Felipe
Ávidos de savia nueva, siempre que aparece un joven jugador sobre el que reposar esperanzas y sueños nos lanzamos sobre él y deseamos, a veces hasta la exigencia, que el futuro llegue cuanto antes. Si encima coinciden en una misma generación varios proyectos de estrellas, las expectativas se disparan, con el consiguiente riesgo. La ansiedad creada por el entorno, las prisas propias en triunfar pronto o la posible frustración al ver cómo antiguos compañeros alcanzan el prestigio y la fama en menos tiempo del previsto pueden retardar, limitar e incluso tirar por la borda incipientes carreras. La paciencia no suele ser una cualidad de la juventud, pero, salvo en casos como el de Gasol, cohete interestelar al que resulta inútil ponerle plazos o topes en su camino hacia el infinito y más allá, nunca viene mal una formación reposada y sin demasiadas urgencias.
Cada jugador, cada deportista, tiene su momento para salir del cascarón. Hasta entonces debe ser protegido contra las ganas de hacer con un martillo lo que la naturaleza tiene previsto para más tarde. Miguel Induráin ha sido uno de los mejores deportistas de la historia, pero su increíble carrera habría sido diferente si no hubiese existido por delante Pedro Delgado, personaje inigualable al que entre sus muchos logros hay que apuntar su protección de Induráin, pues, mientras Perico cargó con toda la atención y responsabilidad, su compañero pudo formarse sin prisas hasta su gran explosión.
Sin establecer comparaciones, pues Induráin sólo hay uno, Felipe Reyes ha contado con esa protección. De sus compañeros de Lisboa, Gasol, Navarro y Raúl López se convirtieron rápidamente en protagonistas y han dado tiempo a sus coetáneos para trabajar en la sombra. En su propio equipo, Felipe ha crecido al amparo de su hermano Alfonso, impagable ayuda en lo profesional y lo personal. Todas estas circunstancias han posibilitado que esta temporada, pasada la expectación por el viaje de Gasol a la NBA, con Raúl López en el dique seco, Navarro hecho y derecho y Alfonso Reyes vestido de blanco, es decir, cuando Felipe ha saltado a la primera plana, lo haya hecho con la contundencia, regularidad y madurez que está demostrando y que le está llevando a unos números desconocidos desde Sabonis. Sin duda, es motivo de alegría y demuestra que la típica y tópica frase "tiempo al tiempo" es uno de los grandes axiomas sobre los que se debe sostener la carrera de un deportista.
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