El 'glamour' puede al tenis
Ana Kurnikova nunca ha ganado un título, pero logró que 11.000 personas llenaran el Príncipe Felipe de Zaragoza para piropearla
Apenas pudo vérsela, pero su presencia en Zaragoza durante poco más de 24 horas fue la locura. Llegó en un jet privado y fue trasladada del aeropuerto al hotel, evitando a los medios de comunicación. Ana Kurnikova, de 21 años, es la más deseada, la más fotografiada del circuito femenino de tenis, a pesar de que en los dos últimos años ha jugado poco por culpa de una lesión en un pie.
Ayer disputó una exhibición ante Conchita Martínez en el Pabellón Príncipe Felipe de la capital aragonesa y reunió allí a 11.000 espectadores, más incluso que en la final del Masters masculino de Shangai (10.000) y que en la final olímpica de Barcelona en 1992. Una cifra muy inhabitual en un partido femenino y más aún para ver a una tenista que no ha ganado ni un solo torneo en siete años de profesional.
Sin embargo, eso no es importante para esta moscovita que vive en una mansión en Miami Beach (EE UU). Da lo mismo que gane o pierda. Su glamour está muy por encima de su tenis. "Nació siendo una diva", afirma el ex número uno mundial Jim Courier. "Es increíble ver como se mueve, como es seguida por la gente cuando camina de la pista al vestuario. Y eso también es admirable".
A su alrededor se ha creado un aura especial que la acerca mucho más a cualquier diva del rock o del cine que a una jugadora de tenis. Sus representantes han vendido de ella una imagen de sex symbol, que le ha permitido abrirse camino con más facilidad en el mundo de la mercadotecnia que en el de la raqueta. Juegue o no, Kurnikova amasa una fortuna superior a los 70 millones de euros, que proceden en gran parte de los contratos publicitarios: Adidas la viste por 3,4 millones de euros anuales; Yonnex le da las raquetas y le paga 1,7 millones; Omega la ha convertido en una de sus embajadoras y cobra por ello 1,7 millones; Berlei le paga 2,5 millones por posar con sus sujetadores deportivos.
Y a todo eso hay que agregar las acciones publicitarias puntuales como el vídeo que filmó junto al cantante español Enrique Iglesias, con quien mantiene una relación íntima, o su participación en la película de Jim Carrey Yo, yo mismo e Irene. "Tiene algo que la diferencia", asegura Claus Martens uno de sus agentes en Adidas. "Y créame, eso le ocurre desde que tiene 11 años".
"Si ganara un grande", dice el ex jugador Charly Pasarell, "se convertiría en la atleta más famosa de todos los tiempos". Pero eso parece difícil. Su mejor resultado en un Grand Slam lo logró en 1997, cuando debutó en Wimbledon con 16 años. Ella se reivindica. "Es normal que la gente se excite conmigo, me ocurre en todas partes. Pero a mí me interesa el tenis. Puedo estar en las top ten".
Su paso por Zaragoza fue bastante efímero. Se alojó en una habitación de 136 metros cuadrados que costaba 372 euros diarios. Fue perseguida por los fotógrafos de las revistas del corazón, que, sin embargo, perdieron gran parte de su interés al saber que Enrique Iglesias no la acompañaba. Quienes la contrataron aseguraron que, por contrato, el partido no podía durar más de una hora.
Sin embargo, Kurnikova se picó cuando perdía 4-0 en el set inicial. Y ofreció algo más. Su reacción fue vitoreada por los aficionados. Se escucharon elogios como: "Tía buena, vente conmigo", "Qué suerte tiene Enrique Iglesias". Perdió por 6-3, 7-5, a pesar de haber dominado a Conchita por 2-5 en el segundo set. Jugó 1 hora y 30 minutos. Regaló media hora y cobró lo mismo: 120.000 euros.
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