Paliza
Me dirijo a esos tres quinceañeros que en la noche del pasado sábado, en mitad de la calle, disteis una brutal paliza a Edgar, ecuatoriano, padre de un hijo y vecino de Madrid desde hace dos años y medio. A vosotros que salisteis de casa con la paga fresca en los bolsillos y vuestras ropas de marca y que, tras patear a Edgar sin mediar palabra y romperle el tabique nasal y tratar de meterle en un cubo de basura seguisteis, seguramente, tomando copas presumiendo de vuestra heroica hazaña. A vosotros, que cada sábado os despedís de papi y de mami con un beso hipócrita y les decís con voz cursi que vais al cine o a tomar, como mucho, una clara. A vosotros, que os despertáis el domingo a las tres de la tarde rascándoos la entrepierna y no os ganáis ni el agua que bebéis para quitaros la resaca. A vosotros, que despreciasteis e intentasteis humillar a una persona que os supera en todo menos en dinero. Sólo os deseo que el peso de vuestra conciencia no os permita dormir algún día, y al levantaros sobresaltados os entren náuseas de ver vuestra cara en el espejo.
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