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Reportaje:

Las tribulaciones del 'profesor' Piqué

El líder del PP adormece a un millar de militantes reunidos para jalearle

A veces, querer ser muy didáctico tiene un coste. Josep Piqué, presidente del Partido Popular (PP) de Cataluña, lo pagó en sus propias carnes el pasado miércoles: en el primer gran acto de masas desde su elección como líder del partido, su estilo académico casi adormece al millar de militantes congregados para jalearle.

El ministro de Ciencia y Tecnología se ha propuesto normalizar el partido en Cataluña, perseguido históricamente por el estigma de la radicalidad. Y su apuesta tiene una primera consecuencia en las formas: Piqué quiere huir de las estridencias que en otros tiempos han caracterizado la actuación de los dirigentes del partido. Su objetivo es trasladar siempre una imagen que pueda asociarse a la moderación, al diálogo, y para ello recorre a un estilo muy didáctico, como si de un profesor se tratara.

Piqué aplica esta máxima siempre, sin importarle si habla en un sesudo acto académico, ante empresarios o ante militantes del partido que buscan combustible para calentarse un poco ante la inminencia del complicado ciclo electoral que se avecina. Y si en los dos primeros casos Piqué puede llegar a convencer, en el tercero todavía le queda un largo camino por recorrer, como quedó de manifiesto el pasado miércoles.

La dirección provincial del partido en Barcelona, encabezada por Dolors Montserrat, preparó a Piqué el primer gran acto de masas desde su elección como presidente regional, el pasado octubre. El aparato hizo un gran esfuerzo y congregó a más de 1.000 militantes -llegados de localidades de toda la provincia- en una cena preparada a conciencia para insuflar ánimos a las bases y jalear al nuevo líder.

El acto fue efectivamente una exhibición de la capacidad de movilización, pero los ánimos y las ovaciones quedaron para otro día. Cuando Piqué subió a la tarima para pronunciar la esperada intervención, el millar de militantes ya había escuchado largos discursos de la presidenta provincial, Dolors Montserrat, y del ex líder regional y hoy alcaldable en Barcelona, Alberto Fernández Díaz. Eran las 22.45 horas, el apetito empezaba a apretar y los platos seguían vacíos. Demasiado tarde para una clase del profesor Piqué.

El ministro se mantuvo fiel a su estilo e hilvanó un discurso racionalista, que fue adormeciendo progresivamente a los impacientes comensales. Durante toda la intervención del flamante presidente hubo un ronroneo a ratos generalizado en la amplia sala, cortado en ocasiones por llamadas al orden de alumnos aplicados. Pero Piqué se mantuvo imperturbable: ningún guiño al corazón, sólo datos para el cerebro.

Sólo en tres ocasiones fue interrumpido por aplausos indolentes: cuando aseguró que el partido exigirá entrar en el Gobierno en la próxima legislatura, cuando acusó a Esquerra Republicana (ERC) y a Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) de defender postulados "prehistóricos" y cuando se pasó al castellano, lengua que empleó menos de un minuto.

Para colmo, su discurso dibujó para el partido una situación "complicada", muy alejada de la euforia exhibida momentos antes por su predecesor, Alberto Fernández Díaz.

Como si empezara a preparar a sus bases ante los resultados electorales discretos que le auguran las encuestas, Piqué subrayó en varias ocasiones que el momento para el partido es "difícil" como consecuencia básicamente de dos asuntos: los problemas de la economía internacional y su repercusión sobre la española, y la "catástrofe" del hundimiento del Prestige. En ambos casos reiteró que el Gobierno está haciendo bien las cosas, pero estas precisiones no fueron suficiente para levantar el ánimo. La tesis central del profesor había quedado clara.

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