Galerías de madera de tea

Fumadores, abstenerse. Desde el siglo XVI, los techos de esta casa solariega situada en la plaza central de Garachico, Tenerife, no han recibido ni una sola guedeja de humo. Eso, al menos, sostiene Pepe Moriana, su actual propietario y máximo impulsor del arte colonial minimalista, entendido como una segunda lectura más actual y transparente de la rehabilitación arquitectónica para uso hotelero. O lo que es igual, una alternativa culta al pastiche seudocanario que se prodiga hasta el hartazgo en todo el litoral.

De la casona antigua queda el volumen edificado, las galerías de madera de tea, los artesonados labrados y el patio interior abalaustrado, según la interpretación que exigió Cristóbal de Ponte y Llerena, marqués de la Quinta Roja. A estos antiguos moldes se ha yuxtapuesto un orbe contemporáneo de focos halógenos, muebles de diseño, tintes acrílicos, butacones mobiliario de rattan y látex o mamparas de plástico rígido en los cuartos de baño. Los espacios comunes exhiben una esencialidad rústica muy peculiar, ambientados para la lectura y para disfrutar del silencio. Quienes sean fumadores empedernidos tendrán que salir del hotel a tomar el fresco. O confinarse en el ajimez adyacente a la terraza, donde, además de unas sugerentes vistas sobre la iglesia barroca de Santa Ana, el Ayuntamiento de Garachico y el mar, cabe también el regocijo matinal de una sauna y un jacuzzi al aire libre. Existe también una tienda de productos tinerfeños y una tasca.

Lo prudente es encerrarse en la habitación tocada en suerte, oliente a maderas, embalsamada de luces indirectas. Cada una con su propia personalidad, rústica y minimalista. Tanta molicie tiene su contrapunto en el plan de actividades que proponen los jóvenes empleados de La Quinta Roja, mucho menos inflexibles que Moriana en el trato al huésped. Aquí no hay cenas que valgan, ni demasiadas florituras a la hora del desayuno, un triste y escaso bufé ofrecido previa reserva. Sólo el tañido de unas campanas próximas, cada hora en punto, consuela a una clientela mayoritariamente centroeuropea de lo que el hotel podría haber sido y no es.