio. En resumen: los que salieron representaban parte del drama, pero faltaban otros. Se puede hablar, pues, de solidaridad tendenciosa pero no de táctica del avestruz. Y, quizá para estar a la altura del espíritu de Tele 5, tampoco caerán los que tienen que caer. Pedro Ruiz, que sabe más por viejo que por zorro, resumió el sentido de la gala poniéndose la venda antes de la herida: "Si este programa no les gusta, mañana lo critican y pasado ingresan 50 euros en la cuenta corriente". Muchos ya lo habían hecho antes de que la televisión de todos decidiera, tarde y mal, empezar a hacer algo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.