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Entrevista:Antoni Muntadas | ARTE

"Arte y efectividad no se llevan bien"

Una pegatina, con fondo rojo y letras en blanco, dice: "Warning: Perception requires involvement" (atención: la percepción requiere implicación). Puede traducirse a muchos idiomas y sería fácil que no en todas partes se consiguiera expresar exactamente lo mismo. Precisamente. De esta dificultad, de este salto de sentido a veces imperceptible que se produce no sólo en el texto escrito sino también en la lectura de imágenes, símbolos o vivencias trata On translation, el último proyecto de Antoni Muntadas (Barcelona, 1942), autor de la citada pegatina y uno de los artistas que con una trayectoria de treinta años a sus espaldas se ha convertido en uno de los referentes internacionales del arte que aún mantiene una voluntad activa de cuestionar la realidad. Lo dicho arriba y lo que sigue es también una traducción, un intento de interpretar un proyecto complejo y una conversación que debería estar trufada de ejemplos visuales imposibles de traducir en palabras.

"El arte puede sensibilizar sobre algunos temas, pero es ingenuo pensar que los arregla"

PREGUNTA. ¿En qué consiste este proyecto?

RESPUESTA. On translation es una serie que comencé en 1995 y que de momento consiste en 27 trabajos, algunos aún en proceso, realizados en lugares muy distintos como Bogotá, São Paulo, Kassel, Madrid, Nueva York o Helsinki. Tienen mucho que ver con el contexto específico en el que se han hecho y, como siempre en mi trabajo, para cada uno de ellos utilizo medios muy variados. De hecho, nunca empiezo por el medio sino que llega un momento en que el proyecto decide si utilizo el vídeo, la instalación, el cartel, la fotografía, la web o cualquier otro mecanismo. Podía resultar interesante verlos juntos, pero esto planteaba un problema museístico. Pensé que era el comisario el que tenía que hacer el esfuerzo intelectual de interpretar estos proyectos que estaban pensados para situaciones y espacios concretos que no tenían nada que ver con el contexto del Macba. Al final se ha implicado mucha gente y ha acabado siendo un proyecto con seis partes muy diferenciadas, que incluyen también la interpretación de la web, un libro, un taller, la presentación de proyectos anteriores relacionados con este tema y un trabajo nuevo, titulado On translation: la imagen, que se presenta en el museo y fuera de él, en vallas publicitarias y anuncios además de en productos de mercadotecnia como platos y camisetas.

P. ¿Todo se puede traducir?

R. El problema es traducir para ayudar a interpretar. Cuando yo hablo de traducción no me refiero sólo a la traducción lingüística, que es lo primero que entiende la gente, sino que traducir para mí también es cómo se interpreta una ciudad, una bandera o una transacción económica. Es un tema complejo. Si no se traducen los textos escritos en rumano, sueco o alemán, habrá mucha gente que no podrá acceder a ellos. Pero, al mismo tiempo, en la traducción se pierden muchos elementos de interpretación cultural. Está tan ligado el discurso con el contexto que muchas veces no se pueden desligar.

P. ¿Importa tanto el contexto?

R. Creo que el tiempo también es muy importante. A veces se habla mucho del espacio específico y no tanto del tiempo específico. El Guernica es un trabajo que tiene que ver con un contexto y con un tiempo específico: una guerra. Y por esto es un cuadro que además de su valor estético tiene un valor temporal debido al momento en que se produce. Por eso el tiempo es importante para entender muchas manifestaciones de artistas y activistas que hacen un tipo de trabajo, desde un grafito o un póster a cualquier actividad de tipo contracultural, que responde a una necesidad puntual de activar una discusión sobre algo concreto que preocupa. Los carteles que se hicieron a raíz de Mayo del 68, para mí son arte. Entiendo que es necesaria esta voluntad de incidir en un momento específico. Y es posible que pasados unos años un trabajo se convierta en anecdótico, pero al menos sirvió en su momento.

P. Al arte se le pide que perviva.

R. Es que hay muchos tipos de trabajos y me parece que sólo se puede analizar una obra en concreto a partir de la práctica y la evolución del discurso de una persona. Un trabajo solo, aislado, no tiene sentido. Hay que mirar todo el entorno. En mi caso siempre me han preocupado las cosas que nos rodean y que estamos viviendo. Es posible que para hablar de algo de ahora busque alguna referencia histórica, pero me interesa mucho el presente.

