_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La recuperación perpetua de Menorca

A finales de septiembre, se celebró en Ciutadella un congreso internacional de historiadores con motivo de la recuperación de Menorca por España, en 1802, cuando se firmó la paz de Amiens.

El texto de la convocatoria es un portento de ambigüedad. No se dice, por ejemplo, de quién era Menorca antes. De Inglaterra, ¿no? Se hace gruesa referencia a un embrollo imperial, con Napoleón muy ostensiblemente en medio, pero el captor de la isla, el que la devuelve, en fin, a España, permanece en la sombra.

La entidad organizadora era la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, SA, vinculada al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Durante tres días, una sesentena de historiadores, casi todos aerotransportados, presentaron comunicaciones relacionadas con el entorno, digámoslo así, de la recuperación española de la isla. Nada objetable, por supuesto. Asistir a conmemoraciones y darles prestancia es cosa del oficio. Lo destacable de este caso es, justamente, la silueta elusiva del motivo de su convocatoria, como si se tratara de una evocación que sólo furtivamente podía hacerse. Veámoslo.

El texto de la convocatoria del congreso celebrado en Ciutadella es un portento de ambigüedad. No se dice, por ejemplo, de quién era Menorca antes. De Inglaterra, ¿no?

La convocatoria alude al mismo hecho con dos palabras distintas: recuperación, en el título mismo, y devolución en el texto explicatorio. Quien recupera es, claro, España, pero, como he advertido al principio, quien devuelve, a través de la paz de Amiens, no es explícitamente nadie. Los términos, además, aunque tengan conexiones lógicas, no son equivalentes. La omisión de Inglaterra como claudicante retornador tiene motivos inmediatamente aparentes. Obviamente, los historiadores comunicantes habrían hecho constante referencia a lo que es opaco en la convocatoria. Quizá la prudencia política aconsejó al convocante ministerial no señalar directamente al entonces pérfido inglés, todavía hoy pendiente de devolver Gibraltar. Esta última recuperación hará posible, algún día, por fin, el redondeo soberano de España. Pero ello, si acaso, es el futuro. La devolución de Menorca, en cambio, es un hecho cuya escueta mención puede liberar información de alcance. Ésta, por ejemplo: la recuperación del territorio nacional puede hacerse a través de complejos mecanismos diplomáticos siempre que los procelosos contextos internacionales sean entendidos y España sepa elegir correctamente a sus aliados. Pero esta trivial constatación esconde un supuesto historiográfico de mayor gravedad, el de que la exitosa maniobra diplomática fue tan sólo la hechura administrativa de un requerimiento natural de realización nacional, de restitución de un orden histórico anterior, prístino, en donde la separación de Menorca era inconcebible y únicamente soportable como transitoria anomalía. Cuán peor sería tener ahora otro Gibraltar.

La celebración prudente de la recuperación debía servir de recordatorio de lo que todavía -Gibraltar- está pendiente de sutura evitando, indebidamente o no, con exceso señalar que la isla de Menorca pudo no pertenecer a España durante tanto tiempo, entre 1708 y 1803, sin notoria desazón. Casi un siglo la isla fue el extranjero. Debe saberse, claro, la verdad, pero sólo ver en ella un golpe de azar, un resultado extravagante de coyunturas políticas irrepetibles. Que nadie, pues, se llame a engaño. Los condicionamientos analíticos de la percepción de una línea de continuidad histórica imborrable son tan intensos que impiden concebir cualquier otra posibilidad excepto la advenida: la recuperación de la isla, el regreso, después de casi cuatro generaciones, de la sociedad menorquina al buen redil. Bienvenidos, pues, al futuro.

Quizá, el convocante ministerial no hizo otra cosa que recoger un deseo del señor José María Aznar, presidente del Gobierno y espléndido veraneante en la isla, de recordar a los lugareños que le acogen aquel siglo escabroso de su pasado. Es posible también que yo vea demasiadas cosas en lo que fuera, en efecto, sólo trámite. Pero no lo creo.

Por supuesto, no todos los que intervinieron en el evento conmemorativo pudieron advertir su lugar en la trama. Ni siquiera tal vez hubo propiamente trama. Hay cosas que tienen sentido más allá de la conciencia y voluntad de quienes las hacen posibles. Hay ideas y palabras que arrastran significados obligatorios, incluso tal vez indeseados por sus usuarios. A finales de septiembre de este año se conmemoró en Ciutadella, consabidamente o no, que la recuperación de Menorca por España, en 1802, había sido a perpetuidad.

Miquel Barceló es historiador

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_