P. ¿Es un artista político?

R. No quiero caer en cuestiones de etiquetas o tendencias que son, en todo caso, un problema del historiador del arte. Siempre he tenido que luchar contra la catalogación de si soy un artista sociológico, antropológico, mediático o político. El trabajo es lo que es y hay que dejarse de historias. Ni siquiera me planteo cuestionar la idea de artista. Hago un trabajo que tiene la voluntad de incidir en una serie de prácticas en las que reflexionas sobre situaciones concretas con el objeto casi siempre de entender tú mismo lo que haces y cómo funciona lo que te rodea. A veces se le da demasiado una intención de pretensión al artista cuando creo que la contribución que podemos hacer es muy modesta. Estamos en un mundo en el que difícilmente se pueden hacer grandes discursos y la idea que más responde a la situación actual es la paradoja. Todo lo que podemos decir o hacer se puede cuestionar precisamente por su contrario. Me gusta mucho lo que explica Eduardo Galeano sobre la paradoja, me identifico con sus escritos. De hecho, los pensadores que más me interesan ahora son latinoamericanos. Su visión es real porque los problemas los tienen muy cercanos. Gente como Galeano o como Nelson García Canclini mantienen una posición crítica sin caer en el catastrofismo ni en lo utópico.

P. ¿Cree que el arte, aunque sea desde su modestia, puede cuestionar la realidad?

R. Creo que puede jugar un papel de sensibilización respecto a determinadas cosas, pero seríamos ingenuos si pensáramos que las arreglaremos. Aunque evidentemente hay la voluntad y la intención de dar a conocer estos materiales y de sensibilizar lo máximo posible. Y hay cosas que cuantas más veces se digan y de diferentes maneras, mucho mejor. Aparte de las manifestaciones de carácter cívico y colectivo, creo que los escritores y artistas tienen un papel que jugar. Y no desde una visión pretenciosa ni algo parecido, simplemente como un intento de transmitir estas preocupaciones. Ahora, si lo que se busca es efectividad, entonces hay que pasarse a la publicidad o la política. Arte y efectividad no se llevan demasiado bien.

P. ¿Y el valor estético?

R. Las cosas tienen un valor de percusión en su momento, que es cuando se producen, y después adquieren un valor antropológico, de artefacto. Y se tienen que analizar a partir de esto. Los valores éticos y estéticos están, pero ya dependen de otras variantes. Por eso, tal vez mucha gente que analiza las obras en el sentido de belleza y este tipo de valores posiblemente lo verá de manera diferente. A mí me interesa el análisis antropológico del trabajo. Estoy más cercano a los estudiosos como Marc Augé o Canclini que a los críticos de arte que valoran las cosas por unas formalizaciones puramente estéticas.

"Libertad condicional"

ON TRANSLATION: Museum es un trabajo coral en el que el artista ha exigido al museo un alto grado de implicación. José Lebrero, comisario de la exposición con la colaboración de otros profesionales,considera interesante que esta oferta de compartir la autoría recaiga en "el representante de la institución legitimadora, una entidad, en todo caso, más especializada en especular con las obras que en interpretar libremente sus contenidos". Para Lebrero, también es destacable "que siendo un miembro histórico del grupo de artistas, que en los años setenta iniciaron lo que se conoce como crítica institucional, haga esta oferta a un museo de arte contemporáneo en este momento, cuando en mi opinión la figura del comisario estrella está en claro declive y cuando algunas instituciones museísticas exploran precisamente modelos alternativos de mediación y de servicio público". "El tipo de sociedad en que vivimos autoriza y promueve, en términos de productividad y beneficio, la autoría individualizada para todo aquello a lo que se le supone, por convenio tácito, una rentabilidad social", añade. "Poner en cuestión esta premisa, dudar de que alguien en concreto tenga imperativamente que asumir esa autoridad, desconfiar del consenso como objetivo ha sido mi intención. Por este motivo, en este proyecto hemos tratado de implicar al máximo número de cómplices intentando que el punto de vista del mundo se imponga sobre una particular visión personal del asunto. La libertad ha sido, para bien y para mal, condicional".

